Me hubiera encantado ser filósofo griego. Encuentro varias ventajas. La primera naturalmente, es ser griego. Soy chilango y eso no me ayuda. Haber nacido en Atenas habría potenciado mis posibilidades de salir galán y tonificado. La segunda ventaja es vivir en Grecia. Si la gente se maravilla con las ruinas de los tiempos de Pericles habría sido otro cuento ver esos sitios en pleno apogeo. Andar despreocupado, en sandalias bajo la luz del sol, viendo a las chicas de breves túnicas ir de aquí para allá. Y hablando de túnicas caramba, sobre todo viviendo en Torreón, uno añora esas prendas. Que el aire circule por los rincones, nada como un sótano con clima y viento fresco mientras uno cavila sobre los confines del cosmos. Ahhh. Sí, fantaseo con ser filósofo griego. Pero mis sueños contemplativos se resquebrajaron: el segundo piso de mi lugar de trabajo está invadido por chiquillos en curso de verano. No los tolero. Apenas ayer descubrí, con satisfacción, que esta vocación de ogro también la tenían Aristóteles y Platón. Ellos consideraban a los niños como pequeños monstruos insolentes, rebeldes y con necesidad de disciplina. Puedo imaginarme a estos monumentos del espíritu humano, reflexionando sobre las leyes y la ética siendo de pronto interrumpidos por una horda de bárbaros enanos que jalaban de sus túnicas o se sacaban los mocos embarrándolos en las blanquísimas columnas junto al mar. Ayer como hoy, los niños huelen a centavo chupado, desconocen las reglas de urbanidad, se abandonan a sus caprichos desconociendo el espacio vital del prójimo.
San Agustín mismo, (que de seguro fue objeto de más de una fechoría de algún pigmeo) consideraba que lo incorregible de los niños era la manifestación misma del pecado original, cuando el hombre se volvió contra Dios. Tampoco odio del todo a los niños, incluso en una época de hambre fui maestro de pintura en un kinder. Y es que uno termina por tomarles cariño aunque en tribu son un verdadero armagedón. Los niños problema, son los que dan mal nombre a la infancia. He conocido a varios dictadorcillos, napoleoncitos y Huguitos Chávez que son una pesadilla. Pero como maestro ex combatiente de un kinder, aprendí que basta con conocer a los padres para explicarse la poca o nula civilización del chilpayate. Platón, claridoso, señaló que cualquier hombre es capaz de tener hijos, pero no cualquiera es capaz de educarlos. De ahí se desprenden sus elucubraciones en cuanto a la temprana educación del niño para corregir en un primer término y guiar, como fin último. Pero los niños son y seguirán siendo temibles. Nadie los quiere en casa. Por eso no me extraña la abundante industria de cursos de verano en Torreón. Ya hasta las iglesias ofrecen los propios. La onda es almacenar a los mounstrines durante el verano. Ojalá los padres sean cuidadosos en elegir el lugar donde meter a sus niños en cursos de verano. Una institución cultural o educativa sólida es siempre una buena opción. Una embarradita de arte en el verano puede ser significativa para esas almas inquietas y mocosas. Pero no escupiré más al cielo: yo también fui un pequeño rijoso tanto como lo fueron Platón y Aristóteles. La niñez, si los padres así pueden propiciarlo, es el pequeño segmento de paraíso que nos toca en esta vida. Los niños, malhechores, saben robar corazones, los muy méndigos. Así pues, corrijo: me gustaría haber sido niño en Atenas, en los tiempos de Pericles, para hacer rabiar a los filósofos. Creo que esa fantasía es más divertida.
PARAPADEO FINAL
A pintar en círculos. Hoy se inaugura la muestra “Cáliz de Sol” en ICOCULT Laguna a las 20:30 horas. Una exposición un tanto sui géneris que aborda el formato circular como soporte. Ahí andaré de chismoso, y si van, pues brindamos con los artistas. Por qué no. Salud y hasta la siguiente.
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