Artero crimen el cometido esta semana en Villahermosa, Tabasco en contra de Alejandro Fonseca “El Padrino” locutor de aquella capital, mientras colocaba una manta con leyendas en contra del secuestro. Momentos antes de su ejecución fue advertido por los sicarios para que la retirara, y al no acatar las demandas de los matones, simplemente lo fulminaron. En lo particular fue una noticia que me impactó, una vida productiva que a los treinta y cinco años tiene un compromiso social que no teme expresar, es segada de un plomazo; la libertad de expresión coartada de la manera más brutal en un país al borde de la ingobernabilidad.
Me puse a buscar más detalles de la trayectoria del locutor, y tuve que batallarle un rato en la red para encontrar información. Había mucho más del gol de Cuauhtémoc Blanco, o de las razones de fulana o zutana para desnudarse, pero información sobre un ser humano con grandes ideales que se propuso no cejar hasta el punto morir por la palabra empeñada había muy poca, de hecho varias páginas electrónicas tenían bloqueado su acceso... Una desazón de esta naturaleza sólo puede ser apagada con elementos sanadores, palabras que nos lleven a no dejar de creer en que nuestro país tiene alguna suerte de remedio en este caos social. Dos elementos vinieron a consolarme, en primer lugar asistí a una conferencia impartida por el Dr. Carlos Oliva Estrada coordinador del Colegio de Filosofía dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y miembro del Colegio de Investigadores. La misma se presentó el viernes 26 del presente en esta ciudad de Piedras Negras, como parte de los festejos del 35 Aniversario de la Biblioteca José Vasconcelos. Él habló sobre la controvertida figura del propio Vasconcelos como mentor y como político, pero sobre todo como visionario y escritor. Me consoló saber que el crimen organizado de nuestros tiempos obedece a huecos sociales que venimos arrastrando desde tiempos de Zapata y Villa, demandas sociales no resueltas que hoy se transforman en violencia; en lo particular me imaginé el proceso de una célula que crónicamente inflamada llega a derivar en un cáncer con su carga de agresividad y falta de control ya conocidas.
En segundo lugar para consolarme recurrí a una entrevista que da Eduardo Galeano, poeta uruguayo a Jorge Urien Berri del Diario La Nación de Buenos Aires. Habla sobre sus maestros y contemporáneos, su palabra acalla mi dolor de mexicana por la muerte de un valiente con el dolor sufrido por Juan Gelman, Premio Cervantes 2007, durante los años de la dictadura argentina, cuando los militares en el poder desaparecieron a su hijo, secuestraron a su nuera embarazada y la tuvieron viva hasta que dio a luz una niña, a la cual regalaron como cualquier otra cosa, y a la que Gelman ha buscado todos estos años con la firme esperanza de encontrarla.
Dentro del amplísimo recorrido que hace Galeano por muy diversos tópicos del Continente Americano, toca el punto de la palabra como herramienta social, y hace referencia a un término guaraní que me cautivó: “Ñe é”, que significa a la vez “palabra” y “alma”. Es tal vez lo que yo necesitaba para no sentirme desolada porque los medios dejan de lado los tópicos que nos llevarían a reflexionar, a pensar y a proponer cambios, en favor de notas frívolas que nos llenan la cabeza de estupideces, de estridencias ociosas que a nada útil conducen.
“Ñe é” es la justa palabra que yo necesitaba para curarme estas nuevas heridas, esa concepción de la palabra y el alma en unicidad, inseparables, mutuamente necesarias... Yo que vivo enamorada de la palabra escrita entonces entendí que esto es lo que más me duele de la crisis actual, la forma como la palabra deja de ser una estafeta de honorabilidad y crecimiento, para convertirse en un recurso de extorsión, en vehículo de amenaza, en arma mortal.
Con urgencia necesitamos entre todos recoger del suelo las palabras hechas pedazos, esas palabras con que las abuelas nos arrullaban, esas palabras con que una madre consuela a su pequeño cuando se ha lastimado; nos urge recuperar esas palabras buenas de un maestro que enseña al alumno a encontrarse a sí mismo. Esas palabras mágicas del amigo que sabe estar allí cuando se necesita; las palabras de dos que se aman y no temen decirlo; las palabras que cierran círculos buenos con un “descanse en paz”. Nos urge traer a escena las palabras curadoras que yacen abandonadas en un papel amarillento para comenzar a curarnos con ellas las heridas.
Hoy más que nuca leer es una urgencia social para ir arrancándonos este cáncer que amenaza con devorarnos el alma...
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