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Complicidad suicida

A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

Ecocidio significa el asesinato de la casa, o sea, muerte del medio ambiente. Este proceso de destrucción por parte del hombre, ha sido muy eficaz y manifiesto en toda su brutalidad durante las guerras, donde se destruyen: capital natural (dotación de recursos naturales con que cuenta un país), capital construido (generado por el hombre: infraestructura, bienes de capital financiero, comercial, etc.), capital humano (grados de nutrición, de salud y educación de la población) y capital social (grado de confianza, normas de comportamiento cívico y nivel de asociatividad).

El equilibrio entre estos cuatro factores y de la vida humana, dependerá de la atinada administración que les dé el ser humano para el ser humano.

La administración que falla en concebir que todos estos factores operan o deben operar sincrónicamente y en concordancia, no es administración. Un sistema pierde su efectividad funcional si se desequilibra uno o varios de los subsistemas que lo forman. Conocer los límites, hasta dónde pueden ser explotados o preferenciados independientemente unos de otros en beneficio de metas colectivas, es indispensable.

Problemas: no ha habido una conciencia generalizada del fenómeno. El hombre ha abusado de los bienes naturales porque no ha tenido conciencia de ser parte de y por la Naturaleza, y porque piensa que ésta es inagotable. Tampoco percibe que los cuatro subsistemas son interdependientes. Ante el desequilibrio producido se queja de escasez, se angustia, no hay suficiente producción, es imposible generar más empleos, infraestructura; atender como sería necesario la nutrición, la salud, la educación; se pierden los valores, la solidaridad, el respeto, la cooperación; hay injusticia.

Sí, hay que entender que sin el conocimiento del medio ambiente y su administración correcta, se hace difícil o imposible el buen éxito de las formas de organización sociales sanas. Véase si no:

Los seres vivos procuran lo necesario para vivir y conservar su especie, pero tienen límites por escasez del medio lo cual los lleva a adaptarse mediante insólitas transformaciones, o simplemente por saciedad. Ninguno puede resistir por largo tiempo la sobrepoblación. A los humanos, más que para otras especies les es absolutamente necesaria la presencia de sus congéneres para sobrevivir, desde la cuna hasta su muerte. El conjunto de organismos vivos es, por tanto, medio ambiente como lo es el mundo inorgánico.

Acontece que el ser humano se organiza socialmente y produce costumbres, tecnologías, cosas superfluas; inventa cómo alargar su vida, algunos desean conocer, necesita amor y solidaridad, crea para satisfacer todo ello “cultura”. Entonces, dependerá de la cultura que cree, permita y a la cual se ajuste, la posibilidad de una supervivencia armoniosa. No sucede así porque no considera la necesidad de una armonía sistémica.

Hoy, mundialmente, la moda es la acumulación de capital a la que se llama “progreso”. Para ello es necesaria la sobreexplotación natural y humana. Resulta pues que el famoso y sobreestimado “progreso” no está en función del perfeccionamiento del hombre como especie, queda constreñido en pequeñísimas elites mundiales en pugna interna. La adaptación de los otros “no elite” va desde clases medias en decadencia continua hasta la miseria total. El costo del “progreso” es terrible.

En los países no desarrollados o en incipiente desarrollo, complejos y diferenciados culturalmente, pero sobre todo altamente presionados por las elites propias o ajenas, y con administraciones coludidas con el poder del capital y además ignorantes, quizá por ello traidoras al sano desempeño de la organización comunitaria, se ve todavía lejano un horizonte salvador, pues en tales administraciones casquivanas y pretenciosas, ávidas de estar al tú por tú con las elites del capital y de poder, no se escatiman medios corruptos y corruptores para lograr tales fines y no aquéllos para los que supuestamente fueron electos: el bien público, la concordia general, el progreso, ahora sí del hombre, quien satisfecho intercambiará con sus congéneres lo mejor para todos y para la preservación de los bienes circundantes.

Para justificar lo injustificable hay que mentir. Podría decir que en México pluricultural, campea la cultura de la mentira, así estamos de dislocados. Se justifica la acción y la inacción, el interés y el desinterés, aun la mentira misma. No vemos, o no queremos ver, los límites de orden político y del orden social, ni siquiera los límites biológicos, determinantes de nuestra cada vez más depauperada existencia.

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