Calificación: 3 estrellas y media de 5
EXPIACIÓN, PUNTO
Va una felicitación al querido Pancho Sánchez por la presentación de su nuevo libro “EL CINE NUEVO DEL NUEVO SIGLO” (puede encontrarlo en Gandhi.com.mx), allá en el DF. Se trata de una colección de reseñas de algunas de la cintas que más le han gustado en lo que va del siglo XXI, escritas en un estilo que es amena mezcla de erudición con vulgaridad y que antepone, como todos mis críticos favoritos, la visceralidad a la academia. Pancho establece una relación sentimental con las películas, como si narrara acontecimientos de su propia vida. Describe a sus cintas predilectas como si se tratara de amantes, y las que le desagradan, como ex esposas. Aplaudo también la valentía de hacer pública una lista con sus veinte cintas favoritas (estas listas son más polarizantes que la reforma energética), en la que sorprendentemente se encuentran cinco producciones de este siglo, todas exhibidas comercialmente en Torreón. Es refrescante que en su lista, como en el resto del libro, no se limite a oscuras referencias cinecluberas, y permita una lectura disfrutable hasta para el más casual de los cinéfilos. Bravo, Pancho, que sigan muchos libros más.
Respecto a Expiación… ¿cómo decirlo sin espantarle? me resultó, mientras la veía y aún ahora que escribo, una experiencia desagradable, físicamente molesta. Esto no implica que no me gustó o que no la recomiendo. Al contrario. Siento que es importante tener en el catálogo de emociones capturadas en celuloide, una historia que ejemplifique el poder destructivo de esa forma concentrada de envidia que son los celos fraternos. Quien se acerque a este como a todos los dramas, con ánimo ligeramente masoquista, sepa que lo espera, en etéreo disfraz de foto preciosista, una cinta sádica.
La primera parte de Expiación es la crónica de un día de verano de 1935, uno sólo, que inicia con promesas sensuales para una pareja de jóvenes adolescentes en la finca de una pudiente familia inglesa. Él es hijo del ama de llaves, ella, de los patrones. Una pequeña pelea les descubre la fuerte atracción sexual que sienten desde hace tiempo. Él le escribe una nota formal de disculpa, pero le envía por accidente otra, juguetona e impúdica, que había escrito para desahogarse. Para sorpresa de ambos, la nota lujuriosa desencadena una reacción ídem, y tienen relaciones en la biblioteca. La bronca es que la hermana menor de la joven ha sido testigo de cada uno de los acontecimientos, y su reacción de indignación y celos (a ella también le gusta, aunque inocentemente, el muchacho), la llevará más tarde a hacer acusaciones que joderán por siempre la vida de los tres.
El joven es encarcelado con testimonios falsos (y aún así más sólidos que los que va a requerir cualquier policía para catearnos o arraigarnos, con la reforma), y su enamorada se ira de la casa paterna. La hermana menor se dará cuenta del alcance de sus actos, y con el paso de los años intentará inútilmente borrar sus culpas como enfermera. El joven se alista en el ejército y forma parte de la evacuación de Dunkerque, que para los ingleses es una victoria dentro de una derrota, como el 5 de mayo mexicano. Las de Dunkerque son escenas muy bien hechas pero larguísimas, que poco aportan al drama central, como no sea mover el dedo dentro de la llaga de la separación. Pero la verdadera crueldad de Expiación será ver la segunda parte a través de los ojos mentirosos de la hermana, que es peor que ser guiado por el Keyser Soze de Los Sospechosos Comunes. La cinta es pura expiación, sin absolución posible.
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