El alza en los precios de los energéticos a nivel mundial, ocurre asociada a un aumento inmoderado en los precios de los alimentos que fustiga a los más pobres del planeta.
Lo anterior trastorna el equilibrio en la relación que existe entre la producción de energéticos sustitutos del petróleo y sus derivados, que como consecuencia favorecen a la protección del medio ambiente y reducen la contaminación, a partir de productos agrícolas como el maíz base del etanol y el destino de dicha gramínea como alimento.
La disyuntiva entre el combustible para la máquina, y el alimento para el ser humano debe ser asumida con un sentido de equilibrio, que permita en forma simultánea el logro de ambos objetivos. Lo anterior porque el desarrollo de tecnologías que permiten obtener combustibles de origen orgánico, incide en el bienestar de la comunidad humana inclusive en el renglón de la producción de alimentos, por lo que pugnar por una y otra vía en forma racional, puede mejorar la eficacia de los esfuerzos para llegar al mismo fin.
México es un país que tiene como asignatura pendiente la atención de un gran número de personas en pobreza extrema, que resultan en especial afectados por la situación referida con antelación.
A todo lo expuesto obedece que en ocasión de la visita de la canciller de Alemania Angela Merker, el tratamiento del tema de los combustibles, el presidente Felipe Calderón Hinojosa lo haya asociado al plan alimentario que el Gobierno de la República ha instrumentado, para enfrentar esta crisis mundial.
El tema que es objeto de comentario, plantea una contradicción entre el impresionante adelanto tecnológico que es signo de nuestro tiempo y lo que parece ser una notable incapacidad para combatir el círculo vicioso de la pobreza y lacras la acompañan: la falta de educación, la desnutrición, la carencia de vivienda digna, el tráfico de drogas, la inseguridad, la enfermedad, etcétera.
La contradicción que lo anterior implica, demuestra que ni la tecnología ni los sistemas políticos son suficientes para erradicar los grandes males que aquejan al género humano, si se descuida la dimensión ética que como tal es parte de la realidad humana.
Por ello se entiende que la crisis alimentaria que enfrenta el planeta, haya sido de algún modo prevista desde mayo del año pasado por la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrado por los obispos de la Iglesia Católica del continente, en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil.
El documento que contiene las conclusiones de la conferencia en mención denuncia la existencia de una tendencia cultural hacia la afirmación exasperada de un individualismo extremo, al margen de todo referente moral.
Los obispos valoran los frutos de la globalización económica como un logro de la familia humana que abre el acceso a nuevas tecnologías y mercados tanto comerciales como financieros, que inciden positivamente en el desarrollo de las comunidades, sin embargo, previenen sobre los males que ocasiona el erigir la eficacia y la productividad como únicos valores reguladores de las relaciones humanas, lo que genera una dinámica de concentración del poder y de los recursos económicos en detrimento de la solidaridad social.
Otra fuente de desintegración social que la conferencia denuncia, emana de la corrupción que también tiene su origen en la pérdida de los valores morales, que corroe las estructuras de Gobierno y sociedad, vulnera el Estado de Derecho, alienta la impunidad y genera grandes injusticias.
Lo anterior es una constante en el mundo porque las ideologías políticas de todos los signos suelen ofrecer paraísos en la Tierra que resultan fallidos, en virtud de que las soluciones que proponen dejan de lado la dimensión ética de la naturaleza humana, que sin duda es parte de la realidad social. Esta visión mutilada, lleva a distanciar de la realidad las estrategias de desarrollo que ofrecen las políticas públicas de los gobiernos de cualquier color.
Con lo dicho no se pretende hacer una revoltura de la política y la religión ni entre la misión que corresponde a Estado e Iglesia, sino procurar que cada una de esas instituciones luche por los objetivos que a cada una le son propios, en una relación de cooperación mutua y estrecha entre sí y con los demás protagonistas de la vida social.
El reto de nuestro tiempo atañe a considerar al hombre individual y colectivo en su naturaleza integral, que incluya el componente moral, que basado en la libertad y en la responsabilidad, es la esencia de la dignidad de la persona humana.
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