A últimas fechas, mi ciudad se ha ido llenando de rostros frescos, lozanos y sonrientes, de gente que no sé qué rayos hace pelando los dientes desde espectaculares, gallardetes y letreros de distintos tamaños y pelajes.
Sabemos que es temporada electoral porque los candidatos se dedican a ensuciar las calles con su necia propaganda, que no dice ni propone nada. Y que parece consistir en convencer a los ciudadanos de que son mejores… porque lucen ampliamente la mazorca de dientes que Dios les dio.
No sé de dónde surgió la noción de que los ciudadanos votaremos por aquél (o aquélla) que sonría más, y no por el que haga mejores propuestas o manifieste ideas más avanzadas. O sea, que somos lo suficientemente tontos como para dejarnos llevar por las apariencias, y respaldaremos al que se haya peinado más bonito o tenga mejor odontólogo. Por el cariz que tienen las campañas, mucho me temo que eso es lo que piensan.
Y es que la ausencia de ideas resulta notoria. El PAN nos pide que luchemos por un Coahuila mejor. Sí, ¿y cómo? No hay una sola propuesta en ese sentido, al menos que sea visible entre tanto retrato de los candidatos. Peor aún, no dicen qué entienden por un Coahuila mejor. ¿Cuál es el programa que pondrían en marcha en caso de que los beneficiemos con nuestro voto? Misterio absoluto.
El PRI, por su parte, se dedica a pegarle calcomanías a quien se esté inmóvil más de tres segundos. Y en la propaganda electoral, sus candidatos lucen una camisa roja, que mucho me temo les saldrá contraproducente, dado que nos recuerdan a Roberto Madrazo. Si el PRI cometió el colosal error de postular como candidato presidencial a una alimaña indigna de habitar en cualquier comunidad humana, al menos deberían de cuidarse de recordárnoslo al vestir a sus candidatos con esa indumentaria.
El PRD… bueno, es el PRD. Una entelequia inexistente en el Norte del país, y que difícilmente puede ofrecer algo al país si ni siquiera sabe autorregirse a sí mismo.
A propósito de entelequias, gracias a un pendón colgado de un poste me entero que hay un Partido Cardenista Coahuilense. Y ése sí, para que vean, tiene una propuesta muy concreta. Y francamente jeffersoniana, además. Su lema es “Por el derecho a la felicidad”. ¡Bófonos! Yo no sabía que me habían conculcado ese derecho, y debo por tanto de luchar para que me lo restituyan. Creí que con el regreso del “Hachita” Ludueña y la aplastante defensiva que están luciendo los Acereros ya tenía acceso a la dicha terrenal. Pero según estos señores, he de votar por ellos para obtenerla. Me temo que he de revisar mis prioridades vitales. Y por favor que alguien me informe cuándo se me quitó ese derecho tan humano.
Como se puede ver, las campañas revelan el nivel de nuestra clase política: vacua, sin imaginación ni generosidad, perpetuadora de lugares comunes y desprovista de la más remota noción de modernidad. Y por eso estamos como estamos.