Señalan analistas que a largo plazo, si los autores no son identificados, quizá la próxima persona que busque la fama no jalará el gatillo, porque ‘entenderá que no vale la pena’.
“Sólo piénsenlo”, escribió en su nota póstuma el joven de 19 años que perpetró una matanza en un centro comercial de Omaha. “Voy a ser... famoso”, agregó, con una palabra obscena intercalada.
Tenía razón. Al menos por un tiempo, muchos conocieron su nombre.
¿Acaso los medios informativos debieron haberle negado a Robert Hawkins la fama que codiciaba, al no identificarlo por su nombre? Es una idea sugerida por varios columnistas de la prensa desde que ocurrió el ataque, que dejó ocho víctimas mortales, a comienzos de diciembre.
Después de todo, añaden los defensores de esta idea, ¿por qué esos asesinos, incluso si se suicidaron como Hawkins, deben conseguir precisamente lo que desean? A largo plazo, si los autores no son identificados, quizá la próxima persona perturbada y solitaria que busque la fama no jalará el gatillo, porque entenderá que no vale la pena.
“En el mundo de las comunicaciones, prácticamente le dimos a este chico todo lo que quería, de manera póstuma”, escribió Jon Friedman, analista de los medios informativos. Su opinión se ha unido a otras surgidas en las últimas semanas para sugerir que los autores de matanzas semejantes no sean mencionados por su nombre. “Debería darnos vergüenza... Muéstrenos cierta clase y agallas, por favor”.
Aunque la idea parece sensata, hay al menos tres argumentos sólidos en contra. El primero se refiere a la naturaleza del periodismo y su deber de dar al público la información más completa posible sobre los hechos de interés.
Otro, según varios criminólogos y psicólogos forenses, señala que la medida no disuadiría a otros asesinos, quienes suelen estar más interesados en el crimen en sí mismo que en el perpetrador.
Finalmente, hay un argumento práctico: incluso si los medios noticiosos acordaran por unanimidad no revelar el nombre, ¿quién podría detener las especulaciones en la Internet, que podrían causar daños a muchas personas mediante rumores e insinuaciones?
“Estoy indeciso”, dijo Shawn Johnston, psicólogo forense que ejerce de manera independiente en Sacramento, California. “Por un lado, quiero saber quiénes son estos criminales. Por el otro, me parece justa la idea de que se les niegue esta ráfaga de fama meteórica: ‘Muy bien, sociópata; nadie sabrá siquiera dónde está tu tumba”’.
SIN IMITADORES
Si se oculta la identidad del criminal, ¿se reduciría la probabilidad de que otros lo imiten? Quizá, pero sólo un poco, consideró Johnston.
“Sería ridículo suponer que esto reduciría seriamente este tipo de crímenes”, dijo.
Añadió que estos asesinos no actúan principalmente movidos por un deseo de fama. Lo que realmente los asemeja es “una furia desbordada y el narcisismo. Son jóvenes que se enamoran de su ira, que oscurece sus corazones y sus almas”.
James Alan Fox, profesor de criminología y autor de cinco libros sobre los autores de matanzas, piensa que ocultar los nombres resultaría casi irrelevante, porque de cualquier forma, la gente rara vez los recuerda.
¿Cuántos pueden citar siquiera los nombres de los asesinos en la escuela de Columbine, Eric Harris y Dylan Klebold, o el de Seung-Hui Cho, el agresor en el Virginia Tech?, preguntó Fox.
“Lo que recuerda la gente es el lugar”, añadió el profesor de la Universidad Northeastern. Y desde luego, también se recuerdan los crímenes.
Los imitadores se sienten inspirados “por el acto, no por la celebridad del actor”.
Otra criminóloga dijo que para que cualquier cambio en la forma de manejar la información tenga un efecto de disuasión, habría que suponer que los potenciales asesinos piensan de manera racional.
“En la prevención del crimen necesitamos concentrarnos en temas como la seguridad”, dijo Kristy Holtfreter, de la Universidad Estatal de Florida. “Por ejemplo, dificultar la introducción de armas en lugares públicos, en vez de algo que tendría un efecto menos relevante, como no mencionar al agresor”.
Friedman, quien planteó el asunto en su columna dentro de la página MarketWatch.com, dijo que no puede predecir los resultados de la medida en los potenciales asesinos. Pero expresa que siente desagrado cuando ve el nombre publicado.
PIDEN ACUERDOS
“Quiero negarle lo que él quería, tal como él les negó la vida a ocho víctimas inocentes”, escribió el columnista Michael Mayo, en Sun-Sentinel.com. Eric Zorn, del Chicago Tribune, pidió un acuerdo entre las publicaciones, la radio y la televisión, para usar el nombre y la imagen de estos asesinos “lo menos posible”.
Y Gil Gross, periodista de la radio, escribió en Newsday.com que se abstendría de mencionar en el aire el nombre del asesino.
Gross reconoció que su decisión difícilmente sería emulada por otros en la actividad.
“Sin embargo, lo que podemos hacer es retirarle la condición de celebridad a estas personas. Podemos encabezar esto con las víctimas. Podemos negarnos a rastrear a todos los que conocieron al asesino en la escuela”.
Fox, el criminólogo, coincide.
“El dar una condición humana a los asesinos es un exceso”, señaló. “Cuando informamos sobre su bebida favorita o el tipo de mascota que tenía, le estamos dando una condición humana a alguien que no la merece. Estos detalles añaden poco a nuestra comprensión y a nuestra capacidad de predecir otros crímenes”.
Fox también está en contra de identificar una matanza como “la peor en una escuela” o “la peor en la historia dentro de un centro comercial”.
“Simplemente estamos desafiando a otros para que sean los nuevos dueños del récord”, dijo.
Cuestionó también la difusión de las imágenes de las cámaras de seguridad, que mostraron a Hawkins de pie con su AK-47 en el centro comercial.
“Esto muestra a alguien que tiene el poder, y no mejora en nada la cobertura”, consideró.
