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Contraluz / HOY MÁS QUE NUNCA...

María del Carmen Maqueo Garza

A Melita, mi maestra para la vida.

Madre: Hoy más que nunca te necesitamos para confortar el espíritu de nuestros niños. Les ha tocado enfrentar un mundo cargado de violencia: hacia donde miren encuentran escenas que tienen que ver con la agresión del hombre por el hombre. Guerras entre naciones; desacuerdos entre grupos; reyertas familiares, a nuestros pequeños les corresponde la difícil tarea de vivir el amor entre fuegos cruzados.

Algo nos ha fallado en el contexto de nuestra propia historia, en cierto punto perdimos el rumbo; cambiamos el ser por el tener; trocamos el concepto de satisfacción personal por el de dominio, y nuestro destino está comenzando a pagar la factura. Tenemos un mundo cada vez más avanzado en tecnología, pero dentro del pecho cargamos con una pesada losa, un corazón que ha olvidado el verdadero sentido de la vida. Sin el amor los sentimientos se convierten en una cárcel de pasiones, tan cercana al dolor.

Madre: Tú que nos albergaste desde el primer momento cuando un soplo divino tocó el amor humano de tu vientre y adquirimos el ser. Tú que supiste nutrirnos en la intimidad movida por la fe, porque sólo a través de ella visualizabas el milagro maravilloso de la vida palpitando en tus entrañas. Yo sé que suspirabas imaginando esa nueva existencia, yo sé que orabas pidiendo a Dios bienestar para el hijo que ya desde el primer momento amabas. Comprendo que el buen padre acogió con gozo cada una de tus plegarias...

...Hoy, madre, nuestro corazón está en crisis en un mundo que se vuelca hacia lo material dejando de lado el ser espiritual que nos hace personas con trascendencia. Hemos dejado de creer que la vida tiene un sentido último y nos encauzamos a lo inmediato; hemos dejado de actuar convencidos de que la siembra de hoy rinde sus frutos mañana; hemos dejado de hallar que se justifica el esfuerzo presente para el bienestar que el cielo nos tiene prometido.

Nuestro corazón se topa con un escenario que lo mueve a dudar, a cuestionar, a emprender un abierto desafío... muy dentro de nuestro corazón vive una crisis de fe, de alguna manera ha dejado de creer que la vida es un camino que se habrá de continuar más allá de la muerte.

Esta mañana escucho el alegre gorjeo de las aves que comienzan un nuevo ciclo vital, y me pregunto dónde ha quedado esa alegría de niños en nuestra adultez sombría. Me pregunto a qué hora cambiamos la fe por la desesperanza; la aceptación por la desconfianza; el entusiasmo por el abatimiento.

Volteo a ver mi entorno y me encuentro con jóvenes viejos que han dejado de lado sus capacidades para sumirse en las fangosas aguas del desaliento, que finalmente terminan por engullirlos.

Madre: Nuestros niños están llamando a la muerte con gritos de desesperación; toman un arma y se disparan; se sumen en un mundo de emociones artificiales que termina por aniquilarlos. Van presurosos al encuentro de otro cuerpo tan dolido como el suyo; los observo retozando como dos cachorros que sólo se sienten vivos por un rato, para volver a morir cuando la piel se aquieta.

Madre: Tú que has sabido mover montañas con una fe inacabable; tú que ofreces gustosa tu incomodidad por el bienestar del hijo. Tú que estás dispuesta a dar la misma vida por la de tu pequeño, ¡te necesitamos con urgencia, hoy más que nunca!...

Urge a nuestros niños, más que el conocimiento para competir, amor para creer. Más que la ambición para destacar, aceptación para crecer. Más que la fuerza para dominar, serenidad para ser...

Nuestro mundo necesita de tus manos sanadoras para acallar las heridas; de tus palabras de aliento para no desfallecer; de tu mirada-luz para creer en Dios. Ya estamos cansados de los caminos de la mente sin alma; nos duelen los huesos de andar hacia la cima en soledad, temiendo hasta de la propia sombra. Yo sé que cualquiera de nuestros niños daría todo por vivir una vida con significado, que se justifique a sí misma en cada trecho.

Hoy el desafío es grande, pero tu corazón lo es más. Tendrás que arremeter contra las sombras del valle de la muerte, pero la luz de tu entendimiento es mayor. Porque la fe, sabemos, mueve montañas.

Nuestros niños se nos mueren; muere su cuerpo pero más grave, muere su alegría, muere su fe, muere su entusiasmo por vivir la vida y trascender. Madre: Dentro de ti está la cura necesaria para tantos males del alma; nunca olvides que eres la mano derecha de Dios, la que pinta el lienzo de todos los tiempos.

maqueo33@yahoo.com.mx

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