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Contraluz / TU FILA Y LA MÍA

María del Carmen Maqueo Garza

Vivir en zonas urbanas es algo interesante y hasta divertido; todos nosotros nos hallamos en un gran laboratorio de hierro y concreto en el cual se mide el comportamiento humano frente a muy diversos factores capaces de afectarlo, somos a la vez sujetos del experimento y atentos observadores.

Uno de los elementos que con más probabilidad ha influido en el comportamiento humano es el fenómeno de la sobrepoblación; muchos individuos han abandonado el medio rural para venir a injertarse en un medio urbano que ya de por sí presenta limitación de satisfactores para las necesidades de todos. Lo vemos en las grandes urbes, pero de igual modo comenzamos a verlo en ciudades medianas en donde la violencia se vuelve tantas veces la moneda de cambio corriente mientras circulamos por calles y avenidas.

En lo personal no deja de sorprenderme todo lo que ocurre frente a mí mientras paro en una esquina o espero a que cambie la luz del semáforo; viene el individuo que surge de quién sabe dónde rebasando por la derecha y se incorpora “a la brava” a las líneas debidamente formadas que esperan su turno para avanzar. Este conductor denota una singular carga de violencia y de no-respeto por los demás, nos deja percibir un estado de ánimo poco sano en la vida. Es el sujeto que considera que cada encuentro con otros es una competencia y que a él le corresponde llevar la delantera a toda costa, para mantener el buen concepto de sí mismo. Por un momento quiero imaginar las frases que pasan por su cabeza mientras maquina en cada crucero la forma de ir al frente; trato de visualizar las palabras que estarán cocinándose en su cabeza, y llego a la conclusión de que finalmente yo tengo que soportarlo solamente mientras pasa, en tanto él tiene que hacerlo toda una vida...

Algunos días atrás me hallaba haciendo una larga fila en el banco, no había menos de cuarenta personas delante de mí por lo que tardé aproximadamente una hora en alcanzar la ventanilla; unos cuantos lugares adelante se encontraba una persona quien en todo momento estuvo despotricando en contra de lo que tuviera enfrente: En contra del banco, de quienes iban en la fila, y de los que iban llegando. Constantemente se mantuvo externando su malestar, emitiendo opiniones de lo mal que estaba todo y dando indicaciones al aire de cómo deberían hacerse las cosas. Cuando dentro de su delirio pretendió que algunos de nosotros vigiláramos la puerta de entrada asegurando que se estaban metiendo personas a la fila, supe que tenía que hablar. En tono civilizado le manifesté que cada quien cuidaba su lugar y que ninguno estaba dispuesto a que se metiera a la fila alguien que acababa de llegar, que de todos modos teníamos que estar allí, y que podíamos hacerlo de buen modo y sobrellevar las cosas, o de mal modo y hacer todo difícil. En ningún momento mi tono de voz fue altisonante como en todo momento fue el suyo, simplemente externé el malestar patente entre todos los que hacíamos fila, replicó que por lo visto yo no tenía otra cosa que hacer, pero ella sí, y que seguramente tendría yo mucho tiempo para perder; en ese momento comprendí lo difícil que debe ser vivir con alguien que ve las cosas de este modo cuando hay tantas opciones divertidas y más sanas para enfrentar una misma situación que no va a cambiar por el hecho de que me enoje.

Uno de los grandes males de nuestros tiempos es que hemos perdido contacto con nosotros mismos, no tenemos desarrollado el sentido de introspección, el mirar dentro de nosotros para conocernos y empezar a agradarnos. Estamos entonces dependiendo de lo externo para sentirnos bien o mal, dichosos o desdichados, y lo peor es que en cualquier momento alguien tira del tapete y vamos a caer, así de vulnerables somos cuando no actuamos desde dentro de nuestro propio ser. Nos sentimos bien o mal en función de elementos externos que modulan nuestros estados de ánimo, esto es, no somos autónomos sino dependientes y vulnerables.

Tu fila y la mía; tu actitud y mi actitud. Vamos por la vida como en esa larga línea del banco, la espera es la misma, la disponibilidad de tiempo también. Yo tengo por consigna inventarme el modo de no pasarla tan mal ante los imponderables, ¿tú decides seguir con tu enojo? Pues buen provecho, pero créeme que voy a sacarte la vuelta cada vez que te encuentre en mi camino... no tengo madera de mártir inconfeso.

maqueo33@yahoo.com.mx

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