Ésta ha sido una semana de deflación económica en la Unión Americana y de deflación anímica en nuestro dolido México. Ahora resulta que personajes clave de la seguridad nacional estaban al servicio de los capos de la droga... ya entendemos por qué en los operativos anti-droga no dábamos “pie con bola”, igualito que en el futbol. Pero en fin, no tengo ánimo para hablar de estas cosas; es muy desmoralizante preguntarnos en quién sí podemos confiar, cuando un gran número de instituciones van siendo minadas por la plaga de la corrupción. Recuerdo un episodio en mis años de estudiante, de la noche a la mañana se cayó la puerta de mi clóset, y cuál sería la sorpresa al ver que tanto la puerta como el marco, ambos de madera, habían sido totalmente carcomidos por termitas, lo que estaba en pie era la sola apariencia, el exterior, por encimita, y lo de adentro, lo medular, lo que da sustento, simplemente no existía; algo parecido a lo que hemos descubierto esta semana en el país. En fin, aquel capítulo se resolvió en manos de los expertos en fumigación y de los carpinteros, unos para exterminar y otros para reconstruir... yo me pregunto dónde encontramos un Huitzilopochtli que nos recupere el país de nuestra infancia... Pero en fin, pasando a cosas más agradables –aunque no menos trágicas de hecho- hablemos de las que nada más en México pasan, y que junto con el mole de olla; el papel picado y la música cardenche o las bombas yucatecas, hacen del nuestro un suelo folclórico, festivo e inigualable. Vamos a hablar de la multiplicación de los puentes.
Los norteamericanos tradicionalmente trasladan sus días festivos a lunes, para hacer unos puentes muy bien reglamentados en los cuales las familias aprovechan para participar en desfiles conmemorativos, convivir, viajar, descansar, y todo lo que se les ocurra... Y precisamente hablando de ocurrencias, por decreto foxista del 15 de diciembre de 2005 se modificó el Artículo 74 de la Ley Federal del Trabajo para adoptar el “american way of life” en cuanto a días de descanso obligatorio, corriendo a lunes el descanso correspondiente a cinco de febrero, 21 de marzo y 20 de noviembre. Pero entonces entra la creatividad del mexicano, esa maravillosa creatividad que genera alebrijes; mojigangas, calaveras en verso, o maravillosos bordados en punto de cruz... ¡Y los puentes se multiplican! Lo que originalmente se diseñó para reducir los días de asueto, terminó siendo un jolgorio, y para muestra analicemos lo que sucedió este año:
20 de noviembre jueves, se pasa al lunes 17 de noviembre.
La mitad de las escuelas suspenden clases el 14 de noviembre pretextando “junta de maestros”, lo que deja un sabroso megapuente de cuatro días, 14, 15, 16 y 17.
Otro buen número de “hijitos de la maestra” diseña alguna excusa para suspender clases el lunes 24 de noviembre, suponemos que están cansados de las actividades del 20. O sea, otro puentecito de 22, 23 y 24.
Aunque claro, el resto hizo puente jueves 20, viernes 21, 22 y 23.
Ahora bien, lo más simpático se da el mero 20 de noviembre, fecha cuando las escuelas “deben” de participar en el desfile deportivo-militar. Los niños de primaria han de presentarse en un sitio y hora distintos a los de todos los días para el inicio del desfile. En el mejor de los casos corren las abuelas con esta responsabilidad... el resto de los casos se resuelve mediante pases de entrada o ausentismos al trabajo por parte de padre, madre, o ambos, para llevar a los críos a cumplir. ¿Quién los deja solos a media calle para el inicio del desfile? ¿Y quién los recoge al final del evento? Entonces, ya entrados en gastos, de una vez “nos echamos la falta”, total, “ya luego Dios proveerá”.
Vaya, y otro tanto sucede en una ciudad en la que un día de desfile para las escuelas es ordinario para el resto; el tráfico se desquicia, las calles se cierran, los vehículos transitan en sentido contrario... Las entregas de proveedores se retrasan, y el comercio no puede iniciar sus labores.
O sea, si nos ponemos a sumar “horas-hombre” perdidas en este asunto de los puentecitos... Si fuéramos norteamericanos estaríamos con el “Oh my God” en la boca; si fuéramos japoneses ya nos habríamos suicidado; si fuéramos finlandeses pasaría una sola vez, no más, y si viviéramos en los Emiratos Árabes Unidos, nunca habría pasado... Pero claro, ¡como nuestro México alegre; festivo; musical; futbolero; sabroso y dicharachero no hay dos! ¡Viva México! ¡Y que siga la fiesta!...
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