EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Construir y destruir México

Hora cero

Gilberto Serna

En los años transcurridos desde el primer día de Diciembre del año 2000, hemos vistos como los políticos mexicanos –antes corifeos del jefe del Poder Ejecutivo– han ofrecido en el escenario del Congreso de la Unión, un espectáculo sin ninguna gracia que desalienta al más optimista de los ciudadanos.

Los poderes reales y fácticos de la Presidencia de la República se injertaron en el Poder Legislativo por sucesivas reformas. De manera que ahora el Congreso dicta leyes, como antes, pero igual determina los ingresos y egresos del Gobierno Federal, dizque ordena el gasto público y aún enmienda la plana a un desorientado Poder Ejecutivo que poco ejecuta por impericia administrativa; una torpeza que atribuye a la constante negativa de los cuerpos legislativos, parcialmente cierta, para aprobar las reformas estructurales que el país demanda.

Así pues nada logra marchar en el sector público nacional como debiera, ni los problemas de la República logran resolverse como es necesario. Hay un uso y abuso de hueca e insolente palabrería y un oxidante desuso de inteligencia y de cordura. Se habla con abundancia y redundancia, pero se trabaja con cicatería lindante en mezquindad. En consecuencia México se encuentra, en estos momentos, en la condición que la mayoría de los mexicanos no queríamos ver: estupefacto y paralizado, a punto de todo tipo de quiebras.

El Congreso de la Unión –que hace una semana fue clausurado por la absurda rijosidad del grupo de partidos políticos que encabeza el PRD- se ha hundido en un desorden babélico que ya toca fondo con el desmoronamiento de los dos partidos políticos dominantes (PAN y PRI) confabulados contra el falso Mesías político del PRD que busca sofocar el debate responsable y juicioso sobre los rancios problemas existenciales de la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos. Todo sucede ante la absoluta perplejidad de los habitantes de éste país, quienes contemplamos el incesante deterioro de nuestro incipiente desarrollo económico, político y social sin poder marcar el alto al sabotaje de Andrés Manuel López Obrador.

Pero el tiempo discurre con celeridad inexorable y no deja espacio alguno que dé solución al interés básico. La Nación vive día tras día “como la lotería” con muchas esperanzas y pocos, poquísimos logros; el ciudadano común y corriente consume su capacidad de lucidez y talento a la espera de resultados democráticos, los cuales no se ven por ninguna parte.

¿Cuántas veces hemos escuchado, en los últimos tiempos, la inútil proposición de una reforma de estado, de una reforma económica, de una reforma política y electoral, de una reforma social y de una reforma a la educación, y a la seguridad pública?

Tantos intentos se han dado desde los años 70, que al enunciarlas confundimos las causas con los resultados y sólo al paso del tiempo constatamos que aquella palabrería, vaciada de golpe sobre la sociedad, sirvió de envoltura para el enquistamiento de los actuales grupos de poder. Buscar el cambio para que todo permanezca igual como quería “El gatopardo” en la novela de Lampedusa es ahora el objetivo de los líderes legislativos.

Echamos de menos a los hombres que fueron líderes de los periodos históricos de la Reforma y la Revolución, prolongados discrecionalmente en épocas post revolucionarias, institucionales y modernas. Quizás sus principales protagonistas no alcancen la dimensión del “hombre histórico” definido por Jorge Guillermo Federico Hegel, pero igual no se puede negar que tuvieron proyectos, ideas y objetivos congruentes. Hoy hacen falta verdaderos guías para los grupos humanos pues los actuales “adalides” sólo se empeñan en mantener sus privilegios, fortalecer sus prebendas y destruir lo antes obtenido por la sociedad mexicana.

Por lo pronto el Poder Legislativo está paralizado. Hasta la hora de escribir esta nota no había cambio en la tozuda oposición del llamado Frente Amplio. Las zonas aledañas a las sedes del Senado y de la Cámara Baja han sido acordonadas por las policías del Distrito Federal y de la Secretaría de Seguridad del Gobierno nacional. No hay sesiones, sólo cambios de impresiones entre los dirigentes de las diversas tendencias políticas. La ominosa “resistencia civil pacífica” organizada por AMLO y sus secuaces está como quiere su líder, en “statu quo”. ¿Quién, quiénes, mantienen este costosísimo movimiento social? Es obvio, nosotros, los contribuyentes al gasto público del Gobierno Federal, el cual entrega una gran proporción del ingreso nacional para el sostenimiento del macrocefálico Gobierno de la capital de la República, actualmente en las manos de un distinguido militante perredista.

Antes decíamos los priistas: ¡Construyamos un nuevo México! Hoy en día, cuando pensamos que vivimos en tiempos democráticos, los partidos políticos parecen exclamar por acción y por otros inacción: ¡Destruyamos México!..

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 344759

elsiglo.mx