Los tacos gustan aquí y en China. La marca mexicana El Fogoncito está por abrir su segunda sucursal en Beijing. La empresaria revela que empezó su negocio con apenas 200 pesos. En la imagen, una de sus taquerías de la Ciudad de México. (Notimex)
“Aquí y en China” no es una frase común, para El Fogoncito es una realidad, esta franquicia 100 por ciento mexicana está por abrir su segunda sucursal en Beijing, lo cual demuestra que crece el gusto por los tacos en ese país.
Hace 40 años la tragedia orilló a Martha Ávalos a emprender uno de los negocios más exitosos, una taquería, conocida hoy como la marca mexicana El Fogoncito.
En entrevista, resalta su asombro por estar a punto de abrir su segunda sucursal en Beijing antes del primero de junio de este año, con lo cual refiere estará lista con dos restaurantes cuando inicien los Juegos Olímpicos.
Las inversiones por sucursal en el extranjero hoy son en promedio de dos millones de dólares. Sin embargo, aún recuerda sus inicios como taquera, con apenas 200 pesos para comprar los cuchillos en el mercado La Merced, el más barato de la época.
“El Fogoncito inició como un recurso desesperado por obtener ingresos, cuando yo tenía 28 años enviudé y me quedé sin nada. Sólo tenía a mis tres hijos, Carlos, Ricardo y Gerardo de cinco, tres y un año de edad”.
Después de experimentar una cómoda vida, pues Martha Ávalos a los 22 años contrajo matrimonio con Charles Roberts, un brillante arquitecto de Nueva York, empezó a saber lo que era “ganarse la vida”.
El 14 de mayo de 1968 Martha enviudó “al morir él, no contaba con un seguro, ni ingresos, y aunque yo había trabajado de secretaria ejecutiva, e incluso mi ex jefe me ofreció una reinstalación cuando se enteró que enviudé, tuve que darle las gracias, pues no podría cuidar a mis hijos”.
Sin embargo, su prima le dio la idea de hacer y vender tacos, misma que Estela Esquivel, madre de Martha, al conocer “casi se muere de la impresión”, pues no concebía que su hija terminara de taquera; además tendría que ir a La Merced por insumos y para ella “sólo las chachas” iban al mercado.
“Le expliqué a mi mamá que no podía poner un negocio de alcurnia como ella deseaba porque la gente todo quería comprar en plazos y a crédito y yo necesitaba recibir dinero lo más rápido posible”.
Al final, relata, se convenció y le cedió el local donde ella tenía una papelería que además pensaba quitar, porque desde que las autoridades decidieron distribuir libros gratuitos “ya no era buen negocio.
Habiendo estado casada con un estadounidense lo menos que Martha conocía era el arte culinario de hacer tacos. La prima que le dio la idea la llevó con “una señora” que tenía una muy buena taquería.
“La señora con la que me llevó mi prima preguntó: y quién va a atender la taquería?, y yo, con una vocecita de mensa dije: pues yo y nos respondió: “no, usted no va a poder porque no sabe lo que son los taqueros, son peor que las sirvientas”.
“Yo sentí como un par de banderillas de fuego y me dije: esta señora qué se cree, por qué me dice eso. Qué me ve muy mensa o qué. Yo voy a poder y más que tú, pensé”, continúa la señora Ávalos.
A partir de entonces, Martha Ávalos inició la búsqueda de un taquero, lo cual no fue fácil, ya que en las taquerías no le dejaban acercarse a ellos; por lo que pensó y en una servilleta escribió: “me urge taquero” con la dirección dónde encontrarla. “Al día siguiente Cornelio tocó a mi puerta y fue quien me enseñó el negocio”.
Otro de los obstáculos que enfrentó -recuerda con melancolía- fue el desprecio que la refresquera le hizo cuando ella intentó comprar producto, pues le dijeron que cuando estuviera segura de vender 100 cajas de refresco semanales entonces la atenderían.
“Otra vez, colgué el teléfono y empecé a llorar” y recargada sobre mis brazos y con llanto incontenible, en el mantel de la mesa vio el dibujo de un patito que la reconfortó. “Me reincorporé y dije: pues qué carajo, la Coca no es la única y llamé a la mexicana Pascual”.
La Cooperativa Pascual atendió a Martha y le envió a un supervisor, Francisco Rocha García-Cano, quien años después se convirtió en su segundo esposo, con quien tuvo tres hijas. El 22 de agosto de 1968 abrió la primera sucursal de El Fogoncito, en Avenida Revolución con cuatro mesas, 13 sillas de lámina y “muy poquita gente”.
Cinco años después nació la segunda taquería en la calle de Leibnitz, en Polanco y años más tarde la tercera en la calle de Francisco Parra. Fue cuando Martha obligó a su marido a dejar su trabajo en la Pascual porque “con su mísero salario no me ayudaba mucho y ya teníamos seis hijos”.
Hoy, su hijo mayor, Carlos Roberts Ávalos, es presidente de la Asociación Mexicana de Franquicias y el impulsor de las franquicias de El Fogoncito en México y el extranjero. Luego de estudiar comunicación en la Universidad Anáhuac, tomó el negocio de su mamá con la firme intención de hacerlo crecer.
El 26 de enero de 2008, El Fogoncito en China cumplió su primer año con 250 comensales diarios en promedio, 70 por ciento chinos y 30 por ciento latinos, y abrirá la segunda unidad en la población de Jiang Lu, de ese país, cerca del mercado de la Seda, en Beijing.
“La primera unidad está muy bien afianzada, tenemos hasta 250 personas comiendo tacos todos los días y logramos que los chinos ya no vieran a los tacos como una comida exótica.