Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

CRÓNICA DEL OJO

MIGUEL CANSECO

SUBLIMANDO

Con ojeras de mapache depuse de un día de trabajo, todavía me entro el estudiante tardío y parto a las orillas del tajito a estudiar psicología. Pasadas las nueve de la noche la maestra imparte clase apoyada por el power point. Los temas son apasionantes. Pero si uno se levanta temprano, trabaja y hace las diligencias propias de la vida adulta es natural que a las diez de la noche, revisando teorías de Freud con la luz pagada, uno caiga presa del sueño. Hace quince años que no dormitaba en una banca. Afortunadamente un defecto que vino con la edad me salva: ronco como un animal. Así que tengo pavor de tirarme un ronquido a media clase, cosa que me obliga a mantenerme precariamente despierto. Ayer el tema fue la sublimación, parte de los mecanismos de defensa síquicos. En este mundo donde las cosas suelen ir contra la propia voluntad la mente diseña diques que le permiten sobrevivir ante lo adverso. Los peatones que estamos lejos de la sabiduría nos refugiamos en los mecanismos de defensa que estableció Freud. En el habla cotidiana sabemos bien que es una proyección o una racionalización. Son las múltiples (y muchas veces saludables) maneras de hacerse guaje cuando la cosa está que arde. “¿Cuánta verdad soporta un espíritu, a cuánta verdad se arriesga?” retaba Nietzsche. La realidad hiere y la auto mentira es esa forma de sanar para seguir adelante. Uno avanza golpeado, creándose una realidad falaz que hace tolerable el dolor de un ser que encuentra en el mundo a su opositor más enconado. Lejos queda, para los simples mortales, la sombría pero sólida serenidad de un Machado: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería. Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”. Tales palabras fueron escritas tras la muerte de su esposa. Es una dificilísima aceptación. Aquí, el mecanismo de defensa, es sin duda, la sublimación. En lo personal me interesa en tanto que mi vida la he dedicado al estudio de las artes. La sublimación, definida a grosso modo como “la manera en la que un individuo se enfrenta a las amenazas canalizando sentimientos o impulsos potencialmente desadaptativos en comportamientos socialmente aceptables” puede ser un punto de partida para explicar muchas de las grandes y pequeñas obras que nos ha legado el arte. ¿Qué hubiera sido de Van Gogh si hubiera tenido una vida más feliz? ¿O qué hubiera pasado con Frida Kahlo si no se hubiera estampado en un camión? O ¿Cómo habría vivido un Julio Ruelas sin depresión? Los espíritus tocados por la capacidad creativa, cuando son arrojados al dolor y la desgracia responden desde su centro y ofrecen, como una medicina lo mejor de sí mismos: sus sentimientos, su capacidad de invención. La sublimación es el brillo del espíritu entre las sombras. En clase la maestra dijo: “imaginemos a un masturbador compulsivo que en lugar de auto complacerse se pone a pintar”. Yo soy pintor. Así que los compañeros voltearon a verme entre risas y aplausos. Tremenda balconeada, si se le quiere ver así. Puras mentiras diría yo. De menos hubo alboroto. Lo cierto es que las artes no existirían sin la sublimación. Por ello, si se analiza la historia de la expresión artística del hombre no se puede pasar por alto la vivencia interior de los creadores, su anécdota, su leyenda. Porque todo conocimiento valioso, tiene su dosis de chisme. A sublimar todos, pues.

PARPADEO FINAL

Altamente recomendable la exposición de las artistas Olga Chorro y Ana Fuentes en el Teatro Isauro Martínez. Es obra densa, salida del interior. Sublimación pura y de la buena. No se la pierdan. Ya saben, acá sigo a sus órdenes en cronicadelojo@hotmail.com

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 362071

elsiglo.mx