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Cascos azules mexicanos

Genaro Lozano

NUEVA YORK.- Rosario Green se envuelve en la bandera nacional y dice no; Jorge Castañeda argumentaba que a veces sí, y a veces no; Luis Ernesto Derbez creía que si ya pagamos por ellos, ¿por qué no mandar los nuestros?; y Patricia Espinosa, como ya parece ser su costumbre, prefiere no mover las olas. No hay un consenso a nivel de élites sobre si México debe o no participar en las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, con el envío de los llamados cascos azules.

El tema cobró fuerza con la llegada de la alternancia a México. Para bien, aunque tal vez más para mal, podría decirse que para la política exterior de México hay un antes y un después de Vicente Fox. Durante su Gobierno la política exterior mexicana rompió tabúes. Castañeda asumió una dinámica, y en ocasiones agresiva, batuta al frente del diseño de nuestra diplomacia. El ex canciller cuestionó, desechó o revalorizó uno a uno los principios de política exterior, que para la tradición diplomática priista parecían escritos en piedra. Si el priismo rehusaba entrarle a los temas de la promoción de los derechos humanos, con la excepción de los últimos años del Gobierno de Zedillo, el Gobierno del cambio se metió con todo e hizo de la promoción de los derechos humanos, al menos en teoría, un pilar de la “nueva política exterior”.

Con un enfoque más simplista, o pragmático, Derbez continuó con la reorientación de la política exterior iniciada por su predecesor. Dentro de esos lineamientos, el Gobierno de Fox cabildeó una y otra vez la posibilidad de enviar cascos azules a la ONU. Para el priismo, el perredismo e incluso para algunos sectores del panismo en el Congreso, la idea era un sacrilegio. Los congresistas le recordaron al ex presidente Fox que para ello se necesitaría una reforma constitucional y éste tuvo que dar marcha atrás.

El tema volverá sin duda a colocarse en la discusión en los próximos dos años. Durante la reciente visita de Ban Ki-Moon a México trascendió que durante su encuentro con el presidente Calderón, el secretario general reiteró el “fuerte interés de la ONU de que México participe en estas operaciones”. La próxima semana, cuando inicie la Asamblea General de la ONU, México volverá a ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad y el tema de las operaciones de la paz sin duda será uno de los que más reportará el embajador Claude Heller desde la Misión mexicana. Tal vez por ello precisamente se acaba de incorporar un general mexicano como asesor militar de la Misión Permanente de México.

Los argumentos para que México participe en estas operaciones son amplios y hasta podrían ser válidos. Después de todo es cierto que nuestro país es el décimo contribuyente mundial del organismo internacional, y que si México se precia de ser una potencia regional, participar en este tipo de operaciones le ayudaría a ganar influencia y presencia dentro del organismo.

Después de todo, países como El Salvador, con ejércitos relativamente más pequeños y menos entrenados, han participado en operaciones en Irak. Después de todo, el Ejército Mexicano tiene una amplísima experiencia en zonas de desastres y su capacidad no está en duda.

Sin embargo, los argumentos en contra parecen ser los más convincentes. De entrada hay un ambiente político en México adverso a esta iniciativa. La diplomacia calderonista se encaminaría a repetir el error de Fox si decide dar luz verde a cabildear el tema. Como demuestra la encuesta México y el Mundo 2006 (COMEXI-Cide), no hay una mayoría de mexicanos que apoye la participación de México en operaciones de paz de la ONU. Sin embargo, el principal argumento en contra de mandar cascos azules mexicanos radica en el contexto de inseguridad que actualmente se vive en México. En nuestro país el Ejército realiza labores de seguridad pública, ante la falta de confianza en las instituciones policiacas que deberían ser las encargadas de ello.

Ante esta evidencia, muy fácilmente un senador de cualquier partido podría argumentar que no es el momento de quedarnos sin 40, 100 ó 1000 militares mexicanos. Un senador más aguerrido podría incluso proponer en cambio que México pida cascos azules, en lugar de enviarlos. La batalla por los cascos azules está perdida.

Politólogo e Internacionalista

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