Para que funcione una democracia “consultiva” que quiera superar la validez de las decisiones de un congreso o parlamento integrado por representantes legítimamente electos, hace falta que tal “consulta” sea más representativa que las instituciones que quiera sustituir. Ésta es precisamente la tesis del PRD.
La consulta sobre la reforma energética que una de las fracciones de dicho partido organizó el pasado domingo 27, pretendía tener una mayor validez democrática que cualquiera decisión que llegue a tomar nuestro Congreso bicameral. El argumento de la izquierda es que las decisiones de los diputados y senadores son ilegítimas porque son producto de un cuerpo resultado de intereses de grupos de poder que manipulan el proceso electoral y no de la genuina voluntad popular.
Terminada la consulta del domingo pasado, el PRD cree convencernos que el rechazo a la iniciativa presidencial de reforma energética que en un 85% se recogió de la consulta, invalidó cualquier decisión que en su momento tome el Congreso. De esta manera, el PRD condena por ineficaz todo el aparato democrático electoral operado por el IFE conforme a las reglas del Código Federal de Procedimientos Electorales (Copife).
Ello explica la reiterada insistencia en que la consulta popular, los referendos y los plebiscitos, figuras aún ausentes en nuestras leyes, gozan de una jerarquía superior a los mecanismos electorales fijados en cualquiera Constitución, no sólo la mexicana, sino en la de cualquier país del mundo. La tesis depende, sin embargo, para su credibilidad, de que cualquiera de dichas figuras se apoye en una verdadera representatividad, mayor a la que ofrece el sistema político vigente.
El objetivo de legitimidad política que se pretende alcanzar puede encontrarse en los sistemas de cuentas rápidas que desde hace algún tiempo vienen utilizándose en muchos países y que en México empleamos por primera vez en la elección presidencial de 1994 para determinar la credibilidad de sus resultados.
La cuenta rápida consiste en un muestreo aleatorio cuidadosamente diseñado para reflejar el sentir ciudadano en todas las regiones del país sin excepción. De esta manera, puede asegurarse la imparcialidad del mecanismo. La cuenta rápida es el mejor método para detectar una manipulación o maquillaje del recuento electoral.
Se verá pues, que la “consulta ciudadana” lanzada por López Obrador y luego secuestrada por Marcelo Ebrard, no tuvo la más remota posibilidad de mostrarse como un reflejo veraz del sentir de la comunidad nacional. Menos aún, cuando sus resultados que se presentaron esta semana, se refieren únicamente a la primera fase de tres que se anuncian por realizarse en sólo algunos estados. Nada qué decir sobre las dos preguntas sesgadas que inducían al resultado deseado por los organizadores. Encima de lo anterior, los perredistas, fieles a su ya conocidos hábitos, pervirtieron su propio sistema con el relleno de urnas, acarreos, dispendio de recursos y compra de votos.
A lo anterior, debe añadirse el hecho de que en el D.F. sólo 800 mil personas se acercaron a las mesas de votación, siendo que Ebrard preveía que dos millones de sus adeptos votarían. Se recabó un total de un millón trescientos mil votos en 10 estados del país, lo que representó menos del 3% del padrón electoral nacional. En la última elección presidencial 15 millones votaron por AMLO, es decir, que los que ahora sufragaron representa un pobre 10% del total de los votos que obtuvo el PRD en 2006.
Es más que obvio que a López Obrador nunca le interesó la consulta sobre la reforma energética. Para él es únicamente una estrategia para imponer “los tiempos de la calle” sobre los de las instituciones. El ex candidato presidencial ahora amenaza con tomar aeropuertos, carreteras, oficinas de gobierno y la tribuna del Congreso para boicotear el diálogo entre partidos si no se siguen sus designios.
Por donde se le quiera ver, la democracia callejera de AMLO no es más que su receta para atizar el caos al que apuesta para secuestrar el poder en 2012.
Coyoacán, julio de 2008.
juliofelipefaesler@yahoo.com