Morante de La Puebla no pudo cuajar la faena, pero tuvo buenos momentos.(Fotografías de Ramón Sotomayor Covarrubias)
Eloy Cavazos fue el triunfador de la segunda corrida inaugural.
En el segundo festejo inaugural del Coliseo Centenario, el gran triunfador resultó ser el gigante del toreo azteca, Eloy Cavazos, quien cortó dos apéndices al toro “Algodonero”, de la ganadería de Fernando de la Mora. El torero hidrocálido Joselito Adame arrancó un solo trofeo a “Melonero”. El diestro español Morante de La Puebla no logró redondear sus faenas con la espada y se fue en blanco.
Suenan parches y metales en el tendido, la puerta del coliseo se abre y los alternantes parten plaza, mientras se escucha el pasodoble de “Juncal”. Ante una carretada de aplausos al matador neoleonés y de menor intensidad a sus alternantes.
Eloy Cavazos
Sale el primero de la tarde, denominado “Batopilas”, con 490 kilos, de la ganadería Fernando de la Mora. Eloy lo recibe en los medios con tanda de verónicas, el toro acude al caballo con fuerza, en el tercio de banderillas el peligro se presenta para el subalterno al colocar el último par, saliendo finalmente avante. En los medios el matador brinda al público presente, realiza gran faena de dominio, con capotazos muy mandones y concluye con desplante torero, y al momento de la verdad pincha en lo duro en su primer intento, en el segundo la estocada es de efecto mortal. El torero escucha palmas y sale al tercio.
En el segundo de su lote y cuarto de la tarde, denominado “Algodonero”, con 490 kilogramos, de la misma ganadería, el matador lo recibe de igual forma, con la muleta en mano lo lleva a los medios, el toro huye pero Eloy Cabazos lo acosa con poderío y lo hace entrar en el engaño, con toreo de quietud, y en el sitio clava las zapatillas en el ruedo, ante el movimiento de su enemigo, que acaricia la muleta de pitón a rabo. El público estalla de júbilo ante la faena cabalista, la cual culmina con la regiomontana. En la suerte mayor hunde la espada hasta el pelo y el toro cae fulminado, con ello el Coliseo entero se pone de cabeza y aplaude al torero su hazaña, por la cual recibe dos merecidas orejas y carretadas de aplausos, dando la vuelta al ruedo; en las gargantas de la afición el grito de “torero, torero, torero”.
Morante de La Puebla
Al segundo toro del festejo y primero de su lote, denominado “Viesca”, con 480 kilos, de la ganadería Fernando de la Mora, el artista español lo recibe con verónicas meciendo los brazos con gran clase y temple, en la suerte de banderillas se coloca el primer par en su sitio, el segundo trasero y el tercero perfecto, por parte de los subalternos. Morante coge la muleta y acude a los medios para realizarle a su enemigo una tanda de derecha con cambio de mano y pase de pecho, por el lado izquierdo logra que el toro humille y camine ante el engaño, el torero se prepara para oficiar, pero antes le corre nuevamente la mano al burel por izquierda con muletazos de mucha clase. A la hora de matar en el primero y segundo intento pincha en hueso, el estoque se calcifica por tercera ocasión y en un cuarto intento la espada se hunde hasta la empuñadura, el público reconoce la faena y el diestro hispano es fuertemente aplaudido.
Con el segundo de su lote y quinto de la tarde, de nombre “Torreón”, de 481 kilogramos, de la misma ganadería. El torero recibe en tablas a su antagonista, le realiza preciosas verónicas muy pintureras, llevándolo hasta los medios hasta dejarlo colocado en el capote de Joselito Adame, quien se extasía en la suerte con tres pases de ensueño. Después del tercio de banderillas el matador va a los medios y cita al toro con la rodilla en la arena, continúa con su faena en los medios con tanda de derecha, hace girar al toro que acude franco al engaño, rozando el pitón izquierdo a la muleta del artista. A la hora de la suerte suprema el matador deja una estocada con travesía; con el acero en el cuerpo el burel busca las tablas y cae fulminado. Morante escucha las palmas.
Joselito Adame
Tercer toro de la tarde y primero de su lote, “Melonero”, con 489 kilogramos, de la ganadería Fernando de la Mora. El hidrocálido recibe al toro con farol de rodillas y lo lleva con verónicas desde las tablas hasta los medios, después del castigo de varas el novel torero a petición general coloca las banderillas y brinda la muerte del astado al matador Eloy Cabazos, quien sale al ruedo en compañía del apoderado de Joselito. Muleta en mano cita a su enemigo, que acude al inmóvil torero para recibir tres pases de pitón a rabo, toreándolo en los medios con sentimiento y verdad peleando dignamente las palmas a sus alternantes. Posteriormente es desarmado por el burel y Joselito le corresponde con temple y valor a tanda de derechazos, mientras que en el tendido la banda suena con “Pelea de gallos” en alusión al hidrocálido que se juega la vida en el ruedo del Coliseo. Finalmente ejecuta la suerte de manera magistral, hundiendo el acero hasta el pelo, recibiendo como premio una oreja y vuelta al ruedo escuchando las palmas.
Con el sexto de la tarde, bautizado con el nombre de “Nazas”, con 480 kilos, de la misma ganadería. El astado acusa debilidad y falta de emotividad; el torero le realiza la faena ante el agrado del público, sin embargo no se conforma con el toro y solicita a la autoridad regalar uno de reserva. Al entrar a matar topa en hueso y con la segunda estocada logra eliminarlo, por su labor sólo escucha palmas.
Toro de reserva, “Gran Desierto”, con 482 kilogramos, perteneciente a la ganadería de Monte Cristo. La res sale suelto de piernas y buscando las tablas, Joselito lo recibe con gran creatividad con la suerte de “Zapepinas” muy justas y ciñendo al astado, que entra en el engaño; con gran aplomo y emulando a las grandes figuras le realiza muletazos largos y ligados con dosantinas en un par de ocasiones, el burel hace un extraño pero no sorprende al torero, que lo encara y domina con desplante muy torero ante emotivas palmas en el tendido.
En la suerte suprema el torero pincha en todo lo alto, empero el público le reconoce su faena y se lo manifiesta con aplausos, y en un segundo intento la espada pincha nuevamente en lo duro, pero en su tercera oportunidad hunde el acero y el toro muere con la suerte. Palmas.
Concluye la corrida, Eloy Cabazos sale en hombros del ruedo, Morante escucha palmas y pitidos y Joselito es invitado a dar vuelta al ruedo antes de abandonar el Coliseo.