Viaje al centro del verano
El verano, al menos en lo que a cartelera se refiere, parece acercarse a su fin. Así como los niños regresarán a regañadientes a la escuela, los programadores no tendrán más remedio que volver a agendar los temas adultos y despedirse de una de sus temporadas más lucrativas. Y pese al enorme gusto que significa retomar asuntos más serios, echaré de menos la compañía de Max III, que a sus cinco años por fin dio muestras de poseer venas de celuloide, en las que corre alegre la sangre de sus abuelos.
Con Max III sufrimos a Hancock, Narnia, Tripulación Dave y a Hulk. También con él gozamos de Kung Fu Panda, Wall-E, y sobretodo, de Batman. Un abanico diverso de películas que, pese a que va de lo abominable a lo sublime, con su criterio apenas desarrollado parece haber disfrutado por igual. En fin, que el verano cinematográfico se va, y con él, su semanal kinder a oscuras.
Por eso fue agradable cerrarlo con la más inocente de todas las cintas que hemos visto este año. Viaje Al Centro De La Tierra es una película que, si no en su trama, en su espíritu hace honor al abuelo de la Ciencia Ficción, el venerable Julio Verne.
En sus fantasías futuristas, el literato francés imaginó mundos limpios y viajes extraordinarios, en que los avances de la ciencia desempeñaban un rol de iluminación y progreso. Lejos estaban de su mente las pesadillas de aniquilación que unos pocos años después plasmaría H.G. Welles; o el desencanto tecnológico de Philip K. Dick, Farmer, Vonnegut y demás posmodernos; o el violento cyberpunk. No, nada de eso. La Ciencia Ficción era un campo virgen y Verne lo cruzó con delicadeza de doncella.
Brendan Fraser, en su más pulcra facha de Boy Scout, es el protagonista perfecto de esta inocentona historia, que aunque es producción de New Line y Wladen Media, tiene todo el aspecto de una película familiar de las que Disney realizaba hace treinta años. En la cinta, un geólogo, su sobrino y una simpaticona guía caen por un profundo túnel en Islandia y se encuentran en un mundo subterráneo, cerca del centro de nuestro planeta. Conviene recordarle que toda pretensión de veracidad científica debe dejarse a la puerta del cine, y si la ausencia de respeto a la fuerza de gravedad, la presión atmosférica y el calor del magma le ofenden, no debe de ver esta película. O, en ese caso, ninguna otra de acción.
Bajo la superficie, nuestros héroes exploran un territorio enorme y mucho más divertido que el nuestro, con pájaros luminosos, plantas carnívoras, pirañas gigantes y, por supuesto, dinosaurios. Es una aventura llevada con buen ritmo, pero debido lo reducido del elenco, llega por momentos a sentirse extrañamente despoblada.
Originalmente, Viaje Al Centro De La Tierra fue hecha para verse en 3D, de modo que muchas de sus escenas están diseñadas para valerse de este efecto, y su gracia se pierde con la bidimensionalidad. Ojalá llegue algún día la versión tridimensional porque, más que dinosaurios y pirañas, los niños extendiendo las manitas para tocar objetos inexistentes, son algo en verdad digno de verse.
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