EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Cierra un ícono

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Durante los cuarentaitantos años que duró la Guerra Fría, ciertos lugares pasaron a convertirse en íconos, memorias instantáneas, de los acontecimientos de aquella era. Así, no se puede ver el espejo de agua frente al monumento a Lincoln, en Washington, sin recordar las manifestaciones en pro de los derechos civiles (y a Forrest Gump casi nadando para alcanzar a la dulce Jenny); o mirar el mausoleo de Lenin, sin que vengan a la mente los mastodónticos desfiles del poderío militar soviético, cuando presumían sus nuevos misiles y la manera tan estúpida en que gastaban los pocos recursos que tenían.

Por su misma situación, condición e historia, en Berlín abundan los sitios icónicos. Por supuesto, está el Muro… los pocos metros que quedaron en pie luego de que la nefasta pared fuera demolida en cachitos… básicamente para embolsar los pedazos en celofán y vendérselos carísimos a los turistas. En vista de la cantidad de esos recuerdos que se venden en Berlín, uno pensaría que ahí estuvo no el Muro, sino la Muralla China.

Otro lugar sentimentalmente importante, y que aparece en no pocas películas de aquellos tiempos, es el Puesto de Control Charlie, uno de los pocos cruces entre Berlín Occidental y Oriental. Ahí se llevaban a cabo los intercambios de espías prisioneros, y era donde americanos y soviéticos se veían jeta a jeta, tanque a tanque, cuando se encendía una crisis… lo que en ciertos tiempos, era bastante frecuente.

Pues bien (o pues mal): el pasado viernes fue clausurado uno de esos lugares icónicos, cuando el Gobierno de Berlín cerró el aeropuerto de Tempelhof. Muchos berlineses viejos protestaron, y sobraron quienes enjugaron alguna lágrima furtiva.

El edificio del aeropuerto de Tempelhof sigue siendo una de las estructuras más grandes del mundo. Fue construido en la época nazi como una muestra más de la supuesta superioridad de los arios, y en su tamaño colosal se ve el esfuerzo. Pero más que nada, a Tempelhof se le recuerda como el principal aeropuerto usado durante el Puente Aéreo que sirvió para librar el bloqueo terrestre que en torno a Berlín Occidental impusieron los soviéticos durante once meses, entre 1948 y 1949.

En ese lapso, los americanos y sus aliados transportaron por aire 25 millones de toneladas de bastimentos a la ciudad sitiada. Ello salvó a Berlín Occidental de morir de hambre, o de tener que rendirse ante las presiones soviéticas y pasar a formar parte del imperio de Stalin. Aquél fue un punto de inflexión, de gran importancia para el futuro no sólo de Alemania, sino de Europa.

Pero el tiempo pasa, y Tempelhof ya no podía dar servicio a los nuevos aviones más grandes y que requieren más pista. Así que se decidió cerrarlo. Como decíamos, muchos viejos berlineses lloraron, recordando que por ese mamut de concreto les llegó la vida y la esperanza, en aquellos aciagos días de hace sesenta años.

En fin, que el progreso, cualquier cosa que eso sea, se lleva íconos, recuerdos y memorias. Sic transit gloria mundi.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 390561

elsiglo.mx