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Cartas revelan sufrimiento de rehenes en Colombia

Malaria, parásitos tropicales, dolencias cardiacas y brotes de diarrea son parte del interminable sufrimiento que padecen los secuestrados en Colombia. (Archivo)

Malaria, parásitos tropicales, dolencias cardiacas y brotes de diarrea son parte del interminable sufrimiento que padecen los secuestrados en Colombia. (Archivo)

AP

Las misivas relatan las miserias de ocho policías y soldados secuestrados por las FARC y que se han convertido en peones del amargo conflicto colombiano.

Malaria, parásitos tropicales, dolencias cardiacas y brotes de diarrea son parte del interminable sufrimiento que padecen los secuestrados en Colombia.

Las cartas de rehenes que entregaron dos secuestradas liberadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia la semana pasada abren la ventana al tenebroso mundo en el que viven entre cadenas los secuestrados.

Las misivas relatan las miserias de ocho policías y soldados secuestrados por las FARC y que se han convertido en peones del amargo conflicto colombiano.

“He llorado tanto que mis ojos están inflados”, dijo a la AP María Teresa Mendieta en su apartamento en Bogotá, al relatar la carta que leyó de su marido, un agente de la Policía que lleva nueve años secuestrado.

Colombia “es el único país del mundo donde las personas ha durado tanto tiempo secuestradas”, dijo Mendieta, quien ha soportado tanta amargura con la ayuda de psicoterapia y medicamentos contra la ansiedad.

El Gobierno colombiano estima que la guerrilla tiene a 750 rehenes, escondidos en la frondosa jungla.

El testimonio del coronel Luis Mendieta es el más elocuente y de mayor dolor de los ocho que entregaron Clara Rojas y Consuelo González cuando fueron liberadas en el sur del país. Ambas compartían cautiverio con ellos.

Mendieta, al que con frecuencia le encadenan el cuello junto a sus compañeros, describe una serie de padecimientos en lo que es su primera comunicación con su familia en cinco años.

En la carta, escrita el 21 de diciembre, señala que sobrevivió a dos ataques de malaria y agregó que en la actualidad padece dolores en el pecho. Indicó que durante unas cinco semanas estuvo tan enfermo que sólo podía movilizarse gateando.

“Me tocaba arrastrarme por el barro para mis necesidades, únicamente con la ayuda de mis brazos, porque no podía levantarme”, escribió Mendieta, el miembro de más alto rango de las Fuerzas de Seguridad colombianas entre los rehenes.

Añadió que hubo momentos en que lo transportaron en camilla y que perdió la mayoría de sus ya escasas pertenencias.

“Necesitan ser liberados ya”, dijo Jenny, la hija de 21 años de Mendieta.

Uno de los rehenes encadenados frecuentemente con Mendieta es el ex gobernador del Meta, Alan Jara, secuestrado desde julio de 2001. En la carta que éste le escribe a su familia dice que sufre de dolores de cabeza crónicos por un parásito que le ha afectado el cerebro, dijo Jenny Mendieta.

“Podría morir en cualquier momento”, dijo.

El ex congresista Jorge Gechem, otro de los ocho, le escribió a su esposa que sufría de una considerable dolencia cardiaca y un dolor severo en la espalda que le impide caminar.

“He pensado en dos alternativas para mi grave caso de salud: la primera que se le pueda solicitar al presidente Fidel Castro que intervenga ante el presidente (Álvaro) Uribe y ante el secretariado de las FARC a ver si es posible mi traslado a un hospital en Cuba para mis tratamientos, si me recupero inmediatamente pasaría a una cárcel en La Habana en mi calidad de rehén político a esperar el intercambio humanitario”, escribió Gechem.

“Quiero seguir viviendo, es mi responsabilidad, pero si no seguimos adelante con los proyectos que hago veo muy prolongado el drama y mi resistencia física no resiste, pues me siento agobiado y cansado”, dijo Gechem, cuya segunda alternativa era mediación de la iglesia y otras figuras en Colombia.

Gechem fue secuestrado en febrero de 2002 cuando las FARC secuestraron un avión comercial y lo obligaron bajar. El incidente llevó al entonces presidente Andrés Pastrana a eliminar la zona de distensión donde se hallaban las FARC.

Mendieta señaló en una carta al director de la emisora radial Caracol que: “Durante estos últimos años hemos creído alcanzar la cima del sufrimiento, pero después de nueve ocho y siete años de cautiverio hemos llegado a la conclusión de que el sufrimiento causado por el secuestro no tiene límites”.

Y “no es el dolor físico el que me detiene, ni las cadenas en mi cuello lo que me atormenta, sino la agonía mental, la maldad del malo y la indiferencia del bueno”.

Más de mil 200 secuestrados han muerto desde 1996

En los últimos once años, en Colombia, han sido secuestradas 23, 401 personas; de ellas mil 288 han muerto en cautiverio; el año pasado, 18 que estaban en manos de las FARC, 11 en poder de la delincuencia común y uno en poder del ELN perdieron la vida. Lo dice Olga Lucía Gómez directora ejecutiva de la Fundación País Libre que lucha contra este delito desde hace 11 años.

“Es absurdo; este delito que degrada a las personas no debería ocurrir en pleno siglo XXI”. De tanto escuchar a las familias de los que sufren esta situación, que degrada la dignidad de la persona, hasta llevarla a ceros, y a los secuestrados a los que ayuda en su proceso de “volver” a la libertad, esta sicóloga conoce, como la que más, el “alma” de los que han vivido este calvario.

Por eso se atreve a afirmar: “el temor más grande que sienten es morir, lejos de sus familias, por enfermedad; sin medicinas, son ellos solos, cuidándose a ellos mismos, tratando de no morir”.

En estos días País Libre, ha alzado de manera enérgica su voz : “Hay que proscribir el secuestro como herramienta política”, dice Olga Lucia; “los grupos armados deben dejar esta práctica antes de sentarse a hablar de paz”. Y en este país de eterno conflicto, las FARC tienen 700 personas en sus cárceles -entre ellos los 43 llamados “canjeables” con los que aspiran conseguir la libertad de sus combatientes en prisión-; el ELN, desde que empezó el último acercamiento con el Gobierno, ha secuestrado a 105 personas; los paramilitares, terminaron su desmovilización el año pasado, sin dar razón de 250 cautivos.

Y tiene un empeño para este 2008: que el país conozca la cara y las historias de todas las 3 mil personas que permanecen en este momento en cautiverio; gente del común que no han logrado el interés de la prensa . Una idea la martilla: “No se puede privilegiar un secuestro sobre otro, no se puede decir que unos secuestrados sufren más que otros, no existe, no hay, una dignidad más importante que otra”.

Por eso, a pesar de apoyar el Acuerdo Humanitario porque representa la libertad de 43 personas, insiste: “el problema del secuestro va más allá; hay que incluir a todas las víctimas”. Y es enfática al mostrar su enojo por la utilización del sufrimiento como rédito político: “Es un tema que no podemos aceptar”, dice rotunda y agrega: “Los autores de secuestros -como las FARC- no pueden ser vistos como salvadores de un país. El secuestro se supera, pero no se olvida. Siempre deja una huella”.

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Escrito en: FARC

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