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¿Ciudadanía póstuma de soldados justifica el sacrificio?

El presidente de EU celebró la Pascua junto a una conejita, al tiempo dijo que la muerte de cuatro mil militares estadounidenses en Irak es el camino para la paz. (EFE)

El presidente de EU celebró la Pascua junto a una conejita, al tiempo dijo que la muerte de cuatro mil militares estadounidenses en Irak es el camino para la paz. (EFE)

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Muchos familiares de soldados de origen extranjero que mueren en Irak y reciben la ciudadanía estadounidense en forma póstuma se preguntan si vale la pena el sacrificio.

Un pujante indocumentado guatemalteco que soñaba con recibirse de arquitecto. Un médico nigeriano. Un chino que decía que llegaría a ser general del Ejército estadounidense. Un indio cuya lápida es la primera con la espada que simboliza la fe sij en el Cementerio Nacional de Arlington.

Éstos son algunos de los más de cien soldados extranjeros que recibieron la ciudadanía estadounidense en forma póstuma tras morir en Irak.

El guatemalteco José Gutiérrez fue una de las primeras bajas. Murió al ser baleado accidentalmente por sus propios compañeros en Umm Qasr, en las primeras horas de la invasión.

Este joven infante de Marina recibió honores que su familia jamás hubiera soñado. Su hermana fue traída desde Guatemala para que participase en su funeral, durante el cual altos oficiales rindieron homenaje a su ataúd, envuelto en la bandera estadounidense.

Su madre adoptiva, que acompañó sus restos a Guatemala, se preguntaba si era necesario que muriese para ser aceptado en los Estados Unidos.

El cardenal de Los Ángeles Roger Mahony, quien ofreció la misa fúnebre, le escribió al presidente George W. Bush una carta en abril del 2003 en la que dijo: “Hay algo terriblemente errado con nuestras políticas migratorias si hay que morir en combate para recibir la ciudadanía”.

El religioso propuso que se concediese la ciudadanía inmediatamente a todo inmigrante que se enrola en las Fuerzas Armadas en tiempos de guerra.

“No hay que esperar a que los traigan de vuelta en un ataúd”, afirmó.

La guerra continúa y aumenta la lista de soldados que reciben la ciudadanía en forma póstuma. Sus familiares se preguntan qué representa realmente ese documento.

El certificado de ciudadanía de Gutiérrez fue entregado a su madre adoptiva Nora Mosquera, quien se hizo cargo de él luego de que llegó ilegalmente al país. Gutiérrez era huérfano y cruzó México en trenes de carga para buscar fortuna en Estados Unidos.

“Por un lado, me parece que la ciudadanía llegó demasiado tarde para él”, dijo Mosquera. “Pero también me siento agradecida y orgullosa de él. Sabía que le abriría muchas puertas a su familia”.

“¿De qué sirve este pedazo de papel?”, se preguntó Fredelinda Pena tras otra emotiva ceremonia póstuma de nacionalización en Nueva York, la de su hermano Juan Alcántara, oriundo de la República Dominicana. A su lado se encontraba dormido una hija que el soldado no llegó a conocer.

Alcántara, un cabo de 22 años, falleció el 6 de agosto de 2006 en una explosión en Baqouba. En su ceremonia fúnebre participaron un cardenal y un representante del Congreso nacional. Para su hermana, estos reconocimientos llegaron tarde.

“No puede prestar juramento como ciudadano desde el cofre”, se lamentó.

Hay miles de personas nacidas en el exterior enroladas en las Fuerzas Armadas estadounidenses. Muchas recibieron la ciudadanía, pero más de 20 mil todavía no.

Al comenzar la guerra Bush dispuso que alguien nacido en el exterior puede solicitar la ciudadanía apenas se enrola en las Fuerzas Armadas. Hasta entonces, los residentes legales que se unían a las Fuerzas Armadas debían esperar tres años.

Desde que Bush emitió esa orden, casi 37 mil soldados se han naturalizado. Y 109 recibieron la ciudadanía en forma póstuma.

Uno de ellos es el cabo de la Infantería Armando Ariel González, de 25 años, quien huyó de Cuba con su padre y un hermano en una balsa en 1995 y soñaba con ser bombero. Fue aplastado por un tanque en el Sur de Irak el 14 de abril de 2003.

Otros son Justin Onwordi, un médico nigeriano de más de dos metros, de 28 años, quien dejó una esposa y un hijo; Ming Sun, un chino de 20 años a quien le encantaban las Fuerzas Armadas y soñaba con llegar a ser general; o Uday Singh, un indio de 21 años fue el primer sij enrolado en las Fuerzas Armadas estadounidenses que muere en combate.

Muchos de los familiares de estos soldados se sienten orgullosos. Otros no tanto y algunos se sienten culpables por haberlos traído a los Estados Unidos. Muchos expresan sentimientos encontrados cuando se llevan los cadáveres a sus países de origen para enterrarlos allá.

“¿De qué sirve la ciudadanía póstuma? No lo va a traer de vuelta”, expresó Saveria Romeo, cuyo hijo Vincenzo, nacido en Calabria, Italia, murió en Irak.

La ciudadanía de su hijo, no obstante, le permitirá a ella naturalizarse, un beneficio del que gozan los familiares directos de los soldados muertos desde 2003.

Romeo dice que no piensa pedir la ciudadanía porque no soporta la idea de sacar provecho de la muerte de su hijo. Además, se siente italiana.

Fernando Suárez del Solar se siente furioso con una guerra en la que no cree, que le costó la vida a su hijo, y más todavía con reclutadores que acosaron a su hijo Jesús cuando su familia todavía vivía en Tijuana.

Jesús tenía 13 años cuando fue tentado por primera vez por los reclutadores, en un centro comercial de California. A partir de entonces le imploró a su familia que emigrase. Cuando finalmente la familia se radicó en Escondido, California, Jesús se enlistó, sin haber terminado todavía la escuela secundaria.

Suárez del Solar era un cabo de 20 años cuando una bomba lo mató en la primera semana de la guerra. Dejó una esposa y un bebé. Su muerte traumatizó a sus padres, que terminaron separándose.

El padre, de 52 años, es hoy un ferviente militante de la causa contra la guerra, que recorre el país participando en marchas antibélicas y colaborando con grupos que buscan evitar el reclutamiento de hispanos.

Lamenta Bush muerte de cuatro mil soldados

El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, lamentó la muerte de cuatro mil soldados en Irak, dijo ayer la vocera de la Casa Blanca, Dana Perino, al cumplirse el quinto año de la invasión a ese país.

“El presidente siente muy fuertemente cada una de las muertes y sufre por sus familias”, señaló la portavoz, quien manifestó que Bush asume la responsabilidad por sus decisiones y por una victoria.

“Una de las cosas que escucha de las familias de los caídos es que quieren que guíe el país para que complete la misión”, indicó.

La muerte de cuatro soldados estadounidenses en Irak al estallar una bomba al paso de su vehículo elevó la cifra a un total de cuatro mil al cumplirse la semana pasada el quinto año de la invasión a ese país.

Estados Unidos tiene 158 mil soldados en Irak que se pueden reducir a 140 mil tras una disminución para los próximos meses, para volver a los niveles anteriores tras un aumento de los soldados el año pasado para acabar con la violencia sectaria en ese país.

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