Estados Unidos acaba de perder a un aliado invaluable. Y digamos que de ésos no le sobran precisamente.
Pervez Musharraf, quien había sido presidente de Pakistán desde 1999, presentó su renuncia al cargo, en un discurso televisado más largo que la lista de excusas de los atletas mexicanos. Fue la culminación de varios meses de crisis, en los que su autoridad se fue erosionando cada vez más.
Con la salida de Musharraf, Pakistán se convierte en una incógnita, en los momentos en que esa incertidumbre menos le conviene a los Estados Unidos; que, por tanto, va a sufrir, va a sufrir.
Musharraf llegó a la Presidencia mediante un Golpe de Estado prometiendo, como todos, crear una “verdadera democracia”. Por supuesto, hizo lo que sus antecesores: se perpetuó en el poder mediante todo tipo de marrullerías, incluido el intento de sustituir ministros de la Suprema Corte de Justicia que podían bloquear sus aviesas intenciones. Para colmo, hasta las medidas conciliatorias le salían mal: permitió el regreso de Benazir Bhutto al país, luego de un largo exilio provocado por él… pero sólo para que a la dama la asesinaran en un atentado, semanas después de haber vuelto a la lid política.
Pero quizá lo que más enajenó a Musharraf con buena parte de su pueblo fue su apoyo a la mentada guerra antiterrorista que libra Estados Unidos y sus aliados de la OTAN en Afganistán… país vecino de Pakistán.
Muchos paquistanos repudian el hecho de que Musharraf ayude a los cristianos americanos y europeos en su lucha contra los musulmanes que han hecho del integrismo islámico su razón de vida… y de muerte. Además, la población pashtún del occidente de Pakistán se siente más identificada con sus hermanos de la misma etnia del lado afgano, que con cualquier pakistaní de un grupo diferente.
Además y por lo mismo, buena parte de las fuerzas de seguridad e Inteligencia de Pakistán están infiltradas por fundamentalistas musulmanes, o por agentes que apoyan esa versión radical del Islam. Y por tanto, no resulta particularmente colaborativos con los esfuerzos norteamericanos en la zona. De hecho, algunos atentados recientes en Afganistán muy probablemente fueron organizados por los servicios de Inteligencia de Pakistán.
Pese a todo ello, Musharraf siguió apoyando a los americanos contra viento y marea. Hasta que resultó feamente derrotado en las elecciones legislativas; y en consecuencia, se preparaba su desafuero por todo tipo de cargos. Antes que enfrentarlos, negoció su salida de la Presidencia a cambio de inmunidad.
Con lo cual dejó un enorme vacío de poder, y a Estados Unidos sin su mejor aliado en la zona… justo cuando Afganistán empieza a volverse un dolor de cabeza cada vez más grave. Los gringos la tendrán más difícil de ahora en adelante. Si de por sí…