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CONTEXTO LAGUNERO

Casualidades y Serendipidad.

juan manuel gonzález

Friedrich Nietzsche decía que “En un invento, lo esencial es la casualidad; lo malo es que pocas personas se topan con ella”. Los avances del desarrollo tecnológico y científico se deben, en muchos de los casos, a la casualidad. En realidad, han sido fruto de una casualidad y alguien que la identificara e intuyera posibles aplicaciones valiosas. Claro que no se debe invertir en investigación y desarrollo solamente esperando una casualidad, se deben invertir facultades y esfuerzos en espera de una combinación favorable de circunstancias. Sin embargo, lo inesperado e imprevisto es muy importante cuando se desarrollan búsquedas, estudios e investigaciones. Varios pensadores universales nos advierten acerca del aprovechamiento de la casualidad:

Louis Pasteur decía que “En el campo de la observación, el azar sólo favorece a la mente preparada”. Nicolas de Chamfort decía que “La casualidad es uno de los nombres de la providencia”. Publio Ovidio Nasón dijo:“La casualidad está siempre ahí, pero hay que tener listo el anzuelo”. Friedrich von Schiller decía que “La Providencia nos da la casualidad; para sus fines ha de moldearla el hombre”..El Barón de Stassart afirmaba que “De todos los bienhechores, la casualidad es la que ha tenido más ingratos”.

La “serendipidad” es la facultad de las personas que son receptivos a la casualidad, hacen de la misma inferencias valiosas, deducciones que contribuyen a la ampliación de los campos del saber y a la innovación. La palabra viene del inglés serendipity, e indica una combinación de azar y sagacidad mezclada con una buena dosis de intuición.

El físico Albert Einstein, como muchos otros científicos, usaba la intuición como herramienta de trabajo, algunos de sus descubrimientos presentan buenas dosis de serendipidad. Einstein tenía cuatro frases muy elocuentes: “La intuición es lo único realmente valioso”, “Confío en la intuición y la inspiración”, “A veces siento que estoy en lo cierto aunque no conozca la razón”, “La ciencia, como un fin que debe ser perseguido, es algo tan subjetivo y condicionado psicológicamente por las circunstancias…”.

Hay casos curiosos que nos suceden a mucha gente cuando confundimos una palabra con otra, a veces esa confusión, mezclada con la casualidad y la investigación produce descubrimientos fabulosos. Por ejemplo, confundiendo, por su pronunciación, test y taste. Test significa prueba y se puede confundir con taste, que significa probar o degustar. Aun en español se puede uno confundir estos términos si le ponen delante un polvo y le dicen que lo pruebe.

El investigador Leslie Hough estaba, en 1976, clorando azúcar en busca de un insecticida eficaz. Tras unas determinadas proporciones en la mezcla de una solución de azúcar con cloruro de sulfurilo (altamente tóxico), Hough pidió a su ayudante, un estudiante en prácticas, que lo probara (test), que lo probara con algunos insectos. El atrevido estudiante creyó que le decían taste (degustar), se llevó una muestra a la lengua y declaró que aquello era extremadamente dulce. Al parecer, el Sr. Hough quedó horrorizado por el accidente y, en no menor medida, sorprendido por el resultado: un compuesto 600 veces más dulce que el azúcar. Unos 20 años después, tras numerosos ensayos para detectar posibles efectos dañinos, empezó a distribuirse como edulcorante sin calorías, bajo la marca Splenda.

Muchos descubrimientos han surgido de la feliz coincidencia de una casualidad o de un error, y alguien que intuyó e identificó aplicaciones valiosas. En la edad media se inventó el coñac. Los mercaderes habían notado que si hervían el vino, el agua se evaporaba y podían llevarlo en menos botellas. Después el proceso culminaba cuando lo mezclaban de nuevo con agua. Hasta que un día a alguien le gustó cómo quedaba sin ese último paso.

El vulcanizado es un proceso que evita que se descomponga el caucho. Lo descubrió en 1839 Charles Goodyear, el de las llantas, cuando se le cayó en una caldera una mezcla de caucho con azufre. Las papas fritas o chips, como las llaman en los Estados Unidos, las hizo por primera vez el cocinero George Crum en 1853 cuando, cansado de las quejas de un cliente que le recriminaba que hacía las papas muy gruesas, las cortó lo más finas que pudo y luego las hirvió en aceite para que quedaran crujientes.

El investigador Wilhelm Röntgen observaba los efectos que tenía en los objetos la radiación producida por un chorro de electrones, y cuando vio sus propios huesos proyectados en una placa metálica, se le ocurrió la radiografía. La penicilina es uno de los descubrimientos casuales más importantes del siglo XX. El científico Alexander Fleming investigaba en 1928 muestras que observaba con su microscopio. El hombre se fue a su casa dejando la ventana del laboratorio abierta. Cuando volvió encontró sobre las muestras un moho verdoso que se comía las bacterias. La espora de la penicilina había entrado en el aire.

En 1943, Albert Hofmann buscaba un compuesto a base de dietilamida del ácido lisérgico que permitiera estimular el parto, pero lo que descubrió fue un poderoso alucinógeno, el LSD, la droga preferida en los ‘60 que “inspiró” discos completos y películas como Yellow Submarine. Percy Spencer, un ingeniero un poquito robusto al que le gustaban mucho las golosinas, trabajaba en 1949 con un radar que funcionaba a base de microondas. Luego de probar un rato el artefacto, el hombre notó que algo raro pasaba porque la barra de chocolate que traía en el bolsillo de su pantalón comenzó a derretirse, así nació el horno de microondas.

De lo siguiente hay varias versiones, según la leyenda, en el siglo XIX en Argentina, una mulata preparaba el desayuno típico de esa época: la leche azucarada, pero la mujer se distrajo con sus quehaceres y cuando volvió encontró que la mezcla había hervido de más. De esa forma se conoció por primera vez el famoso dulce de leche. Muchos hombres deberían hacerle una estatua a los científicos ingleses que buscaban sin éxito un fármaco para la insuficiencia coronaria. Al hacer pruebas del fármaco entre los habitantes de una villa inglesa dedicada a la producción de hierro, el resultado fue……lo que ya es del dominio público: el viagra.

En definitiva, la investigación y el desarrollo se pagan por si mismos, sobretodo si somos capaces de aplicar la serendipidad, aprovechando las casualidades cuando llevan escondida una aplicación valiosa.

Correo electrónico: jgonzalez2001@hotmail.com

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