“El infierno sería soportable si no existiera la palabra ‘paraíso’”.
Eduardo Mallea
Quizá así debería ser el futuro del turismo en México. No se trata nada más de generar ingresos, sino de hacerlo de una manera que permita sostener el ambiente en el largo plazo.
Este fin de año estuve cuatro días en Celestún, Yucatán, en la punta occidental de la península, muy cerca ya del estado de Campeche. En el lugar se encuentra una reserva de la biosfera con una ría —una amplia desembocadura de aguas dulces que se mezclan con el agua salada del mar— que alberga una amplia riqueza natural de pantanos, manglares y fauna.
Me hospedé en un hotel llamado Eco Paraíso Xixim, el cual hace honor a todo su nombre: Eco, por ecológico; Paraíso, por la belleza física del lugar en que se encuentra; Xixim, por las numerosas conchas en su playa (xixim significa, precisamente, concha de mar en maya).
El hotel cuenta con apenas 15 habitaciones. Cada una tiene dos camas matrimoniales, un sofá que puede convertirse en cama adicional, un baño con ducha y un porche abierto con dos hamacas y dos sillones. Además el hotel tiene una piscina, un restaurante, una sala de juegos y acceso a una amplia playa de arenas muy blancas.
No hay en Xixim teléfono ni televisor ni Internet en los cuartos, lo cual es un problema para alguien como yo, adicto a la información. Pero en caso de que uno sufra de síndrome de abstinencia, siempre hay un televisor en un área común con servicio de Sky así como Internet en la recepción. Debo reconocer que yo me sorprendí a mí mismo al lograr pasar los cuatro días sin consultar una sola vez el Internet.
Xixim es todo lo que no es un hotel típico de Cancún. La vegetación es la natural del lugar; no ha sido reemplazada por esos pastos importados que pintan de un verde artificial los jardines de los grandes hoteles de los destinos turísticos más populares y que modifican de manera radical el ambiente. Las construcciones son bajas y de techos de palma, hechas para resistir los embates de los huracanes (la única excepción es un alto mirador de metal que, como pecado de orgullo, ha sido semidestruido por los huracanes). Los espacios entre cada cabaña son muy amplios. Las edificaciones del hotel, de hecho, empiezan a surgir al fondo de la segunda duna de la playa, después de un pedazo amplio de vegetación agreste, por lo que la playa no ha sido erosionada por los vientos de los huracanes, como ha ocurrido en Cancún.
La zona, como consecuencia de su cercanía a la ría de Celestún, tiene una intensa vida natural. Y esto incluye una amplia población de mosquitos. El hotel, sin embargo, ha colocado en los senderos del hotel una serie de aspersores de piretrinas, un compuesto natural que tiene cualidades insecticidas y que se extrae de las flores de crisantemos. Aun este insecticida natural, sin embargo, se difunde en pequeñas dosis. La cantidad no es suficiente para acabar con los mosquitos, o los alacranes u otras especies de animales, pero sí vuelve más tolerable la vida para quienes llegan al lugar durante unos días y no tienen tiempo de desarrollar una resistencia natural a los mosquitos. De todas maneras las camas en las habitaciones cuentan con mosquiteros y el hotel proporciona cremas repelentes de mosquitos.
El agua que se utiliza en el hotel es extraída de pozos y es originalmente salobre. El hotel aplica dos procesos de purificación. Uno, más ligero, se emplea para producir el agua para duchas, baños y piscina, la cual mantiene un sabor ligeramente salado, pero no desagradable. El agua para beber, en cambio, es filtrada, sometida a luz ultravioleta (que tiene cualidades bactericidas) y limpiada por ósmosis. Su sabor es dulce como agua de manantial.
En contraste con la enorme mayoría de los hoteles de playa en México y el mundo, Xixim no arroja sus aguas residuales al mar. El hotel tiene dos sistemas de drenaje lo cual le permite dar un tratamiento diferente a las aguas grises, que son limpiadas y reutilizadas, y las aguas negras, que se procesan con gusanos y bacterias naturales que permiten la producción, junto a los desechos orgánicos de la cocina, de una composta parta cultivos. Nada del agua se tira al mar, lo que explica la extraordinaria limpieza de las aguas del lugar.
Con sus apenas 15 cuartos, Xixim no se ha convertido precisamente en un gran éxito comercial. En sus 11 años de existencia, sin embargo, ha generado poco a poco una reputación importante. El lugar es ideal para simplemente descansar, pero también sirve de base para llevar a cabo excursiones en la ría de Celestún, que tiene uno de los ecosistemas naturales más hermosos de nuestro país.
En los cuatro días que estuve ahí tomé dos excursiones, una nocturna para ver cocodrilos y otra diurna para ver aves, entre ellas flamencos (en inglés flamingos). También es verdad que leí un grueso libro de antropología social que llevaba meses en mi buró y la mitad de una biografía de Carlomagno. No me imagino que pudiera haber avanzado tanto en mis lecturas pendientes en un lugar distinto a Xixim.
RUIZ HARRELL
Con mucha tristeza me entero al regresar a México de la muerte de Rafael Ruiz Harrell. Mucho nos enseñó este hombre sabio acerca del crimen y sus condicionamientos sociales. Un espacio enorme deja en el mundo intelectual mexicano la muerte de Ruiz Harrell.
Página de Internet: www.sergiosarmiento.com