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Cinecrítica/ La caída sin fin de Persépolis

Max Rivera 2

Calificación: 4 estrellas de 5

He escuchado una defensa más o menos convincente del Islam, que justifica su atraso actual con respecto a las otras dos grandes religiones monoteístas.

Dice que la rigidez y el subdesarrollo que apreciamos en las teocracias islámicas actuales responde a la relativa juventud de la religión, 700 años más joven que el cristianismo (recordemos que hace siete siglos la Europa católica estaba aún sumida en el medievo).

Sin embargo, el Islam llegó a ser durante largos períodos históricos la vanguardia del arte y la ciencia. ¿Qué les ocurrió? De entre un montón de factores señalo a mi culpable favorito: el extremismo religioso. Síntoma y catalizador de desórdenes profundos, es una ceguera autoinducida, destructora infalible de las grandes civilizaciones.

Persépolis, la excelente película animada que nos llega con más de un año de atraso, me gusta aún más porque confirma mis fobias y temores a la temible mezcla de religión y Estado.

Persépolis es la autobiografía de Marjane Satrapi, adaptada de un par de novelas graficas (cómics, pues), escritas por ella misma, obviamente. Al momento de llevarla a la pantalla, Marjane y sus colaboradores tomaron la acertadísima decisión de conservar intacto el estilo del dibujo, aparentemente simple, pero tremendamente expresivo. Y en blanco y negro, para acabar.

La animación de Persépolis, está más cerca de los monos de palitos infantiles que de la exhuberancia tridimensional de Ratatouille, cinta con la que perdió el Oscar. Sin embargo, el estilizado y sobrio diseño de personajes y fondos, así como la elegancia de la puesta en escena, la hacen una experiencia interesantísima.

La película narra la infancia y juventud de Marjane, hija de una familia acomodada iraní con ideología de izquierda. Es 1979 y grupo familiar mira esperanzado la caída del Sha de Irán y busca participar en la construcción de una sociedad más justa. Pero son los Ayatollas quienes suben al poder, con las políticas intolerantes y represivas que tan bien le conocemo al fundamentalismo Islámico.

La vida de Marjane toma un giro esquizofrénico: en casa, con su familia y amigos, es una joven libre pensadora y occidentalizada, mientras en la calle debe someterse a la conducta sumisa que el régimen espera de las mujeres.

Persépolis es un curso intensivo de la historia reciente de Irán, sus pugnas y guerras, aunque vista desde la perspectiva de una joven pudiente, no lo olvidemos. Al alcance de su familia están muchos lujos, entre ellos, la posibilidad de irse a Europa, como lo hace dos veces. Aún así, Marjane no encuentra la paz, su nostalgia es del peor tipo, pues no añora regresar al lugar que fue, sino al que pudo ser.

Irán no es Afganistán. Según declaran internautas supuestamente iraníes en los foros de la imdb.com; la película puede encontrarse en videoclubes de su país, con la única censura gubernamental a las escenas de actividad sexual. Pero un poco de censura es ya demasiada.

En las elecciones del martes pasado, el mundo se inclinó un poco más hacia el laicismo, con el electorado norteamericano rechazando a la derecha evangélica cristiana, y sus guerras y maniobras financieras supuestamente inspiradas por Dios.

Para ciertos gobiernos, la tentación de Cristo (o Mahoma) es grande. Calderón mismo, escudado en dolor genuino, despide a su Secretario de Gobernación, un joven poderoso y rico, torciendo las palabras del Sermón de la Montaña, el mensaje supremo de esperanza que Jesús dedicara a los marginados y desposeídos.

Por nuestro bien recordemos siempre la otra cita famosa del mismo autor. Ustedes saben cual, aquella de Dios y el César.

mrivera@solucionesenvideo.com

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