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Cinecrítica

Max Rivera 2

Calificación: 4 estrellas de 5

Kung Fu Panda: reza un antiguo proverbio Hollywoodense

Según leo en la revista Slate (va perdiendo sentido el precisar si es electrónica o impresa), el éxito logístico de los parques de Disney se debe a una sabia política en el manejo de las expectativas de los clientes: “underpromise and overdeliver”. Esto es, prometer de menos, entregar de más.

Durante semanas los avances de Kung Fu Panda (y un no tan simpático corto del personaje principal de la cinta invitándome a apagar mi previamente apagado celular), hicieron precisamente eso, prometerme de menos. Ahora, que con paternal resignación acudo al cine acompañando de esposa e hijo, en una sala atiborrada por un público adulto e infantil tremendamente receptivo (casi el focus group soñado por Dreamworks), la película me toma por sorpresa. Y en rápida combinación de golpes al estómago y al músculo cardíaco, termina por entregarme bastante más.

Para terminar con la referencia a Disney: la película animada que realmente espero es Wall-e, de Disney-Pixar. Ratatouille, una verdadera joya, colocó el estándar muy arriba, quizá demasiado. Los primeros cortos de Wall-e que vi en línea estaban musicalizados con la versión inconfundible y (para quienes recordamos el contexto) desgarradora del tema Brazil (así, con zeta), proveniente de la distópica fantasía de Terry Guilliam. Entonces, cintas precedentes, avances y promesas músico-sentimentales me tienen esperando de Wall-e lo mejor. Prometiendo de menos, no está. A ver qué entrega.

Volviendo al oso chino de Dreamworks, la competencia más cercana a Pixar: Kung Fu Panda es la historia del mencionado animal, que sueña con convertirse en guerrero y artista marcial mientras trabaja sirviendo mesas en el restaurante de fideos de su padre (inexplicablemente una cigüeña). Ante amenazas a la paz presentidas por el viejo maestro del templo del pueblo, se convoca a un concurso de talentos para definir quién será el nuevo campeón y protector de la comunidad. Para sorpresa y disgusto de todos, el obeso y glotón panda resulta ser el elegido por el maestro, en una decisión que, más que sabiduría, parece acusar senilidad.

El panda tampoco confía en la elección y deberá lidiar con la burla de la aldea, el desprecio de sus condiscípulos y sobretodo, la falta de confianza ensimismo, antes de alcanzar el potencial que prometen el título de la cinta y un siglo de trilladas y bienamadas tramas Hollywoodenses a las que tan fielmente se adhiere la película. De Kung Fu Panda me agradó todo: el humor fino y el humor burdo; el buen ritmo conseguido con las secuencias de acción y peleas (que desde Kungfusión son imposibles de parodiar); la muy bella animación y las palmaditas de respaldo al orgullo los gordos, tan atacados como indispensables para las sociedades de consumo.

Y sobretodo, a Kung Fu Panda debemos agradecerle que clarifique de una vez por todas la aparentemente brusca, pero en el fondo tierna relación padre-hijo que se da entre maestro y alumno de Kung Fu. Tantas películas chinas y gringas han querido disimularla a cubetazos de testosterona, y resulta que todo lo que se requería para mostrarla como es, era un alumno rechoncho, lanudo y apretujable.

mrivera@solucionesenvideo.com

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