Entre todos los errores del sistema educacional mexicano ha estado la escasa variación curricular ofertada al estudiantado. Actualmente ha enriquecido sus propuestas, aunque no lo suficiente.
No hace mucho que las carreras más prestigiosas y casi únicas existentes solamente en grandes centros de población, era Medicina, Leyes y el Sacerdocio. A pesar de que profesiones y universidades se han multiplicado, ni las antiguas ni las modernas han producido escuelas mexicanas sobresalientes en las distintas especialidades, habiendo habido sólo destacados cerebros.
Para ser un buen científico se necesita hacer ciencia, por lo tanto, investigación. No sé si nuestros países subdesarrollados lo son por carecer de medios que surtan tales necesidades, por falta de visión para comprometerse en estos fines o como generalmente se piensa que la educación ha sido y es manipulada para fines de conservación del statu quo de las clases dominantes, oficiales y civiles.
La planeación acertada de comandantes cuyo conocimiento o idea de la realidad y su operación tienda a ser sistemático e interdisciplinario. O sea, hay que tener en cuenta la geografía del lugar, ella nos permite o no ciertas actividades, exige determinados transportes y tecnologías. Reconocer nuestra dependencia de las temperaturas, flora, fauna naturales, sus variaciones, adaptabilidad, su extinción; saber cuáles nos son útiles o perjudiciales, pero también conocer qué y quiénes nos rodean, la historia nuestra y la ajena, antiguas y recientes. Importa la universalidad e importancia de ciertos hechos, su frecuencia, su origen, sus secuelas, la intensidad mayor o menor con que se dan en distintos lugares. ¿Dónde y por qué son inexistentes? ¿En qué o a qué afectan?
La historia de un hombre o de algunas colectividades no necesariamente es cierta a cabalidad. Dependerá de quién la cuente o escriba; casi siempre habrá sesgos. Sin embargo, las otras historias, de la tierra, geográfica, geológica, médica, tecnológica. De organización social, etc., corroborarán o no la primera.
Imagine usted una historia que contara: “Hace 29 mil millones años la Tierra era cuadrada, los hombres eran pegasos gelatinosos transparentes, se alimentaban de mosquitos e iban y venían del centro de la galaxia a su placer”. Recoger las palabras por conocidas, no implica que la historia sea verídica… La Tierra, por principio, tiene una existencia de 10 mil millones de años, los seres vivos aparecen en forma rudimentaria hace tres mil millones de años. Los homínidos más antiguos se han registrado en fechas que no pasan un millón ochocientos mil años, y “un punto de partida para comparar los desarrollos históricos de los distintos continentes es hacia 13 mil años años a. de C.” (Diamond, Jared).
Y eso de que iban y venían al centro de la galaxia a su placer… La estrella que nos es más próxima es Alfha Centauro, a cuatro años luz (años luz es el espacio recorrido a 300,000 kilómetros segundo en un año de 365 días). ¡Eche cuentas!
Aristóteles creía que la materia era continua. “Demócrito –y algunos pocos griegos- sostenía que la materia era inherentemente granular y que todo estaba formado por un gran número de diversos tipos de átomos (átomos significa “indivisible” en griego) “…pero los átomos de nuestro universo no han existido siempre, no son indivisibles y representan tan sólo una pequeña porción de los tipos de partículas del universo”. “Los átomos están constituidos por partículas aún más pequeñas: electrones, protones y neutrones. A su vez protones y neutrones están formados por partículas aún menores llamados quarks. Además, para cada uno de los tipos de estas partículas subatómicas existe un tipo de antipartículas con carga eléctrica opuesta y otros atributos opuestos, positivos o negativos, cuando chocan, posibilitan su aniquilamiento”.
Estas y otras maravillas se han ido descubriendo a medida que el hombre en su historia ha ido acumulando experiencias, tecnológicas y ensayando teorías verdaderamente creativas. Pero aún no se sabe todo sobre materia-energía, espacio-tiempo, etc.
Si desea usted enriquecerse en el campo de la física, le recomiendo el fascinante libro “Brevísima historia del tiempo” de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, Editorial Bolsillo, 2005, el cual consulté.
Pero volviendo al principio: En México se avanza muy lentamente en Ciencias Básicas; con ello perdemos la oportunidad de un desarrollo real, no sólo en el producto aplicable a la facilitación de la existencia, nos privamos también de una visión diferente y ampliada del mundo y de la vida. Las nuevas interpretaciones filosóficas y éticas, tendrán que acoplarse a los nuevos marcos de conocimientos aportados e interrelacionados de los distintos campos de investigación. ¡Cómo saber en qué y cómo nos afectan las discretísimas partículas que todo lo traspasan? “…nuestros relojes biológicos se ven afectados por los cambios del flujo del tiempo”.
¡Cuánto anhelo para México y para la humanidad, el conocimiento y la sabiduría!