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Crónica del ojo / Panorámica

Miguel Canseco

Se pronosticó un frente frío y aunque Chihuahua y Zacatecas tienen congelada hasta la rabadilla aquí la noche es templada y serena. Torreón se extiende como una mancha sobre el desierto. Con sus colonias viejas encaramadas sobre los cerros pelones y sus calles que vuelven a la actividad. Se venden flores en los altos y algunos tragafuegos se ganan la vida en avenidas que aún no atinan a llenarse. Por el cielo todavía se ven nubarrones negros de pájaros que emigran.

Torreón sube la cuesta de enero con ritmo pausado. Aquí parece que el año empieza con el primer fogonazo del verano, por el mes de mayo, cuando uno abre la puerta y se siente el aliento del diablo. Previo al verano hay una primavera donde la luz se intensifica, las aceras brillan y por las noches, las cucarachas grandes y chiquitas salen a reclamar una ciudad que saben que es suya. Los que vivimos por el centro armamos el safari doméstico persiguiendo a las muy mendigas. Otro año. Vendrá la temporada de fútbol con el Santos, termómetro de la emotividad lagunera, “Guerreros” cuando ganan, “el llantos” cuando pierden. Disfrutaremos de los últimos años del estadio Corona cuya única belleza arquitectónica es la loquera de la gente y sus porras bravas: la común, barra uniforme de centenares de locos bailando como changos desmecatados, y el pujido, rasgándose la garganta durante noventa minutos.

Dicen que los zetas andas por aquí y aunque uno quisiera que el narco no despertara seguirá convidándonos de su pesadilla. A ver qué dice el dos mil ocho, a quiénes se echan, a quién levantan, qué nuevo video terror, qué cara pondrá la violencia: AFIS; Zetas, Chapos, chines y malines. Aquí se juntan y cuando se calientan sale el plomo. De a cómo nos tocará. Y plomazos o no la música sigue: grupera, banda, norteña, cumbia colombiana. La raza no suelta el acordeón y por ahí, dispersas, se escuchan las maravillas. Algún día el mundo sabrá que Torreón tiene la mejor cumbia del mundo: Los Primeritos, Los Capi, Los Chicos del Barrio. Sonido alucinado, baile de insolación que va del lamento al rap, pasa surfeando el hip hop y le mete velocidad a la huaracha en coreografías que se quiebran y se aceleran, como una cadera que se resbala entre las manos. Bailaremos de avioncito en el dos mil ocho. Habrá costalazos: la lucha libre es institución: ésta es la honorable cuna de Blue Panther, Dr. Wagner, los espectros. En gimnasios chiquitos, en arenas grandes y de medios chiles, siempre hay quien se dé un buen agarrón para beneplácito del respetable que suelta todas las mentadas atoradas de la semana. Y siempre el desierto: uno maneja veinte minutos y se brotan valles insolados como jardines interminables. Aún a rayo de sol, caminar entre arena y cactos repara el alma. Pero bueno, se supone que esta columna habla de arte. En Torreón la única obra de arte es la ciudad misma: fea hasta que se le descubren esos destellos únicos, como diamantes diminutos. Porque en medio de los rancheros, cholos y empresarios, rondando entre fresas, rancherris, narcos, rockeros, militares, gruperos, darkies, fayuqueros, transas y honrados, felices e infelices, perdidos por aquí y por allá hay gente que pinta, esculpe, hace música, escribe. En una ciudad donde el sol ataruga, donde hay veintitantas universidades sin departamentos de humanidades, en esta adversidad se confirma la vocación de quién quiere crear y pensar. Porque la paradoja de Torreón es que sus limitantes son también un regalo para la imaginación. Salud pues, en esta primera columna para los artistas o los que quieren serlo o aún mejor, para los que son sin saberlo. Y a los que buscan temas qué pintar o qué cantar pues volteen a ver a Torreón. Y verán que ahí está todo lo que necesitan saber por el momento.

PARPADEO FINAL

Bueno, empiezo el año místico y taciturno. Ya iré agarrando vuelo. Por lo pronto he descubierto en Diego Martínez a mi primer ídolo del año. Tiene diez años y se pegó a la cama con resistol industrial, “porque las vacaciones estaban bien ricas”. Tuvo que despegarlo la Cruz Roja: un verdadero guerrero. ¡Mis respetos para Diego!

cronicadelojo@hotmail.com

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