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Cuatro mil ataúdes envueltos en banderas

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Hace unos días, y casi coincidiendo con el quinto aniversario del inicio de la intervención norteamericana en Irak, la contabilidad de bajas mortales en ese conflicto, por parte de los Estados Unidos, alcanzó la cifra de cuatro mil. Por supuesto, el hecho no le pasó desapercibido a una prensa cada vez más hostil a la guerra, y dispuesta a hacer leña del árbol (o bueno, el arbusto: Bush) caído de una Administración totalmente desacreditada.

Claro que esa cifra palidece en comparación con los costos humanos que ha tenido que soportar la sociedad iraquí. Dependiendo de quién cuente, y cómo se saquen las estadísticas, las víctimas de la guerra, la inseguridad y la violencia sectaria subsecuentes andan entre los sesenta mil y los cuatrocientos mil. Lo disparado de las cifras nos habla de lo caótico que ha sido todo el conflicto. Lo que sí es que decenas de miles de no-combatientes iraquíes han tenido que pagar con su vida esa bizarra, pésimamente planeada aventura.

Algunos podrían alegar que la misma cantidad de iraquíes moría en las mazmorras de Saddam Hussein, o como víctimas de sus razzias indiscriminadas contra kurdos y shiitas… pero a la sorda y sin conocimiento del mundo. Y quizá tengan razón. Pero una de las premisas para la intervención norteamericana era que, una vez despachado el mostachón tirano, los iraquíes iban a construir un país democrático y pacífico. Y no ha ocurrido ni una cosa ni la otra.

La cuestión es que, en términos militares, las Fuerzas Armadas norteamericanas pueden estar hasta cierto punto satisfechas: en proporción, sus bajas han sido considerablemente menores a las incurridas por cualquier país en cualquier otro conflicto bélico de los últimos dos siglos. Si las cuentas no me fallan, hablamos de 2.19 bajas fatales por día. La estadística es mucho más mortífera en los barrios bajos de las veinte ciudades norteamericanas más grandes. De hecho, más soldados norteamericanos murieron en un solo día (el Día D, junio 5-6 de 1944) que durante esos cinco años en Irak. Aquí en México, hay líneas de camiones foráneos que matan más gente en un año. Y ya no hablemos del crimen organizado, que ha hecho de la violencia pública casi un arte. Creo que más gente muere por bala en Sinaloa que en Basora o Mosul.

Todo lo cual le importa muy poco al público y los medios de Estados Unidos, que siguen presionando para que los soldados retornen a la patria cuanto antes… porque además, se están quedando solos. La mayoría de los países que apoyaron en un principio la invasión han dicho “patas para qué os quiero”. Ni siquiera los británicos, tradicionales perros falderos de Washington, tienen pensado permanecer mucho tiempo más en un hormiguero que ni les viene ni les va. Así que es de esperarse un adelgazamiento del músculo norteamericano a partir de este año. La cuestión es si esos cuatro mil ataúdes envueltos en banderas sirvieron un propósito válido. O si sus muertes, como las de tantos inocentes en Oriente Medio, fueron en vano.

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