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Contraluz / CARTA A MI HIJA

María del Carmen Maqueo Garza

Has concluido una etapa importante de tu formación; hoy dejas atrás las aulas de tus primeros años para enfrentar la feliz etapa de tu propia definición. A partir de este momento serás tú misma quien vaya dibujando sobre el lienzo de tu historia personal el esbozo de lo que te has propuesto ser en la vida.

Como madre estoy muy orgullosa de tus logros, vienen a mi mente los días cuando ingresaste a “tu escuelita” como le llamabas, con todo un universo de conocimiento por asimilar. Ahora me pregunto dónde quedó aquella niña a quien le tomaba la mano rígida sobre el papel para sus primeros trazos; encuentro muy lejanos aquellos días en los que fuiste descubriendo la vida conforme avanzabas en tus libros y cuadernillos de trabajo. Puedo decirte que me invade una tranquilidad al ver la madurez y el aplomo con los que esbozas el perfil de tu vida futura, mides tus recursos y calculas los pasos para lograrlo.

Hoy llegas al final de tu vida de niña, se abre frente a ti el gran espacio a donde determinar quién eres y hacia dónde vas; tengo el privilegio de poder acompañar tus últimos pasos de jovencita antes de emprender el vuelo hacia la realización de tu proyecto de vida. Te observo segura, preparada para desplegar las alas; has estudiado con seriedad la ruta de tu vuelo; has calado la fuerza de tus alas, y sé que nunca olvidarás llevar en tu corazón una alabanza a Dios como la mejor herramienta de vuelo. Me quedo al filo de la cañada mirándote estrenar tu fuselaje de adulto contra el suave viento de la mañana.

Hija: Habrán de tocarte vientos turbulentos, mucho más agitados que los que en su momento a mí me correspondió afrontar. La mejor manera de sortearlos es revisar periódicamente la bitácora, actualizar tus recursos, y no olvidar que llega a su destino, no el más poderoso sino el más constante, aquél que no se confía, el que mantiene fija la mirada y evita distracciones.

Nuestro paso por este mundo se justifica a través de los hijos; palpita dentro de ti una vena paterna muy particular: El entusiasmo, ese modo de vivir que llevó a tu padre a convertir en trascendentes las experiencias cotidianas de cada día, haciéndolo un hombre desbordante de auténtica alegría de vivir. Si algo hubiera querido él dejarte como legado, es que aprendieras a ser feliz con las pequeñas cosas, lo que redunda en un saldo muy positivo frente a la vida.

Siempre vas a encontrar barullo exterior, voces que te quieran persuadir de alejarte de tu ruta. No olvides que fue del canto de las sirenas de lo que se cuidó Ulises a su paso frente a la Isla de la Felicidad, esas voces dulces e irresistibles que a otros tantos marinos los llevaron a perderse.

De igual modo vas a encontrar palabras que choquen con tus empeños como buscando desalentarte; aprende a escucharlas, pero más que dejarte abatir por ellas utiliza el sentido común para escudriñar los motivos detrás de las palabras, y luego determina si tienes que aprender algo de ellas, o son simple espuma que se deshace al primer viento.

Rodéate de personas que tengan metas bien definidas, para que su fuerza y tu fuerza se sumen y el avance sea mayor para ambos. Procura a aquéllos que tienen más experiencia en lo que tú estás por emprender; la maestría la da solamente el tiempo. Recuerda cultivar a tu familia y amigos como lo más valioso en tu jardín de afectos; nunca estarás sola, serán ellos alegría en tus ratos alegres y consuelo en las horas difíciles. A lo largo del camino vas a encontrar que personas muy queridas se alejan de ti inexplicablemente pese a tus esfuerzos; entiende que sus intereses son otros y déjalas ir, sin desgastarte en afanes inútiles.

Nunca olvides hacer algo por tu gente; detecta qué necesidad estás en posición de subsanar para otros a título gratuito, con absoluta discreción, lo que hará un gran bien a tu corazón.

En tu diario quehacer sé transparente, que nadie esté en posición de señalarte con índice de fuego por un mal manejo; frente a un error ten la humildad de reconocerlo. Sólo Dios y los locos no se equivocan.

Hija mía: Sólo me resta desearte la mayor felicidad que puede haber en este mundo, la de saber ser feliz dentro de uno mismo amén de las circunstancias. Pido a Dios que ilumine tu inteligencia y toque tu corazón frente a cada nuevo reto, y que siempre que tu vuelo venturoso roce mi vida pueda yo esbozar, como ahora, mi mejor sonrisa.

maqueo33@yahoo.com.mx

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