La Virgen de San Juan de los Lagos, figura hecha de pasta de caña y maíz, que atrae a miles de visitantes.
Cuenta la leyenda que cierto día, el trapecista de un circo pueblerino que llegó a la ciudad de San Juan de los Lagos, en Jalisco, México, enseñaba a sus pequeñas hijas un ejercicio en el trapecio, cuando una de ellas cayó al suelo y murió en el acto.
Una anciana que vio el accidente le dijo al padre que llevara el cuerpo de la pequeña a la ermita del pueblo, y colocara sobre el pecho de la niña la imagen de la Virgen. El cirquero lo hizo, y la niña recuperó la vida.
A partir de entonces, la fama de la Virgen de San Juan de los Lagos, un risueño y pequeño pueblo ubicado en los Altos de Jalisco convirtió a la ermita de la Virgen en un santuario milagroso, al que acuden cada año miles de fieles a visitarlo y en busca de salud.
La leyenda data de 1732, y sigue viva, y San Juan de los Lagos, además de recibir a todos esos creyentes, también recibe a turistas que quedan encantados con el pequeño pueblito de edificios antiguos y calles empedradas que suben y bajan. San Juan de los Lagos también figura entre las ciudades que tuvieron mucho que ver en la independencia de México.
La Virgen de San Juan de los Lagos está esculpida en pasta de caña y maíz, y se mantiene custodiada por dos ángeles y engalanada con una luna de plata. Curiosamente, no hay industrias ni comercio importantes en la ciudad, pero la afluencia turística es tan grande que gracias a ella vive y se sostiene. Al mismo tiempo, ha desarrollado una serie de artesanías populares que ayudan al sostenimiento de la ciudad, como alfarería, vidrio soplado, madera y cuero.
Las historias de milagros abundan en el pueblo, y también se venden cuadros con la imagen de la Virgen, que contienen tierra que, se dice, era de un pozo seco de donde una niña, inspirada por la Virgen, hizo brotar el agua. A este polvo se le atribuyen propiedades curativas.
En sus restaurantes, en el mercado, en puestos callejeros, se ofrecen al visitante los platillos típicos de la cocina jalisciense: Birria, mole, chiles rellenos, menudo o pancita, y tequila. Hay también una gran variedad de dulces hechos de productos naturales como el chilacayote, la calabaza y el camote.
San Juan de los Laos es un pueblo de fe, y también un sitio ideal para descansar y disfrutar de paz espiritual. Alejado de la civilización y del ruido, el paseo obligado es sentarse en las tardes en su Plaza Principal, o en alguno de los portales que abundan, donde se vive tranquilamente y sin prisas, en una ciudad pequeña hecha para la meditación y la paz.