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Crónica del Ojo / LOS HÉROES

Miguel Canseco

Al menos en las películas, los héroes que valen tienen que pasar las de Caín, los golpean, les escupen, les matan o roban lo más querido. Uno se proyecta en ellos y debe aguantar su vía crucis antes de encontrar su redención. El legendario Joseph Campbell, estudioso de la mitología, después de un exhaustivo análisis de las leyendas de héroes en diferentes culturas, estableció un esquema común en las leyendas de todo el mundo. Comienza con la descripción del mundo cotidiano del héroe, seguido de un conflicto grave que lo llama a la aventura. Aquí el héroe, atemorizado, siente miedo, pero eventualmente, empujado por las circunstancias, toma el camino sin retorno. Al entrar al nuevo mundo de retos, el héroe se encuentra con aliados y amigos que lo ayudan. Pero se le presenta un problema de vida o muerte: el héroe vuelve a titubear. Después, una nueva prueba, la mayor de todas, lo espera: debe retar a la propia muerte y vencerla. Ya superados los obstáculos, con el poder de haberse sobrepuesto, regresa a su mundo ordinario y ayuda a los demás o los guía. Como siempre, las leyendas tradicionales tanto como los mitos contemporáneos planteados en el cine, tienen profundas resonancias en la psique del hombre. Todos, a su manera, deben enfrentarse con sus miedos, todos caen y al levantarse, poco o mucho, recuperan su dignidad. Por eso, francamente me emociona la marcha por la paz, multitudinaria en el Defe, con poca raza en otros lados, pero bueno, la gente que se manifiesta así, de manera pacífica y frontal va creando las diferencias. Muchos dicen que las marchas no sirven. Yo difiero. Participar en un movimiento ciudadano cambia la vida, modifica la perspectiva. Es fácil para el malo matar, es difícil y trabajoso que los buenos se organicen, toma más tiempo, pero sucede. Estuve en la primera marcha por la paz hace algunos años. Uno diría que esa marcha no sirvió, que la criminalidad siguió igual o peor. Y es cierto. Pero los que caminamos por reforma a rayo de sol, aquéllos como yo, suertudos, cuyo contacto con la delincuencia ha sido mínimo aprendimos lecciones inolvidables. Conocimos a los héroes reales, a lo que sin querer han sido sacrificados, los padres de hijos asesinados, hombres y mujeres que han visto como lo más preciado de su existencia les es arrancado y aún así siguen caminando y dan a conocer sus historias, dejan una enseñanza imborrable. Sí, la violencia es resultado de la corrupción por décadas, de la pobreza y marginación. Pero hay una línea divisoria entre la frustración y la bestialidad y esa línea ya la han cruzado varios hampones que hacen su feudo en una nación que vive sin impartición de justicia. Sí, es obligación de los gobernantes dejar de hacerse los imbéciles y poner cartas sobre el asunto. Sí, también es real el poder de la sociedad civil que toma las calles por una causa que es de todos. Camino por la vida esperando que no me pase nada a mí ni a mi familia, pero yo en Torreón, tierra de nadie de los narcos y mi gente en el Defe, capital de los asaltos violentos, vaya, nadie me garantiza nada. En este país se pierde la tranquilidad cuando menos, la vida misma se trastoca irremediablemente si uno sale elegido en esta ruleta rusa que se le fue de las manos al gobierno. El Estado, si sigue ciego a esta situación, escupe para arriba, se le rompe la red social en las manos y eventualmente resulta inviable. Salud por todos los que marcharon, por los que ejercen su soberano poder de mentar madres con toda la razón del mundo. A los manchados, abusivos y asesinos, órale, ahorita pueden, pero yo espero que tarde o temprano les llegue su hora y cambie su suerte. Porque condenados, de una u otra forma, ya lo están.

cronicadelojo@hotmail.com

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