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Can Vivir, una lección de amor

AP

Un nuevo método de rehabilitación en la cárcel causa revuelo en Puerto Rico.

Rosalina López andaba perdida por la vida, usaba drogas, se prostituyó y cometió un robo de auto a mano armada. Tito, un perro vagabundo negro, merodeaba las calles en busca de comida.

Ambos se encontraron en la cárcel de mujeres, donde a ella le tocó cuidarlo, entrenarlo y alimentarlo como parte de un programa de rehabilitación. A cambio, él le devolvió amor y una lección de paciencia.

“Yo era bien explosiva. Los perros me han enseñado a tolerar, a tener paciencia”, manifestó la joven de 26 años, quien tenía un mes de embarazo cuando entró en la prisión hace cuatro años, y asegura que esas herramientas la enseñarán a cuidar a su niño de 3 años, cuando salga.

La mujer participa del programa Can Vivir, del Departamento de Corrección, que tiene el doble propósito de ayudar a la rehabilitación y promover la adopción de perros callejeros.

López, quien espera salir en unos meses y estudiar para ser chef, se siente querida y defendida por Tito, que será adoptado por la familia de una de sus compañeras de prisión.

Wanda Álvarez, de 33 años y quien también está en el programa, adiestró a Talía, una perrita marrón que tiene una lesión en una patita. “No apoyamos lo que pasó en la libre comunidad, lo que hicieron en el puente ése de tirar los animales”.

Se refirió a la matanza de unos 80 perros y gatos, lanzados en octubre desde el puente Paso del Indio, en Vega Baja, pueblo cercano donde está la prisión. Por ese incidente, tres personas están siendo procesadas.

CARÁCTER Y EDAD

Los perros son recogidos por el Centro de Control de Animales en Carolina. Dorita Mañosa, voluntaria del centro canino Caribe Kennel Club, se encarga de escoger cuáles tienen el carácter y la edad para ser adiestrados. Luego de desparasitarlos, vacunarlos y esterilizarlos, son enviados al programa. Los adoptantes también son cuidadosamente escogidos. Deben ser personas que cuidarán bien al perro, explicó.

Con este programa, “es mucho más fácil que la gente los quiera adoptar”, dijo Eleanor Abarca, también del Caribe Kennel Club.

“Ya hemos graduado 40 perros en los últimos dos años. Esos son 40 perros a los que se les salvó la vida. A la mayoría de ellos los hubiesen matado en el albergue o en la calle”, indicó.

Es la quinta vez que confinadas adiestran canes en dos años. Mañosa dijo que la relación que establecen las confinadas y los perros es tan estrecha, que la mayoría de las familias de las reclusas se llevan los perros a casa.

Cuando llegan los perros a la cárcel es toda una algarabía. Todos ladran a la vez y no entienden instrucciones. En tres meses, con paciencia y bajo la tutela de Abarca, aprenden a caminar guiados por la correa de las confinadas, a sentarse, a acostarse, a caminar entre conos anaranjados y a saltar sobre tablas.

Durante una ceremonia al fin del ciclo de entrenamiento, Wanda Álvarez recibió un reconocimiento de sus compañeras, que la nombraron madrina de los perros, porque se preocupa por todos, dijo Ana López otra confinada del programa.

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