La Zona del roce
Calificación: 3 estrellas y media de 5
La Zona es una comunidad defeña de muy elevado nivel económico, que busca separarse del cinturón de miseria que la fue rodeando paulatinamente (o en el que conscientemente se enclavó, aprovechando una ganga de terrenos ejidales), mediante altísimas murallas con púas y sistemas de vigilancia dignos de Almoloya. El deseo de distanciamiento con el resto de México se manifiesta también en su diseño arquitectónico, versión más pudiente de la Wisteria Lane de Esposas Desesperadas. A este protegido capullo se cuelan, en una noche de tormenta, tres aspirantes a raterillos, uno de los cuales rápidamente se gradúa como homicida. Los habitantes de La Zona responden a la intromisión con rabia. Ejecutan a dos de los intrusos y organizan partidas de caza para eliminar al tercero, que se esconde en el sótano de uno de los organizadores y será descubierto por su hijo, un chavo buena onda y nada rajón.
Son varios los aciertos de la película La Zona, del debutante uruguayo Rodrigo Pla. Uno de ellos es utilizar la estructura del thriller, que permite que la trama avance, con bien lograda tensión, conforme los malos (los ricos linchadores) o los menos malos (los policías resentidos y corruptos) se acercan a encontrar al fugitivo. ¿Quién lo hallará primero? ¿Hará alguna diferencia?
Otro acierto importante es narrar su historia desde el punto de vista de los ricos, más interesantes que los pobres por las manifiestas contradicciones entre su nivel de educación y su salvaje sentido grupal de conservación. De narrarse desde el lado de los raterillos, la cinta había pasado a ser una muestra más del quejumbroso cine del jodidismo.
Los habitantes de la zona, aunque disientan e incluso algunos deseen sublevarse, nunca llegan a dar los ridículos espectáculos separatistas del PRD porque los une la disciplina impuesta por el mejor aglutinante: el poder económico. Entre ellos vaya que se cultiva y nutre la conciencia de clase, indispensable para mantener boyante la paradisíaca isla amurallada. Pla presenta un fascinante retrato de esa parte de la clase alta mexicana, que aspira a la refinación de una aristocracia que en México nunca existió, mientras carga con la herencia y los modos toscos de la corrupción y el agandalle político, o de la explotación brutal de la hacienda.
Notable también la calidad de la producción de la cinta, que tuvo acceso a locaciones con niveles de lujo que hicieran creíble la premisa. Para mi archivo personal quedará la impresionante imagen de los chicos del colegio, que en uniforme de saco escarlata buscan al intruso en un bien cuidado campo de golf, mientras al fondo se aprecian surrealistas cerros tapizados de casuchas.
La Zona bien puede funcionar, a nivel internacional, como una metáfora de la frontera blindada estadounidense y su trato xenofóbico al inmigrante. Pero una posible interpretación a nivel doméstico es la que más me alarma: del mucho dinero que se ha sacado a Pemex, ya sea como caja chica del gobierno federal para pagar a su burocracia, o en gastos de emergencias, o a programas sociales; o de los opaquísimos gastos que los gobiernos estatales y municipales hacen de los excedentes petroleros; de toda esa lana, algo ha llegado a los más fregados. Algo ha servido para mantener el precario equilibrio. ¿Qué pasará cuando a los habitantes de La Zona se les ocurra que es buena idea vender la barda que los protege?
mrivera@solucionesenvideo,com