Magnífico panorama de Cudillero, tomado desde lo alto de sus colinas posteriores.
Cudillero, a sólo 60 kilómetros de Oviedo, es no sólo uno de los lugares más bellos de Asturias, sino de toda España. Por algo ha sido elegido por unanimidad como el más bello pueblo costero de la Península Ibérica.
Bañado por las aguas del mar Cantábrico, esta ciudad es como el anfiteatro de un teatro, con su rada donde descansan sobre la blanca arena los botes pesqueros, rodeado todo en un semi círculo de hotelitos, pequeños restaurantes, tascas y tiendas donde se venden artículos marinos y de pesca.
Y atrás, al fondo, rodeando todo este foro, el caserío que sube a las altas colinas, con edificios pintados de vivos colores, amplias ventanas y techos de teja. Para conocer todo este conjunto, nada como caminar por sus callejuelas estrechas, que suben y bajan, y donde el olor a pescado frito, que despierta el apetito, se mezcla con el de las flores y la brisa marina del mar.
Para admirar en toda su majestuosidad y belleza a Cudillero, hay que verlo a distancia, desde el mar, o subir al mirador del Pico, y contemplar no sólo el puerto, sino muy cerca los grandes acantilados de Cabo Vidio, de más de 700 metros de altura, en los que hay un viejo faro desmantelado, y donde el viento sopla y produce ululantes sonidos, mientras el mar se estrella furiosamente contra las altas paredes de piedra.
La rada, que es la parte de mayor atracción, da lugar a la llamada Plaza del Comercio, y cuando vayan allí les recomiendo alojarse en “La Casona de Pío”, en plena Plaza, y comer bien en “La Taberna del Puerto” y en “El Remo”, en la Plaza de la Marina.
Allí, y en otros restaurantes se puede disfrutar de las delicias del mar, pescadas ese mismo día o la noche anterior, y hay abundancia de pescado fresco y mariscos, así como la mejor cocina asturiana con sus fabadas, potes, carnes rojas, frixuelos, y el platillo local llamado “Curadillo”, preparado de diversas maneras.
En la calle principal del bello puerto pesquero, llamada Suárez Inclán, hay tiendas que ofrecen todo lo relacionado con la navegación y a la pesca: nudos marineros, farolas, cabos, barcas de pesca y barcos miniatura, así como objetos artesanales hechos de conchas marinas y osamentas de pez.
Curiosamente, la pesca en Cudillero disminuyó hace pocos años, pero resurgió con ímpetu cuando el turismo español y europeo descubrieron el lugar, y se vuelcan para disfrutar su ambiente, gastronomía, paisajes y vistas maravillosas, y el ambiente marinero que priva en todas partes.
Con ser un puerto de mar, y dada su topografía tan especial, los cuentos y las leyendas de naufragios y grandes aventuras de pesca, leyendas de piratas y de monstruos marinos abundan en Cudillero, y se cuentan con mayor sabor en las noches invernales, cuando el Cantábrico azota con fuerza las costas asturianas.
La gente de Cudillero es muy dada a fiestas y jolgorios. La más notable de esas celebraciones, con una antigüedad de cuatro siglos, es la llamada “l´amuraela”, de extraordinario ambiente marinero, así como verbenas y fiestas titulares de las iglesias de San Pedro, el Ayuntamiento (al que llaman “El Palación”), en contraste con la iglesia gótica, a la que llaman “La Catedralita”.
Cudillero es un puerto tranquilo, de sólo algo más que siete mil habitantes, pero que se triplican los fines de semana y durante las fiestas por la llegada de turistas.
Se dice que la fundación de este bellísimo puerto pesquero ocurrió hace ocho siglos, cuando llegó al lugar un grupo de marineros abatidos por la tormenta. La historia se enriquece cuando se afirma que Deva, la diosa del mar, salió de las aguas como Venus para acogerlos, y se hizo una inmensa peña en Cudillero. Los marineros venían de muy lejos, y se enamoraron de la diosa pétrea y decidieron quedarse a vivir allí.
Se cree que aquellos marineros eran vikingos, pues entre la población de Cudillero abundan hombres y mujeres rubias y de ojos azules.
Gaitas y tambores se escuchan en las fiestas titulares del puerto, y en otras que se improvisan, principalmente en verano, cuando las sardinas están más gordas y la sidra en su punto.