La incursión armada del Ejército colombiano en territorio de Ecuador, que trajo como consecuencia un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en el que murió “Raúl Reyes”, segundo comandante de las FARC y otros diecinueve guerrilleros, ha derivado en un conflicto internacional de pronóstico reservado.
Desde luego que Ecuador como Estado libre y soberano está en su derecho de reclamar respeto a su territorio, pero al mismo tiempo, su Gobierno debe una explicación sobre la presencia y utilización del suelo ecuatoriano por parte de una organización terrorista, que desde hace décadas constituye un flagelo para el pueblo de Colombia.
Lo anterior con mayor razón, en virtud de que por una parte el Gobierno colombiano asegura haber capturado elementos de prueba que acreditan el contacto de las FARC con el Gobierno de Ecuador. Lo anterior y la presunta participación del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en apoyo financiero y logístico de las FARC, ha dado mérito a una advertencia del Gobierno de Álvaro Uribe, en el sentido de que presentará una denuncia al respecto ante la Corte Penal Internacional.
Ante los hechos la mayoría de los gobiernos del continente llama a la solución del conflicto por el camino del diálogo, al tiempo que condena la violencia y la alternativa de la guerra. En esa tesitura se han colocado los gobiernos de México, Chile, Brasil, Uruguay, etcétera, y para ello se ve una oportunidad en la vía diplomática en ocasión de la Vigésima Reunión Cumbre del Grupo de Río, que tendrá lugar el viernes próximo en Santo Domingo, en la que se darán cita entre otros, los presidentes de los países involucrados en esta penosa reyerta.
También se ha generado cierta alineación al lado de cada una de las partes y en esa virtud, del lado de Ecuador se sitúan de manera significativa Venezuela y Cuba que lo hace esta última en función de una declaración tronante del ex presidente Fidel Castro, que constituye una evocación del sueño castrista de los años sesenta que amenazaba con incendiar el continente Americano con “muchos vietnams”.
La participación de Castro desde su lecho de enfermo convocando a la guerra, y la grosera intervención de Hugo Chávez, no hacen sino despertar la sospecha de que en efecto el Gobierno colombiano tiene razón al señalar que las FARC han hecho del territorio ecuatoriano un santuario de protección y confirman la especie según la cual, el presidente venezolano utiliza los inmensos recursos petroleros de su país para erigirse en una fuerza militar en la zona, con pretensiones imperialistas evidentes inspiradas en el sueño bolivariano, bajo cuya evocación pretende someter a su caudillaje a los países del Norte del cono Sur.
Del lado de Colombia se sitúa el Gobierno de Alan García en virtud de la aprehensión que provoca la cercanía geográfica de Perú con el foco del conflicto y la amarga experiencia de Sendero Luminoso, movimiento terrorista que desde los años cuarenta hasta la época de Fujimori, anegó en sangre al pueblo peruano.
Los Estados Unidos de Norteamérica han mostrado su simpatía a la causa de Colombia, a quien consideran un país aliado en la lucha contra el narcoterrorismo de las FARC, y por ello ha lanzado advertencias en el sentido de que apoyará militarmente al Gobierno colombiano, en caso de que este lamentable incidente no sea resuelto por vía diplomática.
Es lamentable que Hispanoamérica se vea amenazada por una guerra entre países hermanos, por causa del narcoterrorismo y en virtud de una política populista con ribetes imperialistas y vocación bélica.
Lo que acontece en estos momentos en aquella parte de nuestro continente, nos debe hacer reflexionar a los mexicanos sobre el destino de nuestra patria, y en la exigencia de fortalecer nuestro sistema democrático como único medio para derrotar los peligros de la demagogia y el extremismo.
Correo electrónico:
lfsalazarw@prodigy.net.mx
