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Cinecrítica

Max Rivera 2

Sin lugar para academias débiles

Cuatro estrellas de cinco

Ver a los hermanos Coen recibiendo seis premios Oscar, entre ellos los de mejor película, resultó extraño y maravilloso. La maravilla es por contemplar un acto de justicia en un lugar en que raramente se dan, por presenciar el momento en que Hollywood da muestras de madurez, decide ponerse a la altura de Cannes y entrega su mayor reconocimiento a dos de mis más admirados cineastas. La extrañeza viene luego de ver la cinta, que resulta la más oscura, pesimista, austera y tortuosa de la filmografía de los Coen. Cuantimás entre las que se han llevado el Oscar.

Sé que cuando la Academia (que es un organismo heterogéneo con miembros de coeficiente intelectual muy variado) entrega premios como este, en realidad esta premiando la carrera de los cineastas. Pero no veo la urgencia por reconocer a los Coen, un par de tipos jóvenes (muucho más que el Scorsesse del año pasado) que lo recibieron con indiferencia entre cool y autista. La academia también suele premiar la agenda ideológica de la película (casi siempre liberal, bendita sea), pero no es el caso Sin Lugar Para Los Débiles, un ejercicio frío y apolítico sobre la violencia y el azar.

La historia, basada (casi calcada, dicen) en la novela de Cormac McCarthy inicia presentándonos a Antón Chigurh, un asesino metódico y despiadado que Javier Bardem inmortaliza con una interpretación tan meritoria como la de Anthony Hopkins con Hannníbal Lecter, aunque de menor viabilidad financiera para su explotación en secuelas. Ni Bardem ni los Coen (que aún tienen que explicarnos la extraña incursión en aguas comerciales que hicieron con El Amor Cuesta Caro) parecen de los que se prestan a eso.

Chigurh es contratado para buscar a un vaquero pobre que, cazando en el desierto tejano, se encuentra con un montón de cadáveres de narcotraficantes, en lo que obviamente es resultado de una compra de mercancía que salió muy mal. También se encuentra dos millones de dólares, y al decidir quedárselos, atrae la atención de Chigur y mucha gente más que ningún hombre común y corriente quisiera conocer.

Pero el vaquero no cree ser común y corriente, y resulta, por momentos, que tiene los arrestos para involucrarse en la persecución que sigue. Dos pasos atrás va el casi retirado Sheriff del pueblo (el sensacional Tommy Lee Jones), que será el centro moral de la historia. Este juego de ratón, gato y gato viejo y cansado, es montado con precisión matemática por los Coen, que vaya que gustan de jugar con sus ratoniles espectadores. Hay similitudes entre los héroes de Sin Lugar Para Los Débiles y Fargo, su inteligencia práctica, su honorabilidad, su azoro ante la violencia gratuita. Pero mientras la Sheriff embarazada de Fargo lleva en su vientre el símbolo de la esperanza y el optimismo, el agotado Tommy Lee, no puede ni quiere entender el nuevo mundo del crímen, tan lejano a la ética del vaquero arquetípico.

Sin Lugar Para los Débiles es una excelente cinta, aunque no mi favorita de los hermanos. Tampoco será la favorita de quienes entren inadvertidamente a verla, creyendo que pesa más el veleidoso Oscar que la sorna de los Coen. Que se merecen el premio, pero no lo necesitan.

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