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CRÓNICA DE VIAJE

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POR RICARDO RUBÍN

EL RESTAURANT MÁS ANTIGUO DEL MUNDO

En Madrid hay muchas cosas que ver y disfrutar, y una de las mejores, por cuanto a gusto se refiere, es la de la buena comida.

Tapas, vinos, platillos de la variada y rica cocina española se encuentran en bares y restaurantes de toda la ciudad, pero hay uno de estos sitios que sería imperdonable no visitar, porque es un símbolo y un orgullo de la buena gastronomía hispana: Casa Botin.

Se trata de un viejo local fundado en 1725 por Jean Botin y su esposa, que comenzó como posada, y se transformó poco después en el restaurante que es hoy, y que por ello está considerado el restaurante más antiguo del mundo.

Ubicado en Cuchilleros 17, cerca de la Plaza Mayor, conserva su sencillez de antes y su atractivo es no sólo por su comida y su historia, sino por su interior, que parece un laberinto de cuevas convertidas en salones para los comensales.

Su reconocimiento como el restaurante más antiguo del mundo se lo dio el libro oficial de Récord Guinness, tanto por la fecha en que se estableció como por algunos detalles tan singulares como haber conservado su primer horno de barro, donde con leña de encino se siguen horneando sus dos especialidades principales: el lechón y el cordero.

Casa Botin ha registrado todos los acontecimientos de España, y ha sido testigo de muchos actos históricos durante la España monárquica y democrática, de la época franquista y de su vida actual.

Grandes personalidades han estado allí, desde la familia real española hasta intelectuales como Ernest Hemingway, Benito Pérez Galdós, quien lo usó como escenario de su novela “Fortunata y Jacinto”, John Dos Passos, así como artistas, políticos y diplomáticos.

Casa Botin, para mejor orientación, está a pocos pasos del metro “Del Sol”, y tiene una fachada que recuerda los cuentos de Charles Dickens, labrada en madera con amplias vitrinas de cortinas rojas. El local es pequeño, por lo que es conveniente hacer reservación de mesa, y la última innovación que se le hizo fue acondicionar la enorme cava subterránea para poder recibir a más comensales.

El lechón asado que sirven allí es un lechón tierno, de no más de veinte días de nacido, y usted puede escoger el que quiera de la gran cantidad que están por hornearse, y cuyo encargado es el chef Juan Maneiro. El horno en que se preparan tiene un remate de azulejos con una escena bucólica, y nunca ha sido remodelado.

La comida es cara si se pide a la carta, pero el menú corrido es de precio accesible (de 300 a 400 pesos), e incluye lechón. La carta de vinos no es muy grande, pero sí tiene los mejores y más apropiados para lo que se quiere comer. Ahora, si no quiere usted lechón, puede disfrutar de la otra especialidad de la casa: cordero asado.

La entrada que más se recomienda para empezar son los camarones o la chistorra con queso, una corta mariscada, y un vinillo ligero. Puede seguir con una sopa de huevo o de cebolla. Y por supuesto, la visita a este legendario y singular restaurante no estaría completa si no se toman las fotos del recuerdo para mostrárselas a todos.

Los dueños originales, los señores Botin, vendieron el negocio al matrimonio formado por Emilio González y Amparo Martin quienes, al retirarse, dejaron las riendas del negocio a sus hijos Amparo, Marta y Emilio, de la tercera generación de los González.

FOTO 3

Un delicioso plato de cordero al horno, servido en escudilla de barro, es algo inolvidable.

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