A mediados de la temporada pasada, el alto mando de un importante equipo del futbol mexicano decidió reemplazar a su director técnico; el funcionamiento táctico y el espectáculo están por encima incluso de los resultados, dijeron, dándole las gracias al otrora exitoso mentor.
La tarea de encontrar un sustituto a la altura de la institución no resultaba una tarea fácil y se barajaron nombres y nacionalidades diversas, y como Diógenes, que con su lámpara buscaba un hombre honrado, así los dirigentes se lanzaron en pos del candidato idóneo.
Entonces, sucedió que desde las páginas de un diario de circulación nacional comenzó la promoción de un aspirante cuyos blasones no eran precisamente para presumir pero encajaba en el perfil, supuestamente, que se buscaba en la sede del importante club.
Dicho entrenador, extranjero para más señas, había dirigido en su país a equipos de medio pelo, en México había fracasado rotundamente cuando otros aviesos dirigentes le confiaron un equipo y hasta lo grabaron negociando contratos de jugadores y porcentajes con promotores. Una joyita.
En su favor, el susodicho estratega tenía su pasado como jugador del popular club y un verso que seduciría al más escéptico de los mortales, y entonces, ¡ándale!, con bombo y platillo se anunció su contratación.
Desde la primera conferencia de prensa quedaron evidenciadas sus dotes de orador; prometió dar espectáculo, llenar el estadio, calificar a la liguilla y ser campeón de México, así como ganar la Copa Sudamericana.
Desgraciadamente, porque así es la vida, no se lograron los objetivos, pero hay que ver pa’ delante, qué caray, somos hombres o payasos, que la temporada que viene es la nuestra, dijo el visionario técnico, y vamos a ganar la Liga y la Copa Libertadores de América.
El problema radica en que el equipo no juega a nada, es superado en fases prolongadas de los encuentros por los rivales, depende demasiado de sus individualidades y el espectáculo que ofrece es deplorable.
Obviamente la realidad actual del club no coincide con las alegres promesas de la toma de posesión y el cargo de entrenador podría pronto quedar vacante, lo que sería una lástima, pues ofertas como la que aprovechó este trascendental equipo para hacerse de los servicios de su actual estratega no se dan a diario.
Desde fuera se ve rota la comunicación entre el responsable técnico del equipo y los jugadores; en una especie de juego de “Juan Pirulero” cada quien atiende su juego y el resultado es, no sólo discordante, sino sumamente frustrante.
Y allí están los millones de seguidores de este equipo, rumiando las derrotas, soportando las burlas y esperando ese maravilloso espectáculo que les prometieron y que hasta ahora ha resultado un fiasco.
Los directivos tienen una gran deuda con sus seguidores y mucha culpa de lo que pasa, pues extendieron un cheque en blanco a un verdadero vendedor de humo.
Bueno, esa es la historia de un popular equipo del futbol mexicano. Del América, platicamos otro día.
