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Contraluz / “IL POVERELLO” HOY

María del Carmen Maqueo Garza

Francisco de Asís fue para su tiempo y su circunstancia un loco; alguien que deja atrás las riquezas familiares que por derecho le correspondían; que desatiende todo consejo paterno y que hace a un lado los propósitos nacionalistas de la época para retirarse al campo a llevar una vida sencilla de oración.

Francisco de Asís, también conocido hoy como “Il Poverello” (El Pobrecillo) nació en Italia en 1182, hijo de un rico comerciante, en su primera juventud llevó una vida de ostentación y desenfado; entre 1203 y 1205 formó parte de las filas de soldados en un par de batallas por el Sacro Imperio; entre una y otra fue mantenido prisionero durante un año. Pero no fue hasta 1205, mientras marchaba rumbo a Apulia a pelear, cuando una voz lo disuadió de continuar su viaje y le aconsejó regresar a su tierra para consagrar su vida de servicio a Dios de la manera más humilde.

A tal grado despertó el enojo de su padre esta decisión, que en alguna ocasión lo mantuvo encadenado para alejarlo de sus propósitos religiosos, y generó tal repudio en la comunidad su conversión a la vida sencilla, que lo recibieron como a un lunático, lanzándole piedras y lodo. Pero el buen Francisco no desistió, por el contrario, más afianzó su compromiso de servicio y humildad, y pronto se unieron a él otros jóvenes para integrar la primera de las dos órdenes religiosas que él estableció. Alguna vez durante el Concilio de Letrán en 1215 se consideró convertir la orden de “hermanos menores” por él fundada en sacerdotes y eventuales obispos, a lo que Francisco pidió que no se les hiciera “mayores”, que ellos pedían seguir siendo “menores”, pero que si tal era la voluntad de la iglesia, lo acatarían con obediencia.

Se acaba de celebrar en el calendario eclesial el natalicio de Francisco de Asís, y muy al margen de la denominación religiosa de cada cual, no cae nada mal hablar de la figura de Francisco en estos tiempos, cuando gran parte de los males sociales que estamos padeciendo obedecen a esa desmedida ambición que ha llevado a nuestras sociedades a emprender acciones en torno al dinero, que culminan en el desánimo, en la inseguridad, y en el abatimiento de las mayorías.

Nuestros gobiernos, independientemente del color partidista que los haya colocado en la función pública, tradicionalmente se han despachado con la cuchara grande, ya sea en amasar fortunas personales, en dilapidar el erario público en sueldos y viáticos de lujo, o en acciones populistas: utilizan los dineros del pueblo para regalar por aquí y por allá y así asegurarse simpatías a futuro en favor de intereses personalísimos. Probablemente no se descuiden del todo necesidades primarias, pero es un hecho que los dineros gastados en estos rubros, invertidos en infraestructura urbana, en apoyos al campo que desalienten la creciente migración, y en recursos para salud y educación redundarían en un mayor beneficio social, para lo que se supone que está la recaudación hacendaria.

Tenemos a lo largo de la historia claros ejemplos de pueblos y naciones a los que en un afán de poseer más no les ha temblado la mano para inmolar a sus propios hijos en guerras absurdas, destinando por día presupuestos millonarios que representarían grandes avances para la humanidad en materia de combate al hambre y la pobreza, o en ciencia y tecnología. No es posible que un país masacre a otro porque no quiso someterse a las imposiciones que el primero pretendió aplicarle “por su propio bien”, expresando implícitamente un concepto de superioridad como nación.

El problema del crimen organizado en México ahora desarticulado por las iniciativas del Ejecutivo, está fuera de control; hace algunas semanas salía una cifra oficial de “ciento cincuenta inocentes ejecutados a nivel nacional en lo que va del año”, cifra que encontré absurda, pero muy acorde con los sub-registros que históricamente se han llevado en nuestro país... Tal vez si contamos niños y sus madres sí puedan ser ciento cincuenta en nueve meses... pero es absurdo considerar esta cifra para hablar de adultos ejecutados, pues tenemos cifras récord de diez a veinte ejecutados por día en territorio nacional, lo que estadísticamente nos coloca a cada uno de nosotros en un riesgo elevado de morir de esta manera, por el simple hecho de vivir en México, triste realidad.

...Entonces, volviendo a Francisco de Asís, ese loco santo que cambió las armas por las florecillas, y las riquezas por el despojo absoluto de bienes materiales, sentimos que es momento de revisar nuestro rumbo, ponernos a resguardo del canto de las sirenas, y precisar cuál es el puerto hacia el cual orientamos los afanes de cada día.

maqueo33@yahoo.com.mx

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