Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz / ENTRE LÍNEAS

Ma. del Carmen Maqueo Garza

Terminamos la semana con una nota luctuosa para el pensamiento universal: Fallece don Andrés Henestrosa, un señorón de las letras cuyo deceso merecía haber ocupado la página principal de los diarios de circulación nacional. Paradójicamente comenzamos la semana con la destacada noticia que encabezó todos los informativos, la del niño regiomontano que no quería ir a clases y se adhirió a la cama con pegamento industrial. Entre una nota y la otra nos recetamos a las FARC; la visita de Bush a Israel, y las estupideces del medio del espectáculo, particularmente los extravíos de Britney Spears.

La palabra ha sido para el ser humano herramienta para el cambio; allá por 1986, cuando iniciamos el licenciado Eduardo Barrientos y yo con lo que a la fecha es la Página Cultural del periódico Zócalo de Piedras Negras, diseñé un eslogan que me resulta una gran verdad personal, una verdad a la cual debo lealtad cada vez que me coloco frente al teclado para tratar de establecer una comunicación: La palabra, vehículo, puente y lazo entre los hombres, significando la fuerza que tiene este elemento como modelador en una sociedad.

Por más que quisiéramos vivir cual monjes tibetanos resulta imposible arrancar de nuestras vidas la influencia de los medios informativos; más allá de lo que alcanzamos a percibir la palabra está allí para hacer su efecto sobre nuestro modo de pensar, de percibir lo que nos rodea y de actuar en consecuencia. Entre líneas vamos descifrando códigos que en gran medida rigen las pautas de conducta actuales, sobre todo en las generaciones jóvenes que padecen un grave analfabetismo funcional; el chico termina sus estudios sin el dominio de una lectura crítica para interpretar con acierto el mundo en el que vive, y se maneja bajo la falacia de “es cierto porque lo dijeron en la tele”. Expresaría el propio Henestrosa, “quien lee un libro bello pasa de la sombra a la luz”. Igual obraría en sentido opuesto, quien está siendo bombardeado con notas torvas, pasa del estado de gracia original a las tinieblas de la insensatez (palabras mías).

Estar desayunando con los escándalos del medio del espectáculo, que sí a Paris Hilton le dio por besar mujeres; que si Lindsay Lohan se volvió ninfómana; que si Britney Spears usa medicamentos para caballos, a cualquiera le ensombrece la mañana más soleada y desestabiliza la escala de valores más firme. Entre líneas se lee que tener dinero y ser famoso es el estado ideal.

Muere don Andrés Henestrosa, un señor que se hizo a sí mismo; desde Ixhuatán comunidad indígena oaxaqueña llegó a la Ciudad de México siendo un jovencito que hablaba solamente su lengua materna, pero enamorado de la palabra aprendió el español y a los pocos años habría escrito la obra que lo puso en la mira mundial: Los Hombres que Dispersó la Danza, antología completa sobre tradiciones y leyendas de los pueblos indígenas, en la que el autor deposita un pedazo de su alma en cada página. Fallece un hombre que supo tomar las riendas de su vida y llegar tan alto por su lúcida constancia frente a la palabra; se nos va, y la noticia merece solamente un pequeño espacio.

La gracia del muchachito que no quería ir a la escuela se presenta como una noticia espectacular, el niño concede entrevistas para explicar sus motivos; muestra las huellas del químico en sus manos; entrevistan a la madre, a la vecina y a la comadre... Vive el muchachito sus quince minutos de fama y lo que leemos entre líneas nos pone a temblar: ¿Premiamos los ausentismos escolares con la fama y la gloria? ¿Cuál es el mensaje subliminal que se está proporcionando? Luego no nos asombren las cosas que suceden por aquí y por acullá.

Bien, entre líneas continúo leyendo que haber vivido más de cien años propuesto a seguir con toda la pasión un sueño hasta cumplirlo sobradamente es algo a lo que el mundo no concede mayor importancia. Y me pregunto, ¿A dónde vamos por ese camino? ¿Qué tipo de sociedad estamos horneando?...

En palabras de don Andrés “los libros son objetos sagrados que arrojan luz sobre la inteligencia y la sensibilidad; iluminan el alma y la mente, y amplían el alcance del espíritu. En otras palabras, nos sacan de las tinieblas, nos ayudan a vivir y nos hacen mejores... Los libros, a fuerza de leerlos redimen”. Él conocía el poder de la palabra, su gran compañera; ahora nos toca a nosotros abrir los ojos, antes de que sea muy tarde para enmendar nuestra molicie mental frente a la misma.

maqueo33@yahoo.com.mx

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