Era absurdo considerar que la recesión económica de la poderosa nación del norte resultara en un simple catarrito para nuestro país; desde ahora la crisis norteamericana comienza a impactar lentamente a millones de mexicanos, y sabemos que el asunto va a agravarse para el 2009. En situaciones como la presente en las que poco o nada podemos hacer para evitarlas, solamente nos toca prepararnos para cuidar que no nos afecten de un modo irreparable. Además es sano aprovechar este momento de crisis para dar una revisada a nuestro modo de vida.
El desempleo que comienza a darse provocará efectos variados, en los estratos más desprotegidos lleva a angustia de los cabezas de familia al no tener el recurso para cubrir las necesidades básicas del hogar, lo que redunda en daños a la salud física y mental, y secundariamente en un disparo en los índices de delincuencia, por ello corresponde a todos desde ya administrar con sabiduría nuestros recursos. Sin embargo quiero ir más allá y medir hasta qué punto la disminución en mi capacidad de compra me lleva a sentir que valgo menos como persona.
Nuestros hijos han crecido en una cultura facilitadora; tareas que antes llevarían toda una tarde de consulta en una biblioteca ahora se terminan en menos de una hora en la computadora; nada en el espacio parece encontrar un límite para acceder, explorar, hacer nuestro; los jóvenes no batallan mucho para conseguir lo que quieren, y van desarrollando un sentido de inmediata satisfacción a sus necesidades grandes y pequeñas. Ahora bien, inmersos en una sociedad consumista, dichas necesidades se amplían y diversifican mediante el principio de “tener para ser”, que exalta el tener, y vuelve más grave la crisis personal al sentir que en la merma del tener que se avecina, su ser se pierde.
Otro elemento que se agrega a este caldo de elementos es el erótico, somos una sociedad en plena adolescencia que descubre su sexualidad y hace alarde de ella; hemos abusado hasta el cansancio de palabras e imágenes; a través de diversas expresiones humanas hemos situado al sexo como la sal en la cocina, sazonando todo tipo de materiales. En lo personal siento pena por guionistas que a todo anteponen como muletilla la palabra altisonante (f... en inglés y ch... en español). Como una apasionada de la lengua estoy convencida de que no hay palabras “buenas” o “malas”, simplemente limitación de recursos, falta de imaginación creativa, lo que merece mis más sentidas condolencias.
La carga de erotismo que pesa sobre nuestros jóvenes es tremenda: En el curso de esta semana, mientras pasaba canales del sistema de cable dentro de un horario familiar me topé con una escena de una orgía homosexual; tres varones en la intimidad. ¿Escandalizarme?... Sí, en definitiva, me escandaliza y me enfurece; en lo personal son escenas de muy mal gusto, algo así como estar viendo a un sujeto estreñido resolviendo sus problemas en el inodoro... pero me pregunto qué salida le puede dar una madre a un niño de seis años que pregunte qué están haciendo “los de la tele”, porque insisto, fue en horario familiar. No se quedan atrás las tramas de las telenovelas de ambas cadenas nacionales en donde van todos contra todos... a la cama. Entonces la llegada de Telmex Dish, una vez superada la resistencia de CANITEC se antoja como una opción esperanzadora para nuestros niños. Por cierto, esta nueva opción no incluye en su programación a las dos grandes televisoras nacionales, que podrán sintonizarse o no en señal libre.
Cuando se tiene este erotismo de burdel en la sala familiar hora tras hora, día tras día, en una molicie mental deleznable por parte de nosotros los adultos que poco o nada hacemos para evitarlo... ¿Por qué nos sorprende que la niña de catorce años salga embarazada? ¿O que el niño de dieciséis adquiera un herpes genital del que no va a zafarse por el resto de sus días?... Y lo que en mi opinión es más triste: ¿Qué sentido tendrá a la larga en su vida la sexualidad para un joven que ahora asume que es un deporte de fin de semana que se practica libremente, y que cuesta los diez pesos que vale un condón? ¿Qué va a pasar en diez o veinte años con este joven que en poco tiempo se habrá hastiado “de lo mismo”? ¿Qué de especial tendrá la plenitud con la persona amada si se ha acostado con todo el vecindario? ¿Qué sentido de trascendencia tendrá finalmente como ser humano y frente a su pareja?
La crisis está a la vuelta de la esquina; sirva el catarrito para revisar nuestra actuación frente al futuro de nuestros hijos; el camino es largo y empinado.
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