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Crecen las pensiones

SALVADOR KALIFA

El jueves pasado el Banco de México (Banxico) dio a conocer el crecimiento de los precios correspondiente a la primera quincena de mayo, tanto para la inflación general como para la subyacente.

A primera vista, la caída de 0.26 por ciento en el índice general pareciera indicar que no hay un problema inflacionario en nuestro país, pero el panorama cambia de manera importante cuando vemos que la inflación subyacente creció 0.26 por ciento y que, tanto este dato como aquel, fueron significativamente mayores a los de igual lapso de 2007.

La inflación anual de ambos indicadores se ubica ahora alrededor del 4.8 por ciento, lo que rebasa por tercer mes consecutivo el límite superior del intervalo meta (2 a 4 por ciento) de Banxico. Esto confirma, sin duda, la tendencia creciente de la inflación que se inició desde el 2006 y que nuestras autoridades se han negado, repetidamente, a reconocer.

Curiosamente, la descripción que hace la revista The Economist, en su número más reciente, sobre la reacción de muchos banqueros centrales en países emergentes ante el claro regreso de la inflación, se aplica literalmente a la posición y acciones que hasta ahora han adoptado nuestras autoridades monetarias y el Gobierno Federal.

The Economist dice que “Muchos responsables de las políticas públicas en los mercados emergentes ven el alza en la inflación como un choque de oferta de corto plazo y, por tanto, ven poca necesidad de elevar las tasas de interés. En su lugar, están usando controles de precios y subsidios para topar los precios.”

Banxico, como sabemos, ha reiterado hasta el cansancio que las presiones inflacionarias obedecen a choques de oferta, pero esto lo viene diciendo desde hace más de dos años. El Gobierno Federal, por su parte, ha utilizado diferentes controles, pactos y subsidios tratando de esconder la dimensión verdadera de las presiones inflacionarias.

Esas acciones abarcan desde la tortilla hasta la gasolina, con el fin de evitar que los precios internos reflejen las alzas ocurridas en los mercados internacionales. Es evidente que si esos precios respondieran libremente a la oferta y la demanda, la inflación general, así como la subyacente, estarían actualmente muy por encima del 5 por ciento.

Me llama la atención, por tanto, que muchos analistas pasen por alto esta realidad al hacer sus comentarios sobre la política monetaria en general, así como cuando se aventuran a presentar sus previsiones sobre la evolución esperada de las tasas de interés en particular.

Una nota de prensa, por ejemplo, señaló el día que se dio a conocer la inflación de la primera quincena de mayo, que esta “se mantiene dentro del rango previsto por Banxico (4.5-5.0 por ciento para el segundo y tercer trimestres del año)”, por lo que no había motivo para esperar un alza de tasas en el futuro próximo.

Lo que pasó por alto dicha nota y que también parecen olvidar muchos analistas, es que las expectativas y los rangos de inflación que presenta Banxico también registran una tendencia al alza desde hace años.

En efecto, los argumentos de Banxico se han adecuado con el tiempo, tratando de justificar porqué no han apretado, de veras, la política monetaria, aún cuando la meta del 3 por ciento de inflación, establecida para 2003, se ve cada día más lejana.

Así, hace unos años nos dijeron que los choques de oferta afectaban el índice general de precios, pero lo que debíamos seguir con cuidado era la inflación subyacente, que entonces todavía no mostraba una tendencia al alza. No había, por tanto, razón para preocuparse.

Cuando la inflación subyacente empezó a subir, y eso ocurrió desde hace dos años, el argumento se adaptó a las nuevas circunstancias. Banxico nos dijo que no había motivo de alarma porque todavía estábamos dentro del intervalo meta del 2 al 4 por ciento. Se insistió, además, que la desaparición de los choques de oferta revertiría la tendencia alcista de la inflación.

Eso tampoco resultó cierto, y las presiones de precios por esos “choques de oferta” siguieron presentes, lo que contribuyó a que Banxico elevara en un par de ocasiones las tasas de interés durante el 2007. Reconoció, también, que habría un período donde la inflación tendería al alza, pero insistió que luego, hacia el cierre del 2009, convergería a la meta del 3 por ciento.

Desde mi punto de vista, esa reacción fue muy tímida y a todas luces insuficiente. No representó, además, una señal clara de que había la intención de restringir la política monetaria, puesto que diversos analistas señalaron desde entonces que las tasas volverían a bajar tan pronto como el primer trimestre de este año.

La tormenta de precios continúa en lo que va de 2008, pero Banxico, en vez de aumentar las tasas de interés, optó por adecuar nuevamente sus argumentos y elevar sus intervalos de inflación previstos para todo este año y el comienzo del siguiente.

No hay mérito en ser “atinado” en los pronósticos de cualquier variable, incluyendo la inflación, cuando dicho “tino” resulta de haber modificado la previsión para que se acerque a la realidad. Y esto es lo que ha hecho Banxico en fechas recientes.

La inflación en México dista de ser tan crítica como en otros países emergentes como Rusia, Argentina o India, pero no hay que esperar a estar como ellos para actuar, por lo que es preocupante que persista la tendencia ascendente de la inflación y que nuestras autoridades estén renuentes a hacer su tarea.

Coincido con Banxico en que en algún momento se revertirán los choques de oferta, pero ello está tomando más tiempo que el previsto oficialmente. Existe, además, el peligro de que esas presiones de precios desalineen las expectativas inflacionarias. Me parece, por tanto, que nuestro banco central debe aumentar, otra vez, las tasas de interés.

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