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Cinecrítica

Max Rivera 2

Calificación: 4 estrellas de 5

Horton y El Orfanato

En una célebre charla en la universidad de Cornell, Carl Sagan se refirió a una impresionante fotografía tomada por la sonda Voyager, en la que apenas se aprecia el minúsculo planeta Tierra, brillando diminuto en la negrura del espacio. Sagan, científico, divulgador, poeta, resume nuestra historia y posición en el universo: “Allí es aquí. Es el hogar. Somos nosotros. El agregado de nuestras dichas y penas… miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas… cada santo y pecador de nuestra historia ha vivido allí. En una mota de polvo, suspendida en un rayo de sol.”

Es una cita que tengo a mano siempre. Por eso no podía dejar de ver a Horton, el elefante leal, en su odisea por salvar al diminuto mundo de los Who, a través del lente de Sagan. Los Who son una sociedad despreocupada y armónica, que habita una pequeña partícula. Cierto día, el viento inicia una reacción en cadena que desprende al mundo de los Who de su apacible y segura ubicación, y lo pone a flotar sobre los riesgosos rincones de la selva de Nool. Horton, escucha las voces de los Who, captura la partícula y logra ponerse en contacto con el alcalde de la villa Who. Por desgracia, sólo los dos son conscientes de la existencia de ambos mundos, y al no lograr convencer a sus respectivos coterráneos del hallazgo, sufren de burla y persecución.

Hay en la película infantil muchas subtramas que tocan asuntos de relevancia ética: desde el respeto a las opiniones y personas diferentes, el respeto a los ecosistemas ajenos, la autocomplacencia de los beneficiarios del status quo, el cuestionamiento a las autoridades ineptas, la unidad comunitaria en emergencias… en fin, tantos de mis temas favoritos que empecé a preguntarme si mi cerebro, tan políticamente excitable, no estaba viendo más de lo que hay.

Pero al conocer un poco sobre la vida de Theodor Seuss Geisel, alias el Dr. Seuss, descubrimos que el bienamado escritor y dibujante norteamericano de cuentos infantiles, fue durante años caricaturista en el diario izquierdista PM, y ácido crítico del partido republicano. Cuando una de las frases recurrentes de Horton, “una persona es una persona, sin importar su tamaño” fue utilizada por grupos Pro-Vida, Seuss y su viuda interpusieron demandas. El autor invoca un concepto mucho más amplio de las pequeñas personas que merecen respeto. Como este, hay muchos principios que defiende Horton y el Mundo de Los Quién, que son excelentes para la sumamente influenciable mente de los pequeños. Ojala algunos se les peguen, pues también son sumamente distraídos.

Cambiando de tema. Da gusto cuando llega una buena película de horror, ya que son tan pocas las verdaderamente rescatables. El Orfanato, del español Juan Antonio Bayona, es una muy buena variante sobre el tema de las casas poseídas por espíritus, con una mezcla potente de angustia materna y abandono infantil. El Orfanato logra lo que desesperadamente buscan las cintas de su género: añadir un ícono a la galería histórica de personajes aterradores, en este caso, con la imagen terrible del niño deforme cuyo rostro ocultan con un costal. En El Orfanato (como en muchas de las buenas cintas de miedo) los fantasmas nacen de la tragedia, y a la tragedia buscan volver. Tientan a los vivos una y otra vez, buscando incorporar nuevos miembros a su círculo de desgracia, en el que todos serán perfectamente infelices (¿felices?) para siempre.

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