Cruz Azul consiguió su último título en el Invierno de 1997 de la mano de Carlos Hermosillo, en la final venció a León. (Fotografías de Jam Media y archivo)
Ocho títulos tiene la Máquina Celeste en el Futbol Mexicano.
Hubo un tiempo en que visto por los coliseos del futbol mexicano existió un Coloso Azul que parecía invencible. Hecho de concreto y llegado desde Jasso, Hidalgo, la heráldica grabó en su escudo una cruz y su nombre: Cruz Azul.
Es la leyenda que corre por los prados de La Noria. La de una Máquina que nació para doblar Águilas, devorar Chivas y reírse del diablo. Un mito que noche a noche escuchan los pequeños cruzazulinos, desde un libro de cuentos, antes de dormir para soñar con que su club alguna vez fue grande y coleccionaba títulos.
Y es que Cruz Azul, así como perdió el tercer puesto, como el equipo más ganador ante Toluca, antes perdió el segundo peldaño contra América y antes el primero con Chivas. ¿Qué seguirá ahora que Pumas y Pachuca, que suman cinco títulos, lo alcancen para disputarle ese puesto?.
Mientras tanto, los seguidores celestes se conforman lejos de vueltas olímpicas y copas, hoy en la memoria de la afición celeste hay de todo menos títulos. En 28 años sólo uno. Demasiado poco para un conjunto que se precia de gigante del balompié nacional y que en ese camino vio cómo sus acérrimos rivales le emparejaron campeonatos y le dejaron cada vez en un escalón más abajo, hasta el cuarto peldaño en lo que a Ligas se refiere en el futbol mexicano.
Nombres como el de Guillermo Álvarez Macías, presidente de la institución entre 1964 y 1976, quedan en el presente holgados a los que jalan los hilos de un equipo, al menos respecto a trofeos de campeón. Ni qué decir de los que en calzoncillos llenaban el Azteca y sus 100 mil cabezas, contra las escasas 12 mil almas en promedio que hoy en día asisten al Estadio Azul cada 15 días.
Cruz Azul fue tocado para las grandes hazañas. Se presentó en Primera División como campeón apenas cinco años después de dejar la Segunda División. Una década después presumía consigo a “Superman”, un arquero argentino disfrazado de mortal que sumó cinco títulos con el mismo suéter a rayas. Tuvo a su caudillo llamado Fernando Bustos, a su moneda de oro en el “Centavo” Muciño, y a un superhéroe mexicano disfrazado de central: “Kalimán” Guzmán. Alberto Quintano, Héctor Pulido, nombres, hombres, todos ganadores que dejaron en los años 70s el terreno servido para que el futbol mexicano se olvidara de las mexicanísimas Chivas del Guadalajara, aplastara la mercadotecnia americanista y ni siquiera se preocupara de un incipiente infierno que pintaba muy lejos de su prosapia.
La Máquina entró a los 80s con siete títulos parejo con Guadalajara, cuatro más que América y Toluca. Tuvo incluso en la final contra el chiverío de 1986-87 la copa para dejar a los rojiblancos como segundos entre los más ganadores, pero ahí empezaba a extinguirse la grandeza. Ahí empezó su cascada de fracasos. Aunque tuvo aún oportunidad de mantenerse como el segundo más ganador cuando en 1988-89 finiquitó una final con América, pero una vez más cayó.
La historia dice que Águilas y Chivas, sin abundancias, siguieron sumando campeonatos. ¿Y Cruz Azul? Finales, una contra Chivas, otra ante América, una más contra Necaxa y así, derrota tras derrota ante Pachuca, Santos y Toluca. Sólo una contracorriente, la del Invierno 1997 venciendo a León, por lo demás, nada, sólo como espectador de los triunfos de rojiblancos y amarillos en encarnizada lucha por el uno y dos de la supremacía, pero ahora sin el consuelo siquiera de ser el tercero más ganador. Porque mientras Cruz Azul perdía, Toluca ganó, ganó y ganó en los torneos cortos, hasta sumar seis, siete, ocho y el domingo nueve, precisamente ante los cementeros, como antes lo hicieron América y Chivas.
Bajo esa misma fórmula Guadalajara lo dejó en segundo, América lo envió al tercero y Toluca lo arrojó al cuarto, lejos de la elite, lejos de la grandeza de los que dan la vuelta con la Copa. Como los eternos subcampeones de la Liga, con la palabra de que no fue un fracaso, “se hizo el esfuerzo”, del “estamos orgullosos”, de “nos perjudicó el árbitro”.
Hoy, el pequeño cruzazulino escucha historias sobre un Coloso Azul abominable y dominador de los coliseos mexicanos. Leyenda o mito que sirve para soñar con alguna vez saborear a qué sabe una copa y a qué huele el sudor de una vuelta olímpica.
