El término resilencia se empezó a usar originalmente en ingeniería, se refiere a la capacidad de un material para volver a su forma original después de haber sido sometido a una presión o fuerza que lo deforme. En las personas, la resilencia se define como la capacidad de un individuo para saber vivir bien y desarrollarse de manera positiva y más aún, salir fortalecido y transformado en una mejor persona, a pesar de las condiciones difíciles de la vida; es la forma en que responde y se adapta a situaciones de crisis o de riesgo. El interés científico de cómo influye la resilencia en la realidad humana es reciente, aunque el término en si no lo sea.
La resilencia no necesariamente se adquiere al nacer, los individuos que no la tienen, la pueden adquirir y desarrollar para reducir la vulnerabilidad y reforzar los factores protectores frente a situaciones riesgosas como dependencia de drogas, embarazos tempranos, fugas del hogar, cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, que nuestro problema es el más grande del mundo. La resilencia es dinámica, varía a través del tiempo de acuerdo a las experiencias y circunstancias que cada persona vive, con su desarrollo y con el tipo de estímulos a que se expone, es una especie de vacuna.
Hay niños a quienes se les desarrolla su capacidad de resilencia gracias a las características de su entorno: un ambiente familiar en armonía, no han sufrido pérdidas o separaciones tempranas, y han vivido bajo condiciones económicas estables, tienen límites claros, comparten responsabilidades sociales y sus padres los estimulan con expectativas de logros realistas. Lo anterior los hace más flexibles y sociables, racionales y auto controlados, tienen autoestima alta y son auto eficientes, enfrentan a la competencia de manera constructiva y aprenden de sus propios errores y saben acudir a los adultos en busca de apoyo cuando lo sienten necesario además de tener buen sentido del humor.
La adquisición y el desarrollo de la resilencia en los niños y jóvenes son el resultado de ciertas condiciones familiares: normas y reglas claras en el hogar, jerarquía bien definida, apoyo entre los miembros de la familia, adecuado uso del tiempo libre, el fomento de valores y responsabilidades extra familiares como voluntariados, trabajo de tiempo parcial, estudios complementarios, etc.
La resilencia ayuda para aplicar a las crisis el concepto japonés dual de dificultad y oportunidad. Las crisis de acuerdo con su gravedad, tienen el poder de transformar personas y sociedades completas para bien o para mal. La crisis existe cuando lo que se esta experimentando, viviendo en carne propia, puede exceder la capacidad de respuesta de las personas y se corre el riesgo de perder el sentido de lucha y la esperanza y la fe. Cuando a Confucio le preguntaron cuales eran las tres cosas más indispensables para un pueblo dijo: “Las armas, el alimento y la fe. Si se tuviera que escoger dos de ellas, yo escogería el alimento y la fe. Y si solo se pudiera escoger una de las tres, escogería la fe”.
Todo es según el color del cristal con que se mira y a través de la resilencia los conflictos se convierten en la base del desarrollo, en crecimiento, en transformación y en aprovechamiento de oportunidades. La resilencia la podemos activar cada uno de nosotros y de esa manera podemos generar buenos resultados aun bajo alto riesgo, sostener la competitividad a pesar de las amenazas, superar el miedo y salir fortalecidos.
En una situación de crisis como la actual, todos necesitamos una mano amiga -no “fuego amigo”-, alguien que nos ayude a crear lazos y vínculos con nosotros mismos, con los demás y con el entorno, alguien que nos contagie la fe para hacerle frente a los obstáculos, alguien que nos ayude a aplicar la resilencia. Además, el sentido del humor ayuda, lo sabemos todos, el mexicano de cada desgracia hace un chiste. Quizá el buen humor y la sonrisa no acaben con las crisis, pero de esta manera tampoco las crisis acabarán con quien las padece.
Es cierto que cada persona actúa de manera totalmente individual, todos somos distintos y cada uno aplica o no la resilencia en los problemas de la vida, el resultado no esta asegurado, pero si tratamos de sacar lo mejor de cada situación adversa en lugar de abrumarnos y sentir pánico, las probabilidades de salir airoso seguramente se multiplicarán. Interactuar con personas que sabemos tienen alta resilencia, nos hace mas resilentes a nosotros. Al respecto, Eduardo Galeano, en “El libro de los abrazos” se refiere a la individualidad de cada persona diciendo que “Cada persona brilla con luz propia entre los demás. No hay dos fuegos iguales, Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos colores. Hay gente de fuego sereno, que ni siquiera se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos bobos que nada alumbran ni queman: pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca a ellos, también se enciende”
El concepto de resilencia nos lleva a tener siempre una esperanza realista, sin negar que los problemas existen, sin meter la cabeza en la tierra como el avestruz. La resilencia centra toda su atención en las fuerzas y el potencial humano que se pueden capitalizar. La resilencia se aplica en lo personal, pero también en las empresas, en las sociedades y en los países. Comarca Lagunera. Noviembre, 2008.
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