la campaña electoral en los Estados Unidos está ocupando considerable atención en los medios mexicanos quizá porque se tenga la idea de que sus resultados en noviembre han de influir determinantemente en algún aspecto de nuestra vida nacional.
Dos aspectos sí nos interesan. Uno, el que se refiere al curso que ha de seguir la política norteamericana para velar por la seguridad de su frontera sur, lo que significa un posible endurecimiento de las medidas, ya rudas, para capturar a los que logran entrar a su territorio buscando trabajo. El otro asunto tiene que ver con las reiteradas declaraciones de Barack Obama y Hillary Clinton en el sentido de que buscarían una renegociación del Tratado de Libre Comercio.
Los dos temas están vinculados. La entrada de migrantes mexicanos y centroamericanos a los Estados Unidos resulta de la incapacidad de nuestros países para ocupar a nuestra mano de obra. La incomodidad de los candidatos presidenciales respecto a la operación del TLCAN se refiere al efecto negativo que supuestamente tiene en el nivel de empleo en Estados Unidos. Renegociar el Tratado sería sólo para ajustarlo a mayores restricciones de empleo para inmigrantes sean legales o no. No tendría por objeto alterar el flujo de mercancías y servicios entre los tres países miembros.
La perspectiva mexicana del TLCAN es bien distinta. A nosotros nos interesa mantener la apertura a los dos mercados norteamericanos para nuestros productos que han tenido comprobado éxito en ellos. El agravio que el sector agrícola tiene contra el tratado alude al otro aspecto, el de las crecientes importaciones de frijol y maíz que, fuertemente subsidiados por el Tesoro de EUA, vienen afectando a los sectores más débiles del campo mexicano.
En México se escuchan voces que demandan la renegociación del TLCAN para impedir de plano la entrada de esos productos o para fortalecer medidas que protejan a nuestros agricultores pobres contra esa competencia desleal en todos sentidos. Es el viejo tema de los subsidios agrícolas que sigue debatiéndose en la Organización Mundial de Comercio.
Aunque en México se afirma que la renegociación del TLCAN no sería posible por oponerse a ella los Estados Unidos, los candidatos ahí dicen lo contrario, pero por motivos distintos.
La posición mexicana no debe aceptar que la cuestión migratoria contamine la operación del TLCAN. El libre acceso al mercado norteamericano de nuestros productos y servicios se conforma de acuerdo a los principios del libre comercio que los norteamericanos profesan. Esos principios condenan el apoyo a actividades que tienen capacidad competitiva como es la agricultura en los países desarrollados.
Los apoyos, en cambio, que deben darse y de hecho se destinan, a los sectores rurales más desfavorecidos en los propios países industrializados como los Fondos de Equilibrio en la Unión Europea, justifican que en lugar de insistir en que el TLCAN autorice la importación a México de productos agrícolas subsidiados, éste debe ampliarse para prever apoyos que Estados Unidos y Canadá deben dar a su socio en desarrollo.
Paralelamente, el reciente acuerdo de Seguridad que hemos firmado con Estados Unidos y Canadá no debería limitarse a los intereses norteamericanos, sino atender el desarrollo económico de México que es un factor imprescindible para una tranquila relación entre los tres países.
Los indocumentados en Estados Unidos, el flujo a México de productos agrícolas norteamericanos subsidiados, el desarrollo de condiciones atractivas en México que retengan nuestra población en sus lugares de origen y la seguridad continental, todo ello forma un entramado que hay que atender con lo cooperación trilateral. Un TLCAN ajustado a su papel social y no sólo empresarial es instrumento para ello. Hay que aprovechar lo que los candidatos presidenciales norteamericanos están diciendo.
juliofelipefaesler@yahoo.com
Coyoacán, febrero de 2008.