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Crédito de tarjeta

Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“¿Por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses.”

Lucas 19:23

Desde la más remota antigüedad, los gobernantes populistas han recurrido con enorme frecuencia a intentos por controlar los precios. Se trata de una manera aparentemente fácil de mantener la popularidad política en tiempos de irresponsabilidad fiscal o monetaria. Diocleciano lo hizo en la Roma imperial y Richard Nixon en los Estados Unidos de los setenta. Nuestros políticos mexicanos lo han intentado una y otra vez, siempre con resultados desastrosos.

Hoy hay un nuevo intento de hacerlo en el precio de algunos servicios financieros. El empresario Carlos Slim, dueño del banco Inbursa y de Telmex y Telcel, echó a rodar la bola de nieve cuando declaró el 9 de diciembre en la Convención del Mercado de Valores que las tasas de interés en tarjetas de crédito son “insostenibles” e “impagables”. Varios senadores afirmaron al día siguiente que si los bancos no bajan sus tasas de interés el Congreso legislaría para obligarlos a hacerlo.

Los riegos para la economía mexicana en caso de cumplirse esta amenaza son enormes. En el mejor de los casos los legisladores podrían generar una dañina escasez de fondos que afectaría el crecimiento y excluiría a muchos de cualquier crédito; en el peor, podrían producir una nueva quiebra del sistema bancario nacional.

El crédito de tarjeta es el más caro que existe en cualquier sistema bancario. La razón es que se ejerce con facilidad y no tiene garantías concretas, como ocurre en las hipotecas o en otros créditos. Genera, por lo tanto, tasas de morosidad y de impago superiores a las de otras deudas.

El nivel de las tasas de interés en México es consecuencia, por una parte, del costo que pagan los bancos por obtener recursos y, por la otra, del nivel de riesgo en que incurren en los créditos. El nombre o la propiedad del banco no tienen nada que ver en la determinación de las tasas de interés, como tontamente piensan quienes afirman que los bancos en México deben cobrar los mismos intereses que en sus países de origen. Citigroup, Santander, BBVA, HSBC y Scotiabank no tiene las mismas condiciones de operación en Estados Unidos. España, el Reino Unido o Canadá que en México.

A fines de 2007, según un informe de la Associated Press difundido por MSNBC, en Estados Unidos se registraba una cartera vencida de 4 por ciento del crédito total de tarjeta. En México en la actualidad la cifra es de 11 por ciento.

En agosto de 2008, según el Banco de México, la tasa promedio de interés del crédito de tarjeta en nuestro país era de 34.24 por ciento. Para octubre, la cifra había subido ya a 41.78 por ciento. ¿Por qué? Porque aumentó la tasa de fondeo y se registró una escasez crediticia mundial, pero también porque se incrementó la cartera vencida.

El costo de los créditos hipotecarios en México no ha subido con la misma rapidez. La tasa promedio de las hipotecas pasó de 11.77 a 12.34 por ciento entre agosto y octubre. ¿Por qué tan poco? Porque no hay la misma cartera vencida en hipotecas que en tarjetas de crédito.

Entiendo que de todas maneras es alta la tasa de interés que se paga en las tarjetas de crédito mexicanas. Pero ¿qué puede hacer el Gobierno para reducirlas? Lo más dañino sería que el Congreso o las autoridades financieras impusieran controles artificiales a los intereses, con lo cual harían que se redujera el crédito. A muchas personas, y especialmente las de bajos recursos, se les negaría ya el crédito.

Lo que el Gobierno sí pude hacer sin causar daño es promover una mayor transparencia en la información. La mayor parte de la gente no tiene idea del costo real que paga por ellas. Y cuando se da cuenta es porque ya está ahogada.

No hay crédito de tarjeta barato en el mundo. El Gobierno puede ayudar a que los usuarios entiendan que las tarjetas pueden ser excelentes instrumentos de pago, pero vehículos de crédito sólo en condiciones excepcionales. Los saldos deben pagarse cien por ciento al vencimiento. No hay persona, por rica que sea, que no termine por ahogarse si paga sólo el mínimo en una tarjeta.

Si llega una emergencia, sin embargo, es mejor contar con un crédito de tarjeta, el cual puede obtenerse automáticamente y sin garantía, que no tener acceso a ninguno. Pero esto es algo que los políticos que hoy quieren forzar a los bancos a reducir sus tasas no pueden entender.

Los controles de precios son nocivos y no sólo en servicios financieros, sino también en los de telefonía o de cualquier otro tipo.

USURA

Ya las primeras sociedades de la antigüedad conocían y usaban los préstamos con intereses, pero la Iglesia Católica prohibió la práctica a partir del siglo IV (“usura” significa simplemente “interés” en latín). Se justificaba la prohibición por una supuesta protección a los pobres y por una frase de Jesús: “Y si prestan a aquellos de quienes quieren recibir, ¿qué mérito tienen?” (Lucas 6:35). Los jerarcas de ese entonces, sin embargo, olvidaron el pasaje del mismo Evangelio en que Jesús alababa a quien presta un dinero y lo recupera con intereses (Lucas 19:11-28). El resultado de la prohibición de la Iglesia fue el milenario estancamiento económico y pobreza de Europa en el Medievo, el cual sólo empezó a superarse en el Renacimiento al restablecerse el crédito.

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