A nueves meses de iniciada, se ha reconocido que es legal la huelga del Sindicato Minero en Cananea, la mayor productora de cobre del país. Por lo tanto, el personal ajeno al órgano gremial tiene que salir de las instalaciones de la histórica mina sonorense, en que trabajaba por un paradójico y contradictorio fallo anterior que permitía a la empresa contratar mano de obra aunque estuviera en curso la suspensión de labores acordada por el sindicato.
Se avizora ya, sin embargo, un nuevo frente de fricciones entre el sindicato y la minera propiedad del Grupo México. Los empleadores están tentando a los trabajadores con el atractivo señuelo de una liquidación individual, aprovechando el clima de fatiga y desasosiego generado por años de enfrentamientos obreropatronales, incluidas periódicas amenazas de la empresa de cerrar la mina. No es remoto que más de un minero acceda a canjear incertidumbre futura por la certeza que ofrecen miles de pesos en la mano, aunque sepan que se trata de una añagaza para que el consorcio encabezado por Germán Larrea salga avante en su propósito de derrotar a Napoleón Gómez Urrutia, que desde Vancouver encabeza el gremio minero a despecho del amplio repertorio de maniobras urdidas por el patrón en connivencia con la autoridad laboral.
Al comenzar el siglo XXI se produjo en Grupo México y en el sindicato minero un relevo generacional. Germán Larrea heredó de su padre la dirección del consorcio y Gómez Urrutia la del organismo gremial. Había cuestiones pendientes entre empresa y sindicato que los enfrentaron casi de inmediato. Aparte las negociaciones laborales propiamente hablando, había el incumplimiento de Larrea de obligaciones adquiridas cuando se compraron al Gobierno las minas de Cananea y de Nacozari. Debía entregar a los trabajadores un porcentaje de acciones y durante años evadió hacerlo mediante juicios que a la postre perdió. Con las acciones en la mano tras sus triunfos procesales, el sindicato las ofreció a Grupo México y obtuvo por ello 55 millones de dólares, que han sido piedra de toque de otros enfrentamientos entre Larrea y Gómez Urrutia.
Con el insolente e insensato apoyo del Gobierno de Vicente Fox, Larrea quiso desembarazarse de una vez por todas de Gómez Urrutia. Su “solución final”, sin embargo, exitosa en el comienzo no prosperó a la larga. El líder sindical sigue firme en el cargo del que se le quiso desplazar y sustituir con un empleado de Grupo México. Y aunque no puede volver a México por averiguaciones penales también alimentadas por Larrea, Gómez Urrutia está en situación de seguir al frente del sindicato, salvo que en la convención del gremio, a celebrarse a partir de mañana se llegara con las autoridades laborales a una solución política consistente en un gomismo sin Gómez, la elección de un nuevo dirigente adicto al que se iría, con el propósito de eliminar la carga de resentimientos personales que infecta la relación laboral en las empresas del Grupo México. En ellas está en curso otro frente litigioso, auspiciado por las actuales autoridades del trabajo que apoyan la sustitución del histórico sindicato minero (el nacido en Pachuca el 11 de julio de 1934) por un membrete cuyo líder se encontró con el tesoro del rencor de Larrea y está sacando provecho de él.
Es notorio, y fácilmente comprobable que el ingrediente psicológico del choque de dos personalidades afecta la relación entre el sindicato y Grupo México, cuyas cabezas han intercambiado acusaciones graves. Se puede apreciar una gran diferencia entre la relación sindical en este caso y la que mantiene con el resto de la industria. Si bien la fuente a que me referiré enseguida es un comunicado sindical, las cifras que ofrece no están sesgadas y son susceptibles de comprobación. En los meses de enero a abril de este año, en la revisión salarial correspondiente a 40 de los 85 contratos que administra, el sindicato obtuvo incrementos de nueve por ciento, equivalentes al doble del tope que han debido admitir agrupamientos sindicales de todo tipo. Igualmente el sindicato ha obtenido para sus afiliados nuevas condiciones en los seguros de vida y en los fondos para educación, vacaciones, ahorro, etcétera.
La huelga en Cananea es ejemplo de otro genero de relación, la basada en desconfianza mutua. Emplazada por violaciones al contrato, la empresa obtuvo el favor de la justicia del trabajo, que en dos momentos a partir del 30 de julio declaró inexistente la huelga. Cuando tuvo que recular, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje decretó que era legal, pero la empresa podía actuar como si no lo fuera. A la postre, sin embargo, la justicia de amparo ha protegido los derechos de los sindicalizados. La huelga va.
No sobra recordar que la mina en Pasta de Conchos donde yacen todavía los cuerpos de 63 trabajadores sepultados por los escombros es propiedad de Industrial Minera México, filial del grupo, En ese caso, provocado por la infracción a las normas de higiene y seguridad, las responsabilidades de la empresa han sido fijadas por la autoridad (aunque salió de ellas con el poder del dinero), pero la tragedia se incubó también por incapacidad sindical para hacer cumplir las reglas y por su dejadez al permitir que laborara en la mina un gran número de trabajadores no-sindicalizados, reclutados por una empresa, General de Hulla, en una práctica que permite a Grupo México incrementar sus ganancias a costa de pagar salarios menores que los pactados con el sindicato.