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Jorge Galván Zermeño

“Viento, campos y caminos distancia, qué cantidad de recuerdos, de infancia, amores y amigos distancia, que se han quedado tan lejos”... Estimados lectores inicio esta columna en una semana muy taurina y de recuerdos de la vieja e histórica Plaza de Toros Torreón y de los arcaicos estadios San Isidro, Revolución y Moctezuma, hoy Corona.

La noche del pasado viernes asistimos a la apertura del nuevo Coliseo Centenario, la arquitectura moderna, la funcionalidad, el buen gusto le regalan a nuestra región un gran escenario, el que espero que pronto adquiera el sabor y solera de los grandes, por lo pronto los dos carteles inaugurales contribuirán al inicio prometedor de su historia, por eso dedico esta columna a mi hermano Rubén que por cuestiones académicas no pudo asistir, a mis tíos Antonio y José Luis, que tanto aportaron a mi afición, y muy especialmente a la memoria de mi padre, mi abuelo Darío y mi tío Juan José, cronista taurino de buena cepa. Estoy seguro de que pronto el nuevo coso tendrá lo suyo, por lo pronto los matadores Ignacio Garibay y Joselito Adame ya probaron el cariño de una afición que siempre premia la entrega, o si alguien lo duda pregúntenle al matador Eloy Cavazos, ejemplo de pundonor. Qué precoz maestría de Adame, a sus 18 años hizo gala de recursos en el de regalo, un toro que hasta el primer tercio parecía que se iría inédito. ¡Enhorabuena, y que sigan los éxitos!.

El encuentro con amigos y viejos taurinos, a los que tengo el gusto de conocer desde la infancia, movieron el cajón de mis recuerdos, entre ellos el de las grandes faenas, el haber visto a figuras de primera línea del toreo y una afición que con sus ocurrencias nos hacía disfrutar con sus gritos cargados de una tremenda agudeza a los políticos asistentes en una plaza por lo general a reventar, en la que se coreaba con olés a las damas desde su ingreso a los tendidos y cada que ascendían un escalón y que remataban con aplausos una vez que tomaban asiento. Los viajes de las amenazadoras medias cargadas de pintura en polvo, el ingenioso grito de los vendedores como aquellos de la Güera semillera. La picardía de los aficionados, como en la ocasión de aquél que le pidió al cantante Jorge Muñiz que cantara el Himno Nacional pero que no se olvidara de la letra, a menos que quisiera un baño, todo esto con un florido lenguaje. El desfile de las Manolas en los coches de moda previo al paseíllo, la exhibición de los ternos en los negocios de la avenida Morelos cercanos al entonces Hotel Elvira.

Y ya que andamos por la Morelos, recuerdo que los aficionados de los equipos Laguna y Torreón tomaban como cuarteles las cafeterías Los Globos y La Rambla, respectivamente. Qué sabor de aquellos clásicos, qué alegría con los ascensos a Primera División; y a propósito, felicidades a los jugadores de esos tiempos, a los que tengo aún la fortuna de tratar ya sea en plano profesional o de amistad. Cuando los veo todavía les pregunto por los “muchachos”, y se vienen los recuerdos, ¿te acuerdas “Pantalones” Lupercio que después de tu gol en Zacatepec eres el niño héroe?, ¿y tú Raúl del primer gol del Laguna en Primera División?, o ustedes amigos se acuerdan de la clase de Lostanau, de “Cri Cri” Fernández, o de la “Coyota”; de la sobriedad de Mon Romero, del inicio de la dinastía de entrega de los Pedros con “Perico” Borrego, “Corazón” Salinas y me brinco en el tiempo con su heredero Pedro Muñoz, o de los debuts de los locales “Oso” Ramírez, Popo Franco, Víctor Elizalde, de los Rubenes Avitia y Chávez. Tú siempre te acuerdas “Gato” de lo que te dijo la figura del momento Enrique Borja en ese partido de tu presentación en que entraste por tu compadre Rogelio. Recordarán la lesión de “Patito” Villarreal, tú Ricardo Luna sí te acuerdas. Y qué decir de la clase de Rendo, de Micó, o de las ocurrencias de Enos y del chaparro Álvarez.

Y en el Revolución, me acuerdo de su tribuna de niños, en la suspensión del clásico tuvimos que salir por el interior del Bosque. Las casetas fueron arrastradas por la Juárez, el público invadió la cancha, ya que la pasión brotaba hasta por las alcantarillas, ahí jugaban mi padrino Toño Pazos, el “Capi” Lima, la “Chuleta” Aguilar, la “Caica” Zamora, Chava Kuri, Montaño, Vizcaíno, Cuco, Coruña y... ¡Qué pronto se vinieron estos cuarenta años! ¡Hasta la próxima!

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