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Cinecrítica

Max Rivera 2

Calificación: 2 estrellas y media de 5

Indiana Jones 4: La nostalgia regurgitada

La intención original de Spielberg con la serie de Indiana Jones era recrear el tono de los seriales de aventuras de los treinta, que se exhibían entre las películas principales y que fueron tan queridos para el creador del personaje, su amigo George Lucas. Existió entonces el objetivo de recuperar la ingenuidad y simpleza de las tramas, su narrativa episódica y la unidimensionalidad de sus héroes y villanos. El resultado fue un cañonazo histórico, que más que homenajear, dejó hechos polvo a los seriales de antaño, con una inyección de recursos económicos e imaginación que los realizadores de los breves cortitos de relleno jamás habrían soñado.

Los Cazadores del Arca Perdida pusieron el estándar tan alto, que era de esperarse que sus secuelas no lograran alcanzarlo. Y no lo lograron, pero lo intentaron. El éxito parcial de las dos primeras secuelas se debió, pienso, a su proximidad temporal con la original.

A Spielberg debió resultarle más fácil recuperar el “feeling” y conectarse con su niño interno. Hoy, a 19 años de distancia de La Última Cruzada, y con Schlinder, Munich, e Inteligencia Artificial de por medio, el director tiene la gracia infantil de Chabelo. El intento de involución, de downgrade de Spileberg, tiene más momentos patéticos que inspirados. Para acabar pronto, con La Calavera de Cristal casi logra hacerle a Indiana Jones lo que le hizo a Peter Pan con Hook.

La acción de la nueva cinta se sitúa en Nevada (en el celebre hangar 51, imagen final de la primera cinta), en Perú y en la selva amazónica, pero se filmó enteramente en Estados Unidos, un dato que simboliza la endogamia intelectual de la cinta, que se nutre, cita y plagia descaradamente la propia serie. El nuevo reto de Indiana es rescatar una calavera de cristal, de origen extraterrestre, de las manos de un pelotón ruso que se infiltra con facilidad asombrosa en la paranoica Norteamérica de la guerra fría.

Lo acompaña en su misión un joven antipático que podría o no ser su hijo, un secuaz que podría o no ser traidor, y su antigua novia de la primera película, a quien los despiadados años han robado inteligencia, bravura y belleza. Y sus enemigos son ahora, apropiadamente, los rusos comunistas, que pese a su fortaleza olímpica, van cayendo uno a uno, vencidos por las acrobacias sexagenarias de nuestro héroe.

Indiana Jones 4 es una decepción, y aunque no está desprovista de momentos verdaderamente emocionantes, como su arranque nuclear, o de imágenes perdurables, como la revelación final del transporte original de las calaveras de cristal; pese a algunos buenos ratos, la falta de una propuesta novedosa para el personaje por parte de un maestro que ha sabido reinventarse cada década, provoca el deseo de olvidar el nuevo capítulo y cerrar el libro en las más felices páginas anteriores.

Trataré pues de sepultar al nuevo Indiana, incapaz de acusar su edad y dueño de un récord de puestos y honores militares que aparecieron de ningún lado. Añoraré al profesor universitario que enloquecía a las alumnas, que despachaba odiosos nazis y, que al desenterrar reliquias bíblicas, les restauraba el misticismo. Ese seguirá siendo mi Indiana Jones, símbolo de mi alianza con el mejor Spielberg, atesorado por siempre en las cavernas doradas de mi memoria.

mrivera@solucionesenvideo.com

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